Inmigración positiva

La Vanguardia, 23-03-2006

La avalancha de inmigrantes me ha recordado algo que siempre me llama la atención: en las películas (americanas, por supuesto), las casas residenciales no tienen vallas, sólo a veces un pequeño seto decorativo.
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Sólo los ricos o los malos se encierran e, incluso cuando se desplazan, lo hacen en coches blindados y con los cristales tintados. Parecen los únicos con miedo del exterior. Los buenos suelen salir despreocupadamente a su jardín. Los buenos no ponen barreras a los demás porque no tienen nada que temer. Las pateras no vienen llenas de ladrones, asesinos ni gorrones, sino de gente desesperada que no tiene nada que perder, salvo la vida. Si nosotros les damos amparo y trabajo, les estaremos dando esperanza y ayudaremos a sus países a crecer gracias a las remesas dinerarias que envían a sus familias y repercuten positivamente en su economía.
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También ayudan al crecimiento de nuestro país: natalidad, mayor recaudación de impuestos, mantenimiento de pensiones y de Seguridad Social y aumento del consumo. Los medios de comunicación parecen informar sólo de lo peor de la inmigración, de lo que hace más ruido. La realidad económica y social se encarga de dar un sentido más positivo y real de este problema. Tenemos una gran oportunidad de repartir lo bueno que tenemos, dejando de lado nuestros miedos y desconfianzas. No la desaprovechemos. No nos convirtamos en los malos de la película. Abramos las verjas.
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