Carolin Emcke: “Ahora la gente exhibe con orgullo su rechazo a los extranjeros”

La escritora y filósofa alemana publica 'Contra el odio', un ensayo sobre cómo la xenofobia se construye y se alimenta

El País, Ana Carbajosa, 24-05-2017

El odio no es un sentimiento individual y aislado. El odio se construye y se alimenta. Esta es la premisa que vertebra el ensayo de Carolin Emcke, Contra el odio (Taurus), convertido en best seller en Alemania. Desde su publicación el pasado octubre, el libro ha dado pie a un intenso debate, en un momento en el que el rechazo al diferente y la búsqueda de sociedades homogéneas e idealizadas ganan terreno.

Carolin Emcke (Müllheim an der Ruhr, 1967) trabaja desde hace tiempo en torno a la violencia y sus causas; como corresponsal de guerra durante 14 años, como filósofa y como escritora. Pero es ahora cuando su tema encuentra un eco desmesurado, cuando hablar de nacionalismo, identidad y racismo cobra otro sentido y enciende los ánimos en un país, en el que piensa que “se odia más abiertamente”. “Se ha abierto la veda. Ahora la gente exhibe con orgullo su rechazo a los extranjeros. En la televisión y en la calle, el racismo ha llegado al centro de la sociedad. Se ha roto el tabú”. No solo en Alemania. El rechazo al diferente y el repliegue identitario son “fenómenos globales”, defiende la pensadora alemana durante una larga entrevista la pasada semana en su casa de Berlín.

Ese “nosotros” frente a “ellos” cristaliza en forma de antisemitismo, de homofobia, de islamofobia, de racismo, de populismo y de manual de instrucciones de terroristas islamistas. Son manifestaciones muy distintas las que Emcke estudia en su libro, pero que, sin embargo, se nutren de un plancton ideológico y sentimental con rasgos similares. ¿De dónde nace ese anhelo de pertenencia identitario? “Es un fenómeno muy narcisista. Me sorprende lo inseguras que se han vuelto nuestras sociedades respecto a su identidad. Ahora hace falta que todo sea muy homogéneo.

Vivimos en sociedades hipocondriacas, que temen contaminarse constantemente con lo diferente. Los extranjeros, los homosexuales, los de otras religiones. Hay que mantener la pureza ¿Cómo es posible que alguien se sienta amenazado por la opción sexual de otra persona?”, se pregunta Emcke, cuya homosexualidad es una de las armas arrojadizas de sus detractores en la redes sociales.

Emcke recibió en 2016 el reconocimiento de los libreros alemanes, que le concedieron el premio de la Paz, el que se entrega cada año el último día de la Feria del Libro de Fráncfort. Una distinción que en el pasado han recibido escritores como David Grossman o Mario Vargas Llosa.

“Toda mi vida he tratado de comprender la génesis de la violencia, porque solo así, yendo para atrás te das cuenta de que había otras opciones, de que se podían elegir otros caminos. Hay que deconstruir el odio y la violencia. Porque no es la expresión de un sentimiento individual, no es espontáneo, es fabricado y requiere cierto marco ideológico. Normalmente nos fijamos en el final, cuando ya han quemado un centro de refugiados, pero hay que mirar qué hace posible que haya gente que siente que pertenece a un lugar y otras que no”.

Emcke piensa además que uno de los problemas tiene que ver con que las emociones ganan cada vez más fuerza frente a la razón en el terreno político. “Legitimamos las emociones como si fueran argumentos racionales. Los políticos dicen ‘oh, la gente tiene miedo’ y reaccionan. Es un tipo de infantilización. Los políticos tienen que ser conscientes de que los niños pronto aprenden que el miedo se cuestiona. Ante la inseguridad, se tiende a reducir la complejidad y a resignarse a los mensajes simples”.

Nuestras sociedades son más infantiles, ¿y son también más irresponsables? Si vemos los resultados de ciertas consultas (Trump, el Brexit…), el desprecio a la democracia. “El narcisismo es extremo, es como si nada importara. A la vez hay un problema de expectativas y de tiempos. La gente quiere resultados inmediatos. Se ha perdido el respeto a los tiempos, a las negociaciones, a los procesos, pero las democracias son procesos muy lentos. Tenemos que aprender a ser lentos y sabios. Puede que no sea muy sexi, pero es lo que hay”.

La lectura de Emcke puede parecer a primera vista sombría y preocupante. Y hasta cierto punto lo es. Pero la autora también cree que la solución está en la mano de cada uno, en las palabras que elegimos y en cómo reaccionamos ante las manifestaciones de odio. Cuenta Emcke que la gira de promoción del libro en Alemania le ha permitido entrar en contacto con muchísimos lectores que siempre le hacían la misma pregunta: ¿Qué podemos hacer? La respuesta, larga y compleja, la resume Emcke en tres patas: exigir un mayor control en la Red, mejor trabajo policial y por último y sobre todo en la responsabilidad individual. “No podemos tener miedo de hablar en defensa de los que se sienten atacados. Yo no quiero una sociedad en la que solo los judíos defiendan los derechos de su comunidad o solo los gais luchen contra la homofobia. Tenemos que restablecer la universalidad del discurso de los derechos civiles”. Y pone como ejemplo a España. “Me emocionó muchísimo la reacción de España a los atentados de 2004. Los españoles dijeron ‘no vais a transformar con las bombas nuestra sociedad, no nos vais a quitar nuestra libertad. Fue increíble”.

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