En una nueva llamada de atención, el Papa Franciscoha recordado al mundo el miércoles que «la tragedia de los refugiados y los inmigrantes forzosos es la más grande desde la provocada por la Segunda Guerra Mundial».

Afecta a más de sesenta millones de personas y, si bien lo más importante es cortar las causas guerras y bombardeos aéreos contra civiles en una docena de países, la acogida a las víctimas es prioritaria.

En su audiencia general a miles de peregrinos en la plaza de San Pedro, el Papa ha exhortado a vivir las virtudes de la perseverancia, que lleva a «permanecer fieles, sobre todo en situaciones adversas» y de la consolación, que es «la gracia de saber acoger y mostrar la acción compasiva de Dios a aquellos marcados por el sufrimiento y la desilusión».

Citando una carta de San Pablo, Francisco ha hecho notar que «no somos fuertes por nosotros mismos, sino porque el Señor nos concede su consolación y nos da la capacidad de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacernos cargo de su fragilidad».

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Esa ayuda se debe prestar «sin autocomplacencia pues no hay cristianos de primera división y de segunda, sino sintiéndose mero ‘canal’ de los dones del Señor. Así se puede llegar a ser ‘sembradores de esperanza’… ¡y hay que ver cuanta esperanza hace falta hoy!».

Una y otra vez, el Santo Padre invitaba a no ser indiferentes sino a ayudar a tantas personas afectadas por problemas graves, pero a hacerlo por motivos religiosos, lo cual facilita identificarse con Dios al tiempo que multiplica la generosidad.

El Papa ha recordado que «precisamente hoy se celebra el Día Mundial del Agua, instituido hace 25 años por Naciones Unidas», y ha invitado a «tutelar el agua como un bien para todos, revalorizando también su significado cultural y religioso».