El barrio de Comillas, contra las mafias

El Mundo, NOELIA MARÍN Madrid / LUIS F. DURÁN Madrid, 25-08-2016

En el barrio de Comillas (Carabanchel Bajo) hay miedo en las calles. Pavor a los clanes que se dedican a la venta de droga en varios bloques de viviendas del Ivima en las calles de Eduardo Rivas y Baleares, entre Plaza Elíptica y Marques de Vadillo. Los vecinos aseguran que la Policía actúa pero con todo han dejado muestras evidentes de su rabia e indignación diaria: «Hartos de mafias gitanas», reza una pintada en la fachada de un centro de mayores. Hay más escritos pero se han borrado.

El problema es que el trapicheo de droga genera un constante trasiego de vehículos y personas que siembran la desconfianza entre los vecinos. «Somos un barrio castigado por los okupas y ahora por los traficantes», se queja una vecina que lleva más de media vida en el barrio y que ahora está triste por la decadencia de una zona que en su día tuvo un gran esplendor.

Nadie sabe quiénes son los autores de las pintadas racistas. O al menos eso dicen. «Se borran pero vuelven a hacerse», señala un joven. La más visible lleva más de dos meses decorando la fachada del centro de Día de Mayores, situado en el número 18 de la calle Baleares. «Es llamativo que haya una pintada así en un espacio concertado con la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento», apunta otra vecina. Otras pintadas han durado menos tiempo y enseguida se borran, señala otra persona.

De lo que no hay duda es de quién hace estallar la convivencia en el barrio. Muchos de los habitantes apuntan a una decena de familias de los bloques del Ivima, situados en la misma manzana del Centro de Mayores. Se trata de unos bloques en los que la Comunidad de Madrid realojó a algunas familias procedentes de poblados chabolistas de los distritos de Usera y Villaverde. En el entorno de este recinto los jóvenes se reúnen mientras la música sale a todo volumen de varios vehículos y furgonetas aparcados en la calle.

«Aquí no se vende droga», zanja uno de ellos. Pese a la insistencia mantienen que no trapichean y que su único medio de subsistencia es la chatarra. «A los que ponen esas pintadas les digo que son racistas», señala un joven. Otro de ellos, de unos 20 años y ya con dos hijos pequeños, bromea con sus amigos: «Todo lo que dicen es mentira. No se vende droga aquí y no se amenaza ni se roba a nadie».

Sin embargo, en el propio centro de Día de Mayores, que ahora luce la pintada, han entrado a robar en varias ocasiones. Una noche intentaron acceder haciendo un butrón desde el cuarto de contadores del portal colindante. En otras tres ocasiones trataron de hacerlo saltando por las ventanas que daban a los soportales, por lo que no tuvieron más remedio que tapiar los accesos.

Según fuentes del centro, la situación se ha agravado durante los últimos años, aunque antes ya se habían encontrado en varias ocasiones las ruedas de las furgonetas pinchadas con clavos. «Hay gente muy maja que lo está pasando muy mal por una o dos familias que viven en los bloques. El portal del número 18 de la calle Eduardo Rivas está «destrozado, sufren amenazas y les han robado hasta los enchufes», denuncia un vecino de la zona.

Apenas tres manzanas más allá, en el número 40 de la calle de Baleares, los vecinos también tienen, desde hace años, problemas por el menudeo con una familia que vive en el tercer piso. Ninguno de los residentes quiere hablar por miedo a represalias. En la calle todos saben que allí se venden estupefacientes las 24 horas del día. «No paran de venir coches de lujo hasta la calle. La gente se baja y sube a un piso. Es fácil saber qué pasa», señala una mujer.

Los mayores inconvenientes llegan al atardecer, cuando el portal se llena de grupos de gente que les impiden el paso. En una ocasión incluso se encontraron los cristales de la puerta completamente rotos.

Con todo, los inquilinos de la calle admiten que últimamente están «más tranquilos» porque hace poco la Policía detuvo a uno de los inquilinos más problemáticos. «La Policía vino y se lo llevo detenido. Creemos que está en la cárcel aunque sigue habiendo gente en esa casa», aclaran. En la puerta, una señal de tráfico tirada en el suelo todavía deja constancia de algún incidente. En ese mismo lugar los vecinos dicen que han pedido en varias ocasiones al Ayuntamiento que retire un poyete en el que «se sientan hasta la madrugada gente muy indeseable».

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