No es el origen, son los ingresos

Lo que condiciona la compra no es la cultura o la raza, sino la renta del cliente

La Vanguardia, 02-04-2006

Tienen una especial preferencia por los súpers de barrio, se guían por criterios de calidad tanto como de precio y su disposición a recurrir al comercio étnico – si se entiende como tal el gestionado por y para inmigrantes – es mínima. La primera encuesta sobre hábitos de comercio de los catalanes de origen extracomunitario rompe todos los tópicos. No hay diferencias significativas entre el comportamiento de ciudadanos de origen magrebí o latinoamericano y sólo una tercera parte de los encuestados echa en falta determinados productos en la oferta comercial, básicamente fruta y especias. El estudio concluye que los impulsos que mueven a esta nueva hornada de consumidores obedecen más a criterios relacionados con el nivel de sus ingresos, con la renta que perciben, que a cuestiones vinculadas a su origen, ya sea por religión o cultura.
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El estudio, elaborado por la consultora Nielsen por encargo del área de comercio de la Diputación de Barcelona a partir de 1.310 entrevistas, aporta otro dato: sólo un 20% de los encuestados (con una media de estancia en el país de cinco años) se muestra molesto ante la presencia del catalán en los comercios – ya sea a través de rótulos o del etiquetaje – . Otro 50% lo ve bien y el 30% restante se muestra indiferente. Ese dato, y el que una mayoría de encuestados se defina como de clase media, indican que “una buena parte de esos inmigrantes ha tomado la determinación de rehacer aquí sus vidas”, explica Jaume Vives, concejal de Derechos Civiles de Badalona y responsable de la elaboración del informe.
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El estudio destaca asimismo la relevancia de la actividad comercial entre los recién llegados. Según Nielsen, la primera dedicación de la inmigración extracomunitaria en España es la construcción (23%), seguida a distancia por el comercio (11%). En Catalunya, en cambio, el comercio supone un 23% y la construcción va detrás con un 21%.
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Una explicación a esa diferencia es la importancia del colectivo pakistaní en Catalunya. Como es el caso de Pervez Husain, pakistaní que lleva cinco años aquí. Con su familia, Pervez regenta un locutorio en Ripollet y posee otros dos en Montcada y Sabadell. Dice estar cómodo en su actividad, y su único problema es el tiempo necesario para las licencias. “Los ayuntamientos tardan hasta dos años en responder”.
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Ripollet es una localidad del cinturón industrial en la que la actividad comercial de la inmigración crece con rapidez. Para su concejal de Comercio, Ferran Tornel, “no hay problema en ello”, pese a que admite que en los últimos meses se han abierto hasta cinco locales regentados por chinos en una calle céntrica del municipio. “Lo importante es que sepamos integrarlos en las asociaciones de comerciantes y que se difundan encuestas como la de Nielsen. Demuestran que todos podemos beneficiarnos de esa inmigración”.
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Los economistas van más lejos y estiman que la supervivencia del comercio catalán está en los nuevos emprendedores. Es lo ocurrido en el Raval. “Mi padre era albañil hasta que cerró la empresa y optó por abrir un negocio textil en la calle Sant Pau”, dice Mohamed Halul, comerciante de origen marroquí. Hace tres años, estalló el conflicto cuando un grupo de comerciantes del barrio rechazó las luces navideñas. Las asociaciones de comerciantes devinieron un campo de batalla. “Ibas allí y te acusaban de no pagar impuestos, de vender droga… No tenía sentido”, afirma Halul. Hoy Halul y otros como él forman parte de unas asociaciones remozadas. “Sólo puedo decir que a mitad de los noventa, el Raval era un barrio degradado y a oscuras. Hoy ya no lo es y se lo debemos a ellos”, dice Núria Paricio, presidenta de la Fundació Tot Raval. Y concluye: “Me recuerdan a mis padres, cuando llegaron de Aragón hace muchos años. Aún les recuerdo trabajando en el bar 365 días al año”
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