Túnez se niega a albergar centros de detención de refugiados

«No creo que pueda funcionar. Hay que encontrar una solución con Libia», ha dicho el primer ministro tunecino

ABC, ROSALÍA SÁNCHEZ, 15-02-2017

El pasado sábado adelantó la canciller Angela Merkel en su videomensaje semanal que uno de los asuntos que trataría esta semana, durante la visita a Berlín del primer ministro de Túnez, Youssef Chahed, sería la posibilidad de establecer en ese país del norte de África campos para refugiados sin derecho a asilo. Alemania, inmersa en un intenso esfuerzo por repatriar refugiados a los que les ha sido denegado el asilo pero que no abandonan el país por su propio pie o incluso a los que sus propios países no facilitan el regreso a casa, ha pensado en la instalación de campos en el norte de África, a los que puedan ser enviados mientras esperan el traslado definitivo a sus lugares de origen. Así lo ha expuesto la canciller alemana el jefe de gobierno tunecino, acompañando la sugerencia con la oferta de jugosas ayudas al desarrollo y cooperaciones en materia educativa. Pero Chahed «lo ha dejado perfectamente claro», reconocía Merkel en la rueda de prensa posterior al encuentro, «los tunecinos que han de ser repatriados suponen apenas el 1% del total, compuesto en su mayor parte por libios», por lo que el tema de los centros de detención en Túnez «no ha estado sobre la mesa».

«Túnez es una democracia joven, no creo que pueda funcionar y no tenemos capacidad para tener campos de refugiados. Hay que encontrar una solución con Libia», ha sido la respuesta de Chahed, que señaló que es en este último país donde los traficantes aprovechan el caos y la ausencia de un Estado eficaz.

Merkel ha tenido que contentarse con el compromiso de «ver cómo podemos hacer atractiva la salida voluntaria de Alemania de solicitantes de asilo de origen tunecino a través de oferta formativa y de generación de empleo». «Alemania apoyará iniciativas en este sentido», dijo la canciller, sugiriendo que, de forma paralela a este tipo de expulsiones voluntarias, Berlín busca fomentar la creación de puestos de trabajo en Túnez, sobre todo para gente joven, para darles perspectivas en su país y evitar así que arriesguen su vida al intentar cruzar el mar Mediterráneo. «En Alemania residen en la actualidad unos 1.500 ciudadanos tunecinos sobre los que pesa una orden de expulsión», calculó, concediendo que «Túnez no es un país exportador de migrantes» y reorientando su estrategia para obtener apoyo estratégico de Túnez para hacer cumplir lo acordado en la cumbre de jefes de gobiernos europeos en Malta, un plan de diez puntos que efectivamente contenía la «construcción de campos seguros y proporcionados» a los que serían trasladados, por ejemplo, los refugiados rescatados en aguas del Mediterráneo, en lugar de ser llevados a suelo europeo.

En 2016, unas 181.000 personas hicieron era ruta para alcanzar suelo europeo y lo consiguieron. Alemania considera que Túnez, el país del norte de África que tras la denominada «Primavera Árabe» mantiene un sistema de democracia parlamentaria, sería el socio indicado para acoger esas instalaciones, pero Chahed, con sus mejores palabras, ha dado a entender que esperará a ese «Plan Marshall para África» que Europa está todavía debatiendo.
Velado reproche

La visita del primer ministro tunecino cobra además especial relevancia en Alemania debido a que precisamente de ese país era originario Anis Amri, el terrorista que atentó contra el mercado navideño de Berlín y que asesinó a 12 personas e hirió a medio centenar. Sobre el joven, a quien las fuerzas de seguridad vigilaban al considerar que podría resultar peligroso, pesaba una orden de expulsión de Alemania que nunca llegó a ejecutarse porque la documentación necesaria para ello procedente de Túnez llegó demasiado tarde. Las autoridades alemanas que le habían denegado el asilo político y que lo consideraban un potencial terrorista no pudieron deportarlo a tiempo. Ante el velado reproche, Chahed ha puesto por delante que «lamentamos mucho lo ocurrido en Alemania» y más tarde acudió a depositar flores en la plaza en la que tuvo lugar el atentado y dejó claro que «Anis Amri no representa a Túnez», pero también quiso retirar el foco de la responsabilidad tunecina por no haber enviado los documentos solicitados señalando que «Anis Amri cometió el atentado cinco años después de llegar a Europa, lo que hay que preguntarse es cómo llegó a ese lavado de cerebro». «Hay algo que tengo que decir con claridad», ha reiterado en varias declaraciones, «las autoridades tunecinas no cometieron ningún error».

Este asunto se ha vuelto espinoso para Merkel en año electoral y no es la primera vez que Berlín se exaspera por las reticencias de los países del Magreb a la repatriación de sus nacionales desde suelo alemán. Hace ya un año, Alemania denunció la lentitud de las repatriaciones y, según las estadísticas, tunecinos, argelinos y marroquíes, un grupo que solo obtiene el estatuto de refugiado en Alemania en un 0,8%, 2,7% y 3,5% de los casos respectivamente, son los más difíciles de devolver a sus países.

El problema se ve muy diferente desde Túnez, un país en el que muchas familias viven de los recursos enviados por los jóvenes instalados en Europa y donde, a finales de 2016 y tras el atentado de Anis Amri en Berlín, las manifestaciones se multiplicaron en las calles contra el regreso de yihadistas tunecinos radicalizados en Europa. Con cerca de 5.500 tunecinos en las filas de organizaciones como Daesh, principalmente en Irak y Siria, Túnez es uno de los principales países donde estos grupos reclutan a sus combatientes. El gobierno considera que su regreso podría ser desastroso para un país que ha conseguido, pese a la crisis económica y a los reiterados atentados, preservar su estabilidad y sus progresos democráticos.

Al mantener la promesa de apoyar Túnez en su política de desarrollo y de inversiones, Merkel parece rechazar la propuesta de otros responsables alemanes que defienden condicionar la ayuda económica al país en función de sus avances en materia migratoria.

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