«Mi hermana ya vivía aquí y me animaba a venir. Llegué en enero»

Wendy Guzmán migró desde Honduras junto a su marido y su hija, con los que vive en Pasai Antxo en casa de su hermana

Diario Vasco, AIENDE S. JIMÉNEZ | SAN SEBASTIÁN, 27-04-2017

La hermana de Wendy Guzmán lleva seis años viviendo en Gipuzkoa. En sus conversaciones le contaba cómo era la vida aquí y le invitaba a dejar Honduras y venirse con su familia. Wendy, de 34 años, decidió enviar de vacaciones con su tía el año pasado a su hija de ocho años, Samanta, para conocer su opinión sobre su posible nuevo destino. «Solo vendríamos si le gustaba estar aquí». Y así fue. La niña quedó encantada, porque por primera vez realizó actividades que eran imposibles en Tegucigalpa, la capital, donde vivían. «Mi hermana me mandaba fotos de ella montando en bicicleta, en patines, en el autobús, paseando… estabafeliz», cuenta la madre.

Aunque puedan parecer cosas comunes para cualquier niño de esa edad, Wendy asegura que la inseguridad en su país les obligaba a vivir encerrados en casa. «Las amenazas de las pandillas son muy fuertes. Allí no puedes pasear por la calle sola, porque te pueden asaltar», asegura la hondureña. En 2017 ella y su marido, Elvin, decidieron mudarse también y empezar una nueva vida junto a su hija. Atrás dejan al resto de su familia, como los padres de Wendy y sus hermanos, que aún son estudiantes.

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Su situación económica no les permite acceder a una vivienda, «ni siquiera alquilar una habitación», por lo que viven con su hermana en Pasai Antxo, y se han sorprendido por la calidad de vida de los guipuzcoanos. «La gente se preocupa por el bienestar, por comer sano, por pasar tiempo con la familia…», se alegra la hondureña.
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Trabajo para Elvin

En su país, Wendy trabajaba como administrativa de sol a sol, con un sueldo que apenas le alcanzaba para poder pagar una buena escuela para su hija. Pero invirtió en educación y se siente orgullosa, ya que ahora le ha servido a la pequeña para adaptarse sin problemas a su nuevo colegio, en el que cursa tercero de primaria. «Los profesores nos han dicho que su nivel es mucho mejor que el de otros niños latinoamericanos», dice orgullosa.

Gracias a su hermana consiguió trabajo cuidando de un bebé. «Le preguntaron si conocía a alguien de confianza y les dio mi nombre», explica. Su marido, que era panadero, no lo ha tenido tan fácil. Se pasa el día pegando carteles, e incluso ha publicado anuncios en este periódico. «Para los hombres es mucho más complicado encontrar un empleo», asegura Wendy.

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