Mediterráneo: cementerio azul

La Vanguardia, Enrique Figueredo, 25-09-2016

El Mediterráneo se ha convertido este verano en un gigantesco cementerio azul en el que han quedado sepultados bajo sus aguas miles de migrantes. Han sido arrastrados por la desdicha hasta su oscuro fondo. Se hunden por días llevándose con ellos sus truncadas esperanzas. La desesperación y la incapacidad de la comunidad internacional, principalmente de la Unión Europea, para gestionar el gigantesco fenómeno, hacen que no cese este dramático éxodo. En lo que va de año, más de 3.200 personas han dejado la vida en el Mare Nostrum en su intento por alcanzar en embarcaciones más o menos endebles las costas de Europa, esa que se define como representante de valores democráticos universales.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) lleva el tétrico cómputo de todas aquellas muertes que se producen mientras se generan movimientos de población de un territorio a otro por causas económicas o políticas, incluidas las guerras. De su amarga estadística, sobresalen por encima de las demás las correspondientes al Mediterráneo. A gran distancia, se encuentran los fallecimientos que se producen en la zona norteafricana y subsahariana y los que se dan en la frontera entre Estados Unidos y México, que es el tercer enclave del planeta con más muertes de emigrantes.

Esta misma semana se producía una nueva tragedia en el mar. Esta vez en la zona de Egipto. Un barco en el que iban a bordo entre 400 y 600 personas se hundió el pasado miércoles a 12 kilómetros al este de la población de Motobes, en la provincia egipcia de Kafr al Sheij. Sólo 164 pudieron ser rescatadas con vida. La armada egipcia y otros equipos de rastreo se centran en la búsqueda de cadáveres, pues se descarta por completo la localización de más personas con vida.

El acuerdo de devolución de refugiados entre Turquía y la Unión Europea, aunque se cumple de manera irregular y se utilice por la administración de Ankara como elemento coactivo en sus relaciones con su socio europeo con amagos de suspensión, ha hecho que se modifiquen las rutas de esta fuga masiva por el hambre o la guerra. Nuevas líneas marítimas de traficantes de personas se abren en puntos antes poco conocidos como el propio Egipto.

La embarcación que naufragó el pasado miércoles, había salido de algún enclave entre las localidades de Rashid y Baltím, un área poco poblada desde la que hace algún tiempo parten embarcaciones con rumbo preferentemente a Italia. Los náufragos de este último barco de las esperanzas rotas eran principalmente egipcios, sudaneses y eritreos.

El agravamiento de la situación en Libia hace prever que en las próximas semanas se den nuevas salidas masivas al mar.

Frente a los 3.213 fallecidos que arroja la estimación de este último año en todo el Mediterráneo –sin incluir el último hundimiento en Egipto–, se encuentran también el número de supervivientes; la cifra de llegadas de inmigrantes a países como Grecia e Italia principalmente y en menor medida a España y Chipre. Se trata de casi 300.000 personas que lograron alcanzar las costas europeas ya fuera por sus propios medios o por la intervención de navíos de rescate oficiales pertenecientes a cuerpos policiales o militares de los diferentes países que operan allí o gracias al trabajo de organizaciones no gubernamentales que se han traslado con sus embarcaciones a las zonas calientes de la tragedia.

De este modo se produce en alta mar la coincidencia de misiones internacionales auspiciadas por países o por la Unión Europea y las de entidades de ayuda humanitaria como la catalana Proactiva Open Arms.

La Unión Europea desarrolla desde el verano de 2015, concretamente desde el 22 de junio, la misión denominada Eunavformed Sophia “para luchar contra las redes de tráfico de personas, prevenir los flujos de migración irregular y evitar que muera más gente en el mar”, según reza en la documentación que el Ministerio de Defensa tiene colgada en su web acerca de la misión en la que participa personal español de la Armada y del Ejército del Aire. En el global de la misión, en la que participan 24 países, según datos de Defensa, se han salvado 25.900 vidas por intervención directa de efectivos de la misión y otras 38.000 “por otros actores en el área con la contribución indirecta de los medios de Eunavfor”. Esos otros “actores” de los que habla el ministerio son organizaciones humanitarias como Proactiva Open Arms. Su director, Óscar Camps, afirma que la colaboración con los efectivos de la misión “es buena y fluida”. “En alguna ocasión, la fragata Reina Sofía ha dado protección a nuestro barco”, comenta este socorrista que un día decidió ir a salvar vidas al Mediterráneo desde Badalona. Teme que las cifras de fallecidos, contando con las pérdidas humanas del último barco hundido egipcio podrían acercarse a las 5.000, aumenten todavía más porque “en Libia se viven días de mucha convulsión y desesperación que se combinan con previsiones meteorológicas de buen tiempo”. “Me temo que van salir al mar de nuevo a miles”, afirma.

“Sólo pido –clama Camps– que la Unión Europea cumpla con el tratado de Ginebra y con la Declaración de los Derechos Humanos”. Hace referencia a la obligación de dar refugio a aquellos que huyen de la guerra. “Deben abrirse corredores seguros para que las persona puedan solicitar la condición de refugiado –acaba– sin tenerse que jugar la vida”.

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