La inesperada historia que unió a un policía de aduana con una refugiada kurdo iraquí

La Vanguardia, Redacción, 05-01-2017

Noora
Arkavazi, una refugiada
kurdo
iraquí de 20 años, cruzó mar y tierra para alcanzar el sueño de Alemania tras huir de la violencia e inseguridad en Irak. Pero en medio del camino encontró un inesperado ‘obstáculo’ que trastocó su destino.


Un día lluvioso de principios de 2016 ella y su familia llegaban a la frontera de Macedonia con la esperanza de cruzar hasta Serbia y seguir su camino hacia tierras germánicas. Las vallas estaban cerradas y ellos, como otros miles de refugiados, esperaban sobre un suelo embarrado a que las puertas se abrieran.


Noora, que domina seis lenguas, fue a hablar en inglés con uno de los policías que custodiaban la aduana. Era Bobi
Dodevski, que justo ese día no tendría que haber ido a trabajar, pero le había cambiado el turno a un compañero suyo. El “destino” –dice él – les unió, seis meses después de ese encuentro contrajeron matrimonio.



La huida de Irak

La joven kurdo iraquí había abandonado su casa en la provincia de Diyala, en el este de Irak, en enero de 2016. Su padre, ingeniero, fue secuestrado por los yihadistas y pedían por él un rescate de miles de dólares. La familia huyó a Turquía, desde donde se jugó la vida en uno de los botes que cruzan el mar Egeo hacia la isla griega de Lesbos, antes de entrar a Macedonia, siguiendo la ruta que toman cientos de miles de personas que huyen de la guerra y la miseria.

Tres meses después la frontera entre Grecia y Macedonía se cerraría definitivamente dejando atrapados a más 60.000 refugiados. La Unión Europea cortaba la ruta de los Balcanes cuando Arkavazi y su familia pisaban suelo macedonio.

“Tenía un único sueño: Vivir en Alemania con mi familia. Nunca imaginé que una sorpresa me estaba esperando aquí”, afirma Noora a la agencia AFP desde un pequeño apartamento que comparte con Bobi en Kumanovo, al norte de Macedonia. Lo suyo fue amor a primera vista, o al menos para él: “Vi la bondad en los ojos de Noora”, recuerda Dodevski a la misma agencia.

Ese día Noora ardía de fiebre, y después de hablar con Bobi, éste le proporcionó mantas y atención médica para ella y su madre. En los días siguientes, mientras los refugiados esperaban en un campo de acogida en Tabanovce, el oficial llevó a la joven y a su madre al mercado a comprar alimentos y ropa.

Gracias a sus habilidades lingüísticas, Noora empezó a colaborar con los servicios de ayuda humanitaria mientras veía a Bobi jugar con los niños. Recuerda que allí le sorprendió la actitud del policía de 35 años porque chocaba mucho con la frialdad que mostraban sus colegas.

Las fuerzas de seguridad macedonias han sido duramente criticadas por su uso de la fuerza. En febrero emplearon gases lacrimógenos contra las familias que querían cruzar la frontera de Grecia con Macedonia.

Cuatro meses más tarde la familia de Noora continuó su viaje a Alemania, pero ella decidió quedarse en Macedonia, a pesar de la desaprobación de sus allegados. Poco después se casó con Bobi en una boda con más de 120 invitados de distintas religiones. Como ellos, el novio es cristiano ortodoxa y ella kurda musulmana. Las diferencias no importan: “Elegí a un buen hombre. No me quiero casar con nadie más”, pensó ella cuando él le propuso hasta diez veces unirse en matrimonio.

La pareja vive hoy con tres hijos que Bobi tuvo en dos matrimonios anteriores. Noora, que está embarazada, dice sentirse “como en casa” en Macedonia, donde 200 solicitantes de asilo todavía permanecen atrapados en los campos de acogida del país, según informes de la ONU.

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