Un año del «pacto de la vergüenza»

Novecientos migrantes han sido devueltos de Grecia a Turquía tras el acuerdo con la UE

El Mundo, LLUÍS MIQUEL HURTADO, 20-03-2017

Dindar y Adib, ella pintora, él ingeniero mecánico, son un matrimonio kurdo del norte de Siria, acogido por España a mediados de febrero pasado. Las cosas en Berga no les están yendo tan mal como a los más de 60.000 refugiados atrapados en Grecia, viviendo en un limbo interminable; o los cerca de 900 devueltos desde suelo griego a Turquía, consecuencia del «pacto de la vergüenza» –como lo califican– firmado entre Bruselas y Ankara, que entró en vigor hoy hace un año y que Erdogan amenaza con romper.

La pareja, que tiene una pequeña de un año y tres meses, explica a EL MUNDO que cruzó la frontera turcosiria en marzo de 2016, procedentes de la villa fronteriza de Amuda. «No había guerra, pero sí tensiones entre partidos y pobreza», explican. Su solución, creían, se llamaba Europa. Vendieron todos sus bienes, se jugaron la vida en el Egeo, arribaron a Lesbos y su periplo se truncó en Idomeni, cuando Macedonia cerró la frontera, bloqueando a miles en Grecia.

Haberse registrado en Atenas les permitió estar entre los poco más de 13.500 refugiados relocalizados en la Unión Europea –sobre el 8% de lo comprometido– desde que en 2015 entró en vigor el programa de reubicaciones desde Grecia y Turquía, según la Organización Internacional de las Migraciones. España ha acogido un mero 9% de lo prometido. «Nos consideramos afortunados», dice Adib. Viven en un hotel, asistidos por Cruz Roja. «Necesitamos trabajar cuanto antes. No queremos vivir de las donaciones».

Los problemas del día a día para estos sirios son minucias al lado de la tragedia a las puertas de Europa. «Las vidas de los solicitantes de asilo en las islas griegas siguen en peligro», advierte Médicos Sin Fronteras, «con servicios inadecuado y bajo riesgo de incendios, luchas y violencia». Tres personas murieron en un incendio en el campo de refugiados griego de Moria el pasado enero.

Aunque la Unión Europea traduce en «éxito» la reducción de llegadas y muertes en Grecia –de una media de 1.740 llegadas en 2016 a 43 por día–, en la ruta italiana aumentan sin cesar. Sólo en 2017 ya ha habido 537 muertos en el Mediterráneo.

«Ya no llegan tantos sirios por mar, creo que porque la situación política se estabiliza ligeramente. Ahora la mayoría procede de países africanos», explica desde Lesbos por teléfono Emmanouil Chatzichalkias, un abogado que asiste a refugiados en Grecia. «Las condiciones en los campamentos han mejorado poco a poco, pero la burocracia es lenta y pasan muchos meses antes de que se resuelva una petición de asilo. Otros se plantean asentarse en Grecia, pero necesitan acceso a educación o empleo».

Chatzichalkias recuerda que el Consejo de Estado griego está a punto de formular una sentencia crucial para el futuro de muchos sirios en Grecia. «Si concluye que Turquía es país seguro, como se prevé que hará, muchos sirios cuya petición de asilo ha sido revocada serán devueltos a suelo turco», explica. «Es lo que ha ocurrido ya con muchos otros no sirios, la mayoría paquistaníes», añade. Este es uno de los aspectos más controvertidos del acuerdo sobre refugiados.

A finales de 2015, la UE, escenario del mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial y sucumbiendo a un populismo con el anti islamismo por bandera, pactó con Turquía una fórmula para cerrar sus fronteras: 3.000 millones de euros para que los turcos atiendan a sus más de tres millones de refugiados; a cambio, Turquía recibiría a toda persona que alcanzara Grecia a partir del 20 de marzo de 2016. Por cada sirio devuelto a Turquía, un sirio refugiado en Turquía sería acogido en Europa.

A fecha de hoy, de acuerdo con datos de la Comisión Europea, Ankara ha aceptado la devolución de 916 personas. Chatzichalkias detalla que la mayoría son paquistaníes, aunque también hay algunos sirios que volvieron voluntariamente. Andrew Gardner, investigador de Amnistía Internacional, advierte del secretismo con que el Gobierno turco procesa las devoluciones. Por ejemplo, Ankara no ha respondido a una pregunta de este periódico sobre cuántos de estos retornados han sido enviados a su país de origen.

«Hay casos de no sirios deportados, como afganos», explica Gardner. «Es muy difícil saber, por ejemplo, si tuvieron el acceso apropiado a pedir asilo», añade. Destaca que la opacidad política del Ejecutivo turco, cuyos dirigentes usan el acuerdo como arma de presión contra la Unión Europea, periódicamente amenazando con «abrir las fronteras» en represalia a las críticas europeas. Si bien Turquía ha sido, de largo, la más solidaria con los refugiados sirios, Andrew Gardner define el país como un «hoyo» donde manda la incertidumbre, y alerta de que el acceso de los refugiados a recursos básicos o al mercado laboral sigue siendo insuficiente.

ALEMANIA: ERDOGAN HA CRUZADO «UN LÍMITE»
«Somos tolerantes, no tontos». El ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, calificó ayer de «absurdos» los ataques verbales de Recep Tayyip Erdogan contra la canciller Angela Merkel y consideró que el presidente turco «ha sobrepasado un límite». «Somos tolerantes, pero no somos tontos», dijo el Gabriel en declaraciones al ‘Passauer Neue Presse’.

Escalada de acusaciones. Gabriel respondía así al presidente turco, que acusó ayer a la canciller Angela Merkel de utilizar «métodos nazis». Las cámaras de gas y los campos de concentración podrían volver a ser una realidad en Europa, dijo Erdogan. «Sólo que no se atreven», añadió, sin más precisión. La cancelación en algunos países europeos de actos electorales de políticos turcos ha abierto una crisis entre Turquía y Europa.

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