Editorial

Contraste humanitario

No se trata de cuestionar el fondo de la enorme y dramática crisis de los refugiados y la inoperancia de la UE, sino de evitar confusiones que contribuyan a rearmar el discurso de quienes la usan como pretexto

Deia, , 29-12-2016

LA detención del vizcaino Mikel Zuloaga y la navarra Begoña Huarte en la localidad griega de Igumenitsa cuando trataban de hacer cruzar en el ferri a Italia a un grupo de ocho refugiados, acción descrita por ambos en un vídeo previo como de desobediencia civil y denuncia política ante esa crisis humanitaria y la actitud de la Unión Europea ante ella, debe llevar a una reflexión. Es cierto que resulta harto complicado no comprender, mucho más cuestionar, a quien de forma acertada o todo lo contrario trata de hacer algo ante una crisis que ha hecho evidente la inoperancia, y quizá la despreocupación, de Europa ante un problema de cumplimiento de los derechos humanos. También que esa inoperancia provoca como reacción inmediata la comprensión y el apoyo social a cualquier hecho que sirva de denuncia, tal vez porque de ese modo la amplia mayoría de los ciudadanos que no comparte la actitud de las instituciones europeas pero no ve el modo de ponerle remedio despeja mínimamente su conciencia. Ahora bien, dado que la realidad de la crisis humanitaria de cientos de miles de personas y de la casi nula respuesta de las autoridades europeas es harto conocida en toda la Unión Europea, cabe plantear también el contraste entre quienes han optado por la acción humanitaria en los campos de refugiados o en el mar – de los que en Euskadi hay también ejemplos ciertamente loables – y quienes trasladan al enorme problema de los refugiados, quizá incluso sin el consentimiento explícito de estos, métodos de lucha política que pretenden obtener legitimación – y proselitismo – social. No se trata de cuestionar el fondo del problema, tan nítido como las vergonzosas cifras de acogida, que sólo en el Estado español hablan de la concesión de 220 estatutos de refugiado y 800 de protección temporal de entre más de 15.000 solicitudes de asilo estudiadas el pasado año, o de los 898 refugiados acogidos a día de hoy del contingente de 16.000 comprometidos para setiembre de 2017; sino de evitar la confusión que incluso puede llevar a mezclar las imprescindibles acciones de ayuda humanitaria, tengan o no raíz y objetivos políticos, con el tráfico de seres humanos. Porque esa confusión, aun si fuera consecuencia de actos realizados desde la buena fe, podría contribuir a rearmar el discurso de quienes, desde otros extremos ideológicos, utilizan a los refugiados como pretexto.

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