La cooperación entre España y Marruecos aleja la salida de inmigrantes hacia el sur

La Vanguardia, 17-03-2006

Marruecos contempla desde un segundo plano la nueva crisis migratoria clandestina que vive España con la llegada masiva de cayucos a Canarias. Se repiten los parámetros. Desde África: centenares de kilómetros de costa por vigilar, escasez de medios materiales y económicos, política de inmigración restrictiva. Desde Europa la respuesta también es similar: promesas sobre una futura cooperación, incremento de las medidas de seguridad y exigir la aplicación de los acuerdos de repatriación hacia el último país que recorrieron los inmigrantes clandestinos antes de pisar suelo español.
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El problema es que Mauritania, el país más pobre del Magreb, tiene todavía menos capacidad que el reino marroquí para frenar la salida de cayucos de sus playas, ni para satisfacer las exigencias europeas. Así, poco a poco, aunque cada vez de forma más contundente, las personas que huyen de la guerra, la pobreza y el hambre, arriesgan cada vez más y van desplazando su salida hacia su única esperanza de alcanzar una vida digna, desde más al sur del continente africano.
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Tras los saltos masivos en los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla, el pasado mes de octubre, Rabat ha mantenido un amplio despliegue de fuerzas del orden en el norte del país, en las principales ciudades y en el Sahara Occidental. Efectivos de las fuerzas auxiliares, la Gendarmería Real y el ejército han demostrado que, como vaticinaban las asociaciones independientes de lucha contra la inmigración clandestina hace cuatro años, Marruecos puede “cerrar y abrir el grifo” de la salida de pateras cuando le interese.
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Tras las felicitaciones y el reconocimiento europeo, y en especial español, por la actuación del Gobierno marroquí – a pesar del abandono de inmigrantes subsaharianos en el desierto – , Rabat instaló 20 centros de vigilancia en su frontera con Argelia, incrementó la vigilancia en las ciudades y bosques donde se organizan las mafias de personas y volvió a practicar la expulsión ilegal por las fronteras del este del país y el sur del Sahara Occidental.
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La intensa vigilancia en el Estrecho también ha provocado que los marroquíes prefieran salir de países como Túnez o Libia hacia Italia.
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La Asociación de Familiares y Víctimas de la Inmigración Clandestina (Afvic) alertó de que las autoridades libias han detenido a 2.000 marroquíes sospechosos de querer emigrar ilegalmente a Europa. Una cifra que las autoridades libias rebajan a 550. Los testimonios recogidos por la Afvic denuncian que “los detenidos son obligados a realizar trabajos forzosos y sometidos a una tortura sistemática”.
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Mientras Marruecos deja, temporalmente, de ser el último paso antes de alcanzar Europa y ya nadie se atreve a referirse a los escasos 14 kilómetros que separan Tánger de Tarifa, aparecen nuevos lugares donde se concentran los inmigrantes. De Magnia (Argelia) se ha pasado a las poblaciones cercanas a Nuadibu (Mauritania), pero las mafias siguen utilizando el territorio marroquí y saharaui para mantener el negocio. Los cayucos que están llegando estos días a Canarias hacen varias paradas en la costa atlántica africana antes de adentrarse en el océano para alcanzar suelo español. Esas paradas, fuera del alcance de la vigilancia marroquí, son el nuevo salvoconducto de las redes.
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La solución a los actuales movimientos migratorios ilegales está identificada: el desarrollo de los países de origen. El mensaje de desesperación y angustia de los que emprenden el viaje sigue siendo el mismo.
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