Mauritania, vista y oída

La Vanguardia, 17-03-2006

CARLOS SENTÍS – 17/03/2006

SE CALCULA QUE EN Mauritania hay centenares de miles de subsaharianos aguardando turno para un pretendido embarque

CARLOS SENTÍS – 17/03/2006

Los ejes de la actualidad suelen pasar por lugares geográficos trillados. De vez en cuando aparece un país inédito en el acontecer del panorama internacional. Generalmente se debe a alguna catástrofe natural o convulsión social. No es éste, venturosamente, el caso de Mauritania. Ha aparecido en nuestros medios de comunicacíón debido al problema de los emigrantes, que salidos de las playas mauritanas navegan hacia un naufragio o un amerizaje en las playas canarias. Mauritania sólo aparece anualmente en nuestras pantallas cuando la carrera motorista de Dakar cruza el país de parte a parte para alcanzar el vecino Senegal, cuya capital es la meta. Hogaño Mauritania se ha hecho presente por el número de inmigrantes que han llegado a las Canarias a bordo de embarcaciones, que ya no son pateras sino barcas pesqueras de mayor calado.

Todos hemos leído que en un solo día hubo 40 muertos en una arribada forzosa de dos pesqueros dañados por el temporal y por la falta de conocimientos de navegación de sus tripulantes. Ahora mismo en las Canarias se han roto los moldes de albergue o estacionamiento de los que llegaron a las playas y otros salvados, más que detenidos, en el mar abierto por parte de las unidades de vigilancia española.

Es un consuelo, sin embargo, comprobar que de un éxodo iniciado solamente hace unas semanas se pueda esperar que haya llegado si no el final, por lo menos un declive casi vertical. Las autoridades de Mauritania, que se declararon incapaces de vigilar sus dilatadísimas playas, han recibido ayudas europeas y han empezado ya a poner orden en los puertos pesqueros – especialmente Nuadibu – , donde se centra el 50 por ciento de los ingresos del país más despoblado de África. Mauritania, cuyas tierras arables no alcanzarán ni el uno por ciento, vive casi más del mar que de la tierra, en su mayor parte la franja meridional del Sahara. Comen el pescado, pero, además, tienen también una industria conservera, que constituye su mayor exportación. Por otro lado la población, que no llega a los dos millones de habitantes, se concentra en gran parte en la franja meridional contigua al río Senegal, que justamente constituye la frontera con el país, ya de raza negra, que lleva ese nombre.

España y tanto como ella la Unión Europea deberían organizar un sistema doble: posibles ayudas por una parte, e impedimento férreo a la entrada inmigratoria que, de otro modo, colapsaría todo lo imaginable. Se calcula que en estos momentos en Mauritania hay centenares de miles de subsaharianos aguardando turno para un pretendido embarque. Generalmente proceden de países limítrofes, como Mali o Guinea – Bissau. Si circuló el tam tam de una tierra prometida a base de arriesgar la vida en una azarosa navegación, ahora el mismo tamtan debería anunciar que el acceso a España y Europa es imposible: mortal si hay naufragio y detención y vuelta atrás al intervenir los servicios de vigilancia. Hemos dicho tamtan, pero en realidad actualmente en el África negra y especialmente en la parte occidental de las ex colonias francesas existen antenas parabólicas y, además, algunos poseen teléfonos móviles, a través de los cuales hablan con sus parientes instalados en Europa. Hace pocos días en 30 minuts, de TV3, salió un fotógrafo uruguayo afincado en Fuerteventura que ha coleccionado imágenes con la llegada de náufragos y pateras y que ha ido a Mali, donde, desde el seno de una familia, habló por el móvil con un hijo instalado en Sant Cugat del Vallès. Cierto es que huir de la miseria para labrarse una mejor vida es una inclinación natural. Pero, además, no todos los emigrantes aludisos carecen de medios. Atraídos por las imágenes televisivas, están dispuestos a lograr una plaza en una embarcación abonando a las mafias un dinero procedente de sus ahorros o de préstamos. Por todos los medios de comunicación disponibles debería hacérseles llegar unas advertencias no solamente sobre el riesgo del intento, sino de la imposibilidad de alcanzar España. Una hemorragia que esperamos se corte a tiempo para bien de todos; para empezar, por los propios candidatos a la aventura.

Como contraste de este panorama conflictivo, guardo de Mauritania unas imágenes resplandecientes. Corresponsal en París en 1960 de La Vanguardia y de Clarín de Buenos Aires, un colega francés encargado de los servicios de prensa de la Mauritania que lograba la independencia me invitó a los actos oficiales, que se celebraron en Nuakchott. Nada de gran boato, porque la modestia del país y la calidad de su presidente, Mojtar Uld Dadhah, que había pasado por las universidades francesas, hizo que las ceremonias fueran dignas, pero no pomposas. La capital tenía, en aquel entonces, sólo quinientos habitantes. En realidad, una calle con cabañas construidas sobre pivotes hincados en la arena del desierto. Sólo algunas construcciones eran de ladrillo visto, en una de las cuales me alojaron. Los que estaban mejor aposentados eran los instalados en lujosas tiendas de campaña, algunas de las cuales se las habían traído los propios invitados, generalmente jefes de países también africanos. En momentos no ceremoniosos pudimos hacernos con un coche e ir al mar, bastante próximo. Allí, en una inmensa playa, nos bañamos. Tuvo la misma idea Karim Aga Khan, quien, con sus acompañantes, vino a nuestra vera. Le conocía yo bastante y habíamos comido juntos varias veces en París. Celebramos una zambullida que supo a gloria en unas aguas que en aquel momento lo eran todo menos trágicas.

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