Antirrumores

Deia, , 23-06-2017

Reciente y gratamente, me he visto sorprendida por el Ayuntamiento de Bilbao, al haber recibido un boletín monográfico contra los “rumores infundados sobre las personas inmigrantes y la diversidad cultural”.

De forma simultánea, me llega un WhatsApp, que es una felicitación al alcalde de Llodio por haber “rehusado suprimir la carne de cerdo en el comedor escolar” que, según dice el remitente, los padres musulmanes le habían pedido que hiciese.

Antes de opinar sobre el tema, he tratado de localizar el periódico que citan como fuente de la información. He buscado por fechas, por temas… y nada. Pero lo que me aparece, referido al caso, es un desmentido, publicado hace dos años, con el titular “El viejo bulo de los alcaldes y la carne de cerdo en los comedores”. En esas fechas, el bulo hacía referencia al alcalde de Zaragoza, ¡pero ya había pasado anteriormente, referido al alcalde de Antibes (Francia), al de Athen (Bélgica)… y a saber a cuántos más!

Este y otros bulos del mismo tenor, construido con tópicos, fabricados e instalados en nuestro entorno como verdades demostradas, (sin que lo hayan sido en momento alguno) son fáciles de transmitir (más, si vienen a través de nuestro círculo de amistades), porque, aunque a veces son exagerados, el terreno está abonado para aceptar casi cualquier barbaridad, sobre un vecindario al que no nos hemos preocupado de conocer, pero juzgamos de manera inmisericorde.

De ahí mi grata sorpresa al ver que Bilbao se une a iniciativas de otros municipios del Estado y de Europa, que desde hace tiempo vienen tratando de contrarrestar la rumorología que se extiende como una mancha de aceite y que tanto daña la convivencia.

Es evidente que hay mucho que hacer. Serán necesarios muchos agentes antirrumores para ir desmontándolos, pero, solo con que cuestionemos su veracidad cuando nos llegue uno de esos rumores (en lugar de propagarlo, sin más), la convivencia entre autóctonos y migrantes será mucho más saludable. La alianza vecinal nos hará más eficaces en nuestras reivindicaciones, y más fácil la vida de barrio. No desenfoquemos nuestra mirada hacia el lugar y las personas equivocadas.

Raquel del Olmo Bilbao

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