Los guionistas estadounidenses arremeten contra las políticas y la retórica de Trump

La Vanguardia, , 18-06-2017

Si los ojos son el espejo del alma, la televisión se puede interpretar como el espejo de la sociedad, como mínimo en Estados Unidos, donde la presidencia de Donald Trump está afectando a los contenidos de una forma transversal. El republicano arremete cada día contra los canales críticos con su gobierno como CNN, ABC, CBS y NBC, a quienes acusa de crear fake news con el fin de perjudicar su imagen, pero su influencia va más allá de los servicios informativos. Las ficciones televisivas están adquiriendo nuevas lecturas en función del clima social que vive el país: series políticas como
House of cards
y
Veep
se ven afectadas por una realidad que les pisa los talones y hay guionistas que directamente optan por rebelarse y denunciar el Gobierno de Trump desde sus textos.

La cocreadora de
Supergirl
, Ali Adler, ha convertido una serie tan inofensiva como la suya en una de las más críticas con el Gobierno. Si el presidente trabaja para construir un muro entre EE.UU. y México y se enzarza en luchas contra los tribunales para poner en marcha un veto migratorio que afecte a Irán, Somalia, Yemen, Irak, Libia, Sudán y Siria. Adler ha convertido la superheroína de DC Comics en la mayor defensora de los colectivos inmigrantes y refugiados. La prima de Superman lucha para que el planeta sea tierra de acogida de extraterrestres y combate bandas armadas racistas. No le tiembla el pulso a la hora de defender la necesidad del buen periodismo ni de colocarse como opositora de Donald Trump y su afán para estigmatizar la comunidad musulmana.

Esta es la virtud de las series de televisión, que tienen unos tiempos de producción que permiten reflexionar sobre el presente con más rapidez que el cine. Jennie Snyder Urman, la guionista de la serie Jane the virgin que homenajea la cultura latina de los Estados Unidos, advirtió en mayo que “tratarían las nuevas realidades del horrible presidente T”. Esa misma noche un personaje de origen venezolano veía como la retórica política cada vez más xenófoba afectaba a su día a día. En ese momento tomaba la decisión de ser más activa social y políticamente, una lección que transmitía al espectador.

Kenya Barris diseccionó en la comedia familiar Blackish cómo la comunidad negra podía procesar el resultado de las elecciones (“Las personas negras despertamos cada día pensando que nuestras vidas están a punto de cambiar aunque todo nuestro alrededor indique que no”). En The good fight, el spin – off de la serie político – legal The good wife, hasta planearon un inicio de temporada donde Diane Lockhart (Christine Baranski) se ilusionaba mirando las noticias y observando a Hillary Clinton entrando en la Casa Blanca como vencedora. Rodaron otra vez algunas escenas y los creadores Robert y Michelle King cambiaron el punto de partida. La alegría porque las mujeres habían roto el techo de cristal se cambiaba por las tensiones políticas y sociales que incluso salpicaban las dinámicas de los bufetes de abogados.

Estos artistas pueden ser muy directos en su rebelión. “Un hombre que se jactó de agredir sexualmente a las mujeres y luego lo desechó como conversación de vestuario fue elegido presidente de Estados Unidos”, se dijo la semana pasada en The Carmichael show. Escrita y protagonizada por el cómico Jerrod Carmichael, la serie aborda temas controvertidos con un formato con público en directo y carcajadas, como si fuera Friends o The big bang theory. El episodio discutía la necesidad de obtener el consentimiento de las mujeres a la hora de tener sexo y recordaba la dificultad de hacer pedagogía cuando el propio Donald Trump había sido elegido presidente después de alardear de abusar de mujeres. “Cuando eres una estrella, te lo dejan hacer, puedes hacerlo todo… agarrarlas por el coño”, había dicho el republicano durante una conversación off – the – record que fue filtrada en octubre por The Washington Post.

En Veep, la serie política ganadora de dos Emmy como mejor comedia, el guionista David Mandel debe eliminar escenas todos los días en función de las apariciones de Trump. “Están haciendo cosas que nosotros ni podríamos inventarnos aunque quisiéramos”, reconocía en los medios americanos. ¿Quién podía imaginar que el presidente de Estados Unidos literalmente empujaría al primer ministro de Montenegro, Milo Dukanovic, para salir en una fotografía? La actriz Julia Louis – Dreyfus hasta subió en Twitter un vídeo donde se mostraba su Selina Meyer equivocándose reiteradas veces pronunciando el nombre del estado de Nevada. ¿Quién hizo lo mismo al cabo de unos días? Trump, por supuesto.

Los guionistas de la quinta temporada de House of cards, Melissa James Gibson y Frank Pugliese, no sabían que Trump sería presidente cuando escribieron los episodios. Pero escribieron uno Estados Unidos donde el presidente quería implantar un veto migratorio con países musulmanes para alimentar el clima de odio y acertaron de pleno. “Estaba creciendo la retórica contra los inmigrantes musulmanes, y estábamos en el primer episodio cuando pensamos: ‘¿Sabes qué?, alguien podría intentarlo’”, explicaron a The
Daily Beast. Lo dijeron, lo escribieron y después se dieron de bruces con la realidad: “No fue sorprendente pero sí chocante”. Y, como la obsesión de House of cards es impactar a la audiencia, la realidad se lo está impidiendo. “Trump nos ha robado todas las ideas para la sexta temporada”, lamentaba la actriz y productora Robin Wright en la pasada edición del Festival de Cannes.

Y, si hay que hablar de casualidades escalofriantes, toca mencionar The handmaid’s tale, que adapta una novela de Margaret Atwood ambientada en un Estados Unidos dictatorial con una secta cristiana en el poder que anula las mujeres como en las sociedades controladas por el Estado Islámico o por el Gobierno de Arabia Saudí. Un grupo feminista se inspiró en el vestuario de la ficción para protestar ante un debate sobre el aborto en Texas con el que el Partido Republicano quería prohibir ayudas a centros que practiquen abortos y la creación de una ley para obligar a enterrar o quemar los tejidos fetales. Ya en marzo se había aprobado un proyecto de ley que amparaba a los médicos antiabortistas que decidieran ocultar información o directamente mentir acerca de las anomalías fetales si consideraban que la paciente podía decidir acabar con el embarazo de tener esa información.

Mientras los late – nights están renaciendo en las audiencias con sus discursos anti – Trump con Stephen Colbert y Samantha Bee en cabeza, al igual que el histórico programa de humor Saturday night live, los portales de televisión se están inundando de unos polémicos anuncios que muestran el Capitolio de Washington cubierto por una bandera soviética. “Los rusos están aquí”, advierte. Es una campaña promocional de la serie The Americans, un drama sobre dos espías soviéticos infiltrados cerca de Washington. Como todo en la televisión norteamericana, de repente tiene una lectura en clave Trump que no se puede dejar pasar por alto

Existe una teoría televisiva sobre el ascenso de Donald Trump. La clase trabajadora se sentía despreciada también por las series de televisión, que apenas reflejaban sus dificultades para pagar las facturas, y se sintió identificada con el discurso rebelde del republicano. Está por ver si esta clase, llamada blue collar en Estados Unidos, tiene comedias costumbristas concebidas para ella, pero sí se están observando movimientos en los canales en abierto para captar a los electores de Trump.

Hay como mínimo tres ficciones para la temporada 2017 – 2018 con tintes militares que tienen como objetivo exaltar el ejército y la patria. Son SEAL Team, con David Boreanaz, que lucha en un cuerpo de élite como el que capturó a Bin Laden y Saddam Hussein; The Brave (antes titulada For God and the country), sobre militares con tecnología puntera, y finalmente Valor, sobre pilotos de helicóptero.

Intentan captar la misma audiencia que el pasado otoño se fascinaba con la mitificación de las armas en Shooter (El francotirador) y que era la fantasía catódica de los defensores de la Segunda Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, la que defiende el derecho de los ciudadanos de poseer armas.

En esta línea también se han desarrollado dos comedias como The Gospel of Kevin y The year of living biblically, que tienen como motor la fe cristiana. Algunos guionistas creen oportuno luchar contra las injusticias de las que son víctimas las minorías del país, pero otros intentan saciar la sed de series del público conservador.

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