Ni en la peor ficción

La Vanguardia, MÀRIUS CAROL , 29-03-2016

Hércules Poirot fue un detective ficticio belga concebido por Agatha Christie. Jules Maigret era un comisario francés inspirado en un policía de Lieja, ciudad en la que nació su creador, Georges Simenon. Los gemelos Dupond y Dupont eran dos agentes imprescindibles en las aventuras de Tintín del bruselense Hergé. La literatura ha tratado de forma impecable a la policía de Bélgica, pero la realidad insiste en demostrar que su labor es manifiestamente mejorable.

Los atentados de París del 13-N de París y del 22-M de Bruselas ponen en cuestión su profesionalidad. Los errores se acumulan uno tras otro, hasta el punto de pensar cómo la capital institucional de Europa, por la que pasan a diario los principales mandatarios, está en manos de unos servicios de seguridad tan ineficientes. No es de extrañar que el ministro del Interior y el de Justicia presentaran la dimisión tras las explosiones en el aeropuerto internacional de Zaventem y en la estación del metro de Maalbeek. El primer ministro Charles Michel no se la aceptó, porque era una manera de reconocer que su Gobierno no había estado a la altura.

El último episodio de esta serie de despropósitos es la puesta en libertad por falta de pruebas de Fayçal Cheffou, que las autoridades habían identificado como “el hombre del sombrero”, es decir, el tercer terrorista del aeropuerto, el único que no había hecho estallar un cinturón con explosivos atado a su cuerpo. Mientras, en Bélgica existe un encendido debate entre el ministro del Interior, Jan Jambon, que asegura que ordenó cerrar el metro tras el atentado al aeropuerto, y la empresa Stib, encargada del transporte público, que afirma que el mensaje nunca llegó.

Agatha Christie decía que el secreto de la novela policiaca es que el detective no debía saber nunca más que el lector. El drama es cuando en la realidad la policía ignora más cosas que los ciudadanos.

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