Siempre nos queda París

La Vanguardia, Màrius Carol, 22-09-2016

La socialista Anne Hidalgo, esa dama francesa de cuna andaluza que preside la alcaldía de la capital de Francia, estará mañana en Barcelona. Comparte con Ada Colau su solidaridad con los refugiados (ambas urbes lideran la red de ciudades refugio), su combate contra los apartamentos turísticos indiscriminados o su desafío al coche privado. Discrepa en su visión sobre el turismo (“tener turismo comporta disponer de riqueza y significa compartir la ciudad”) y en su postura ante los Juegos Olímpicos, hasta el punto de que opta a los de 2024, que permitirían recuperar el Sena para el baño, transformar una zona compleja como Saint – Denis, y recuperar la moral colectiva.

El discurso de Hidalgo resulta sugerente, lo que no significa que no sea discutido. Este mes, un editorial de Le Figaro criticaba las medidas emprendidas contra la circulación rodada para reducir la contaminación y calificaba de autoritaria a la alcaldesa. Es lo que tienen las ciudades de éxito, que deben apostar fuerte por su futuro, aunque a menudo levanten ampollas en el presente. Flaubert proclamó que dejar de amar a París es un signo de decadencia, pero dejar de actuar sería la aceptación de su declive.

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