Holanda elige a una marroquí como presidenta del Parlamento

“Representa el súmmum de la emancipación y la integración” destacan los compañeros de su partido

La Vanguardia, Beatriz Navarro | Bruselas, 29-01-2016

La nueva presidenta del Parlamento
holandés recuerda vivamente cómo fue el primer día que pisó el país. Llegó de la mano de su madre, en 1975. “Era marzo, al principio de la primavera. Al llegar a Rotterdam esperaba ver flores por todas partes, como las que aparecían en las postales que me enviaba mi padre cuando yo todavía estaba en Casablanca. Tulipanes por todas partes. Rojos, amarillos, morados, como si las calles fueran una alfombra marroquí. (…) La realidad era mucho más gris. Era primavera, pero no en Rotterdam. (…) ¿Dónde está la gente?, pregunté. ‘En casa. Es domingo y aquí son cristianos”.

Khadija
Arib tenía 15 años. 40 años después, la hija de un gastarbeider, uno de los miles de ‘trabajadores invitados’ que llegaron en los años setenta, acaba de ser elegida para una de las más altas funciones del Estado.


“Representa el súmmum de la emancipación y la integración. Eso es lo que los Países Bajos representan, la igualdad de oportunidades sin distinción de origen, sexo u orientación sexual”, celebró orgullosa su compañera de partido, la diputada laborista Keklik Yücel. Arib es la demostración de que “el ‘sueño holandés’ existe”, apuntaron desde las páginas del diario Trouw. “Un ejemplo de éxito de la integración” que Geert Wilders, el líder del PVV (el islamófobo y antieuropeo Partido por la Libertad), debería haber abrazado en lugar de darle la espalda como ha hecho, planteó De Volkskrant. Porque para Wilders, la elección es “una página negra en la historia parlamentaria de Holanda”. Algo parecido dijo en el 2008 cuando Ahmed Aboutaleb fue elegido alcalde de Rotterdam. En ambos casos se trata de elecciones indirectas, pero la carga simbólica de ambos casos es innegable tanto para sus defensores (aunque no es que se hayan tirado cohetes por el logro) como para sus ruidosos detractores.


Khadija Arib ha trabajado con tesón para llegar a su posición actual. Arribó a Holanda gracias a un programa de reunificación familiar. Empezó a trabajar como asistente social, se diplomó en la Universidad, creó una asociación de mujeres marroquíes, se afilió al partido laborista (PvdA) y trabajó en varios organismos públicos en el área social antes de convertirse en diputada en 1998.


Arib defiende y practica con pasión uno de los valores más queridos en Holanda, la libertad de expresión. En 1989 estuvo dos semanas en una cárcel en Marruecos por sus comentarios sobre la situación de la mujer en el país. Ha escrito dos libros sobre la emancipación de las musulmanas: Couscous op zondag (Cuscús el domingo), una obra autobiográfica a la que pertenece el pasaje citado, y Allah heeft ons zo gemaakt (Alá nos ha hecho así), sobre las mujeres lesbianas en los países árabes. “No era mi objetivo”, asegura, pero reconoce que su recorrido “es un ejemplo” para otros.


Arib es la tercera diputada más veterana del Parlamento holandés. Hace tres años se postuló para presidirlo pero su doble nacionalidad eclipsó completamente el debate. Hace tiempo que no renueva su pasaporte marroquí, cuenta, y Rabat no permite renunciar a la nacionalidad. Fracasó y a pesar de lo doloroso que fueron aquellas discusiones –“una operación sin anestesia”— volvió a presentarse cuando, en diciembre, Anouchka van Miltenburg renunció el cargo.


Esta vez, sus colegas ya la conocían bien (ha moderado sesiones como vicepresidenta). Y, salvo por el PVV, esta vez el debate se ha centrado más en sus cualidades personales que en su origen: ¿tiene suficiente aguante?, ¿controlará sus cambios de humor?… Tras cuatro votaciones, ganó. La diputada se confesó “un poco emocionada” el pasado 16 de enero al estrenar el papel presidencial, antes de golpear el martillo para disolver la sesión. Tendrá que usarlo con frecuencia. La vida parlamentaria holandesa es particularmente intensa y en los 15 meses que quedan de legislatura, con la crisis de asilo de fondo, Wilders y sus diputados no perderán oportunidad de quejarse de su “presidenta de pacotilla”, como la califican. “Doble pasaporte equivale a doble lealtad, ¡inaceptable!”, claman.


Igual bienvenida dieron a Aboutaleb cuando el consejo municipal de Rotterdam le eligió alcalde hace ocho años. También él se crio en Marruecos, en las montañas del Rif. Llegó a Holanda con 14 años, aprendió neerlandés, se formó como técnico de telecomunicaciones y trabajó como periodista. Desde esa profesión saltó a la política de la mano del exalcalde de Amsterdam, el laborista Job Cohen. Como Arib, Abutaleb ha hechos suyos valores y usos tan holandeses como los tulipanes y el estilo directo y franco. “¡Haced las maletas y largaos de aquí si no os gusta la libertad!”, dijo tras los atentados contra la revista Charlie Hebdo, cometidos por franceses hijos de inmigrantes.


Integrarse en el país de acogida es “participar en la sociedad, adaptarte y aceptar sus leyes y su Constitución”; “si vienes aquí voluntariamente, no es cuestión de que te guste o no, simplemente tienes que aceptarlo”, defendió hace unos días en un encuentro que mantuvo con la prensa europea en el Ayuntamiento de Rotterdam, esa ciudad más bien gris, sin tulipanes en las calles, donde dos holandeses de nombre árabe han hecho historia.

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