Europa y los debates nacionales

La Vanguardia, Lluis Foix, 27-04-2017

Una corriente de fondo que atraviesa todas las elecciones europeas recientes es si la UE está respondiendo a los retos provocados por la crisis y por la revolución social y tecnológica que se aprecia en todas las ­sociedades democráticas.

El partido xenófobo y populista holandés, presidido por Geert Wilders, llegó segundo en las elecciones de marzo. Su antieuropeísmo no guiará la política del nuevo Ejecutivo holandés cuando finalmente acabe formándose. Los populismos xenófobos que avanzan son antieuropeos.

Europa ha ocupado el centro de la política británica desde que David Cameron prometió un referéndum si ganaba las elecciones del 2015. Así ocurrió y en junio del 2016 los británicos decían no a Europa en el célebre Brexit que acabó con la carrera política de Cameron. Theresa May no estaba legitimada por las urnas para provocar una salida dura de Europa y ha convocado elecciones generales para el 8 de junio. Europa es la cuestión de fondo.

La campaña de la primera vuelta de las presidenciales francesas del domingo es­tuvo marcada implícitamente por Europa. Marine Le Pen ha exhibido sus posiciones contrarias a Schengen y a todas las políticas relevantes de Bruselas desde su escaño de europarlamentaria. Ha prometido que si ganaba la presidencia propondría un referéndum para la salida de Europa con una fórmula de consulta o referéndum parecida al Brexit.

En Bruselas y en Berlín se respiró con alivio el lunes al conocer que Emmanuel Macron ganó la primera vuelta el domingo, aunque tendrá que enfrentarse con el Frente Nacional de Marine Le Pen en la segunda vuelta del 7 de mayo.

(Getty)
Todo indica que Macron será el presidente de Francia, con 39 años, sin un partido que le suministre la intendencia y con un programa que tendrá que improvisar en un país de una complejidad política difícil de administrar.

Se ha evitado que la segunda vuelta fuera entre Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, dos visiones extremas de una sociedad eminentemente conservadora. François Fillon, representante de la derecha republicana, se ha despeñado por los escándalos que salpicaron a su familia más directa. Tanto la derecha republicana de Fillon como los socialistas de Benoît Hamon que han perdido el poder y se han convertido en náufragos, con poco más del 6% de los votos, dieron su apoyo a Macron para frenar el paso a Le Pen. Mélenchon no se ha pronunciado porque un porcentaje relevante de sus votantes tampoco son ­europeístas, un elemento en común que ­tienen los partidos extremos de derecha e izquierda en toda Europa. Recomendará la libertad de voto.

Podemos, el partido de Pablo Iglesias, no es probable que se pronuncie a favor de Macron, que ha sido calificado por la formación como un banquero austericida. En los genes de esta izquierda nueva que ha dado el sorpasso a los socialistas en Francia late un profundo desprecio por Europa. Es interesante señalar que el partido de Marine Le Pen ha conseguido sólo un 5% de votos en París en comparación con más del 22% cosechado en el conjunto de Francia.

Se comprobó en Gran Bretaña con el Brexit y se ha repetido en Francia el domingo. Las grandes ciudades son europeístas, ­menos xenófobas y más abiertas que el populismo que se incuba en las poblaciones medias, en el mundo rural y en las clases más castigadas por la crisis. Londres, París, Berlín y también Barcelona son ciudades europeístas, abiertas y liberales. Pero el descontento con la política se agudiza en las zonas más desprotegidas y con mayores frustraciones.

Francia va a decidir entre seguir siendo el eje principal para la integración europea, junto con Alemania, o bien emprender el camino de abandonar una Europa que desde De Gaulle hasta hoy ha contribuido a consolidar. También decidirán sobre el liberalismo que defiende Macron y el nacionalismo económico que propone Le Pen, entre un país que trate con el respeto histórico que ha mostrado hacia los inmigrantes o bien cierre sus fronteras deshaciendo la libre circulación garantizada por Schengen.

Pienso que el reto más decisivo para Macron es el de convencer a los franceses de las ventajas de seguir liderando el siempre frágil edificio de la Unión Europea.

Macron no puede dar por sentada su victoria. En una pintada en una pared de París se leía el lunes que “Ni patrie ni patron; ni Le Pen ni Macron”. El descontento y el desencanto se han apoderado de Europa, que no puede perder más terreno en el ámbito de las ilusiones y en la percepción que muchos tienen sobre cómo son defendidos sus intereses nacionales. El patriotismo está ganando terreno a una globalización sin hechuras jurídicas que campa por sus respetos sin distribuir con más equidad la inmensa riqueza que genera.

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