Una escapada de la marginación

32 niños gitanos rumanos del poblado madrileño 'El Gallinero' conviven estos días en la ikastola Mariaren Lagundia

Diario Vasco, JUAN A. MIGURA, 30-05-2017

«Llegaron el domingo para la comida anual de alumnos y padres de la ikastola, y lo primero que hicieron los que repetían salida fue buscar a sus amigos de la anterior visita», señala Susana Aparicio, coordinadora del ciclo superior de integración social que imparte el centro bergarés y promotora con sus alumnos.

Hace seis años de esta relación que cada dos trae a un grupo de niños del poblado El Gallinero. A 13 kilómetros de la Puerta del Sol y a uno del supermercado de la droga de La Cañada Real, se sitúa una concentración de chabolas integrada por unas 200 personas de origen rumano y etnia gitana. Un 60% son menores de edad. Malviven en cuarenta infraviviendas, un asentamiento marcado por la miseria y la marginación. Pero al menos, 32 de sus vecinos, de 6 a 15 años, tienen la oportunidad de escapar una semana de esta realidad para integrarse en la vida escolar y social de la ikastola Mariaren Lagundia, de Bergara.

«La facilidad de hacer amigos aquí es lo que más valoran», destaca el monitor Javier Fernández, que ha viajado en autobús con los niños junto a otra voluntaria, Carmina Lecuona. Fernández es un veterano de la ayuda social, con 13 años en La Cañada y una década en El Gallinero vinculado al voluntariado de la iglesia de San Carlos Borromeo, en Vallecas, conocida como la ‘parroquia roja’.

Insiste en que el cambio para los chavales es como pasar de la noche al día en el ámbito de las relaciones y del centro escolar. «Viven casi aislados en un espacio rodeado de autopistas y autovías que no facilita el contacto con otros niños para la integración».

En el poblado hay «una situación de pobreza extrema, con muchos problemas de violencia, alcoholismo y todo tipo de tensiones sociales y familiares. Como muchos padres no se preocupan de llevar a los niños a la escuela, los voluntarios que prestamos servicio sobre el terreno nos encargamos de levantar a los niños para que puedan desayunar y acudir al colegio». Por las tardes, en un barracón hacen los deberes de clase, «y ofrecemos otras actividades».

La mayoría de los pequeños no conocen Rumanía, donde ya sus padres y abuelos han sido víctimas de desprecio social. «Todos los vecinos de El Gallinero provienen de la localidad de Tandarei, un poblado marginal de gitanos a 15 kilómetros de Bucarest», relata.

Desde el primer contacto hace seis años, la relación se tradujo en intercambio. Los estudiantes de integración social acuden al asentamiento por la mañana durante su viaje de estudios madrileño, y además coordinan una recogida anual de ropa que posteriormente destinan a la barriada. «Es una forma de abrir los ojos a realidades que parece que solo están en la películas», destacan los jóvenes estudiantes.

Calles de cemento

En este tiempo, la situación del enclave chabolista ha mejorado algo «con el cambio político en el Ayuntamiento de Madrid. Después de una manifestación hemos conseguido echar firme de cemento en la calle. Antes salían directos al barro, ahora al menos tienen hormigón. Además, en colaboración con unos arquitectos, se han instalado unas cuantas letrinas que comparten por familias».

Garazi Ibarra, de 18 años, y Urko Sánchez, de 24, son dos de los casi 60 estudiantes del ciclo superior que se hacen cargo de los pequeños que pernoctan en el propio colegio. «Estamos dos por aula porque los chavales están en clases según las edades que tengan. Les ayudamos en todo lo que necesiten», destaca Garazi, que coincide con Urko en que la experiencia es realmente positiva. «Para ellos es muy importante y nosotros vemos una realidad muy distinta a la que vivimos».

Anuerz, David, Florian o Philip no paran quietos por el patio de Mariaren Lagundia mezclados entre decenas de estudiantes de primaria. No dan tregua a sus cuidadores mientras preparan un flashmob con la canción «Guztiona». Un texto que capta el espíritu de «Gure etxea, zuen etxea», el lema que encabeza la programación especial de la ikastola en la tercera acogida.

Emocionados por la novedad, no están muy dispuestos al baile y sí a moverse de un grupo a otro. Todos coinciden en que está bien el viaje, pero la preocupación de varios, en este momento, es «cuánto dura el recreo», porque como a muchos otros niños, no les gusta ir a clase.

La presencia de los invitados abre la posibilidad de trabajar con los alumnos temas como los derechos que asisten a los niños independientemente de su origen o condición social, valorar el concepto de recepción, poner en valor la importancia de la ayuda de unos a otros, o destacar la convivencia, entre otros.

De los propósitos marcados desde los educadores de El Gallinero, esta salida busca recompensar el esfuerzo que realizan estos niños en ese marco para acudir a diario a la escuela, y explorar esa capacidad infantil de relación natural y sin prejuicios con otros niños.

Hasta la despedida, el viernes por la mañana, participan como uno más en las actividades, talleres, merendolas, encuentros culturales y, en definitiva, en el programa escolar que completan con visitas guiadas a Bergara o una excursión a Donostia. «Vamos a visitar el Aquarium, dar una vuelta en barco y pasear por la playa», apunta el director de la ikastola, Gotzon Iparragirre. «Llevarles a la costa se ha hecho algo imprescindible. Esperamos que el tiempo nos acompañe».

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