A TORRE VIXÍA

¿Qué le pasa a Francia?

La Voz de Galicia, XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS, 10-12-2015

Siempre pasa lo mismo: empiezan a cantar La marsellesa, inventan la guillotina (que ahora tiene forma de guerra no declarada contra el vago concepto de Estado Islámico), y desenfundan todos sus sables brillantes para rendir honores a un poder acartonado, y acaban entronizando a Napoleón Bonaparte, a Napoleón III, a Thiers, a Petain o a Marine Le Pen. La sangre impura, es cierto, riega con frecuencia los surcos de Francia – «Qu?un sang impur abreuve nos sillons!»-, aunque en el último apocalipsis, tras el pinchazo de l?Armée en la guerra contra el nazismo, la esta vez purísima sangre que regó los surcos de Francia era inglesa, americana, canadiense y australiana.

Claro que también es verdad que, como dice el refrán, «coge buena fama y échate a dormir». Y nada parece empañar el aura progresista y republicana de nuestros adorables vecinos: ni el fracaso evidente de su modelo de integración; ni el descarrilamiento inesperado «tu quoque Galia mea?» de la Constitución para Europa; ni las arroutadas belicistas del Sarkozy que nos metió en el genocidio de Libia y del Hollande que nos está enzarzando en el vengativo avispero sirio; ni el derrumbe de su liderazgo en el proyecto europeo; ni el hecho de que, al son de La marsellesa, estén recreando la ultraderecha europea. ¡Francia es laica, y todo se le perdona!

Pero reconozco que esta impunidad frente a las cantadas de la Historia es plenamente lógica. Porque el mismo país que siendo derrotado ocupó un sillón entre las potencias del Congreso de Viena, y que logró convencernos de que el imperialismo napoleónico ejemplo de destrucción, abuso y rapiña fue una bendición del cielo que introdujo el liberalismo en Europa, y que borró el régimen de Vichy de la memoria de una Europa que aún se relame dolida de las heridas del nazismo, el fascismo y el franquismo, también nos está convenciendo ahora de que la modernidad vuelve a florecer en las miles de marsellesas que ocultan el indecente ruido de sables y el incomprensible auge de una extrema derecha que vienen a confirmar que ni entienden nada de lo que les pasa, ¡ni falta puñetera que les hace! Porque en Europa nunca faltará quien se crea el tópico de que todo el continente se hizo mayor, libre, igual y generoso gracias a Francia, y que todos los errores quedan sobreseídos cuando un fulgor de sables y polainas le sirve de marco ceremonial al canto de La marsellesa.

No le deseo ningún mal a mi admiradísima Francia, ya que su historia malgré lui! es tan grande y tan larga como la nuestra. Lo único que quiero es que perdamos el complejo que nos obliga a envidiarles e imitarles, y que no nos deja ver en cuántas cosas difíciles les estamos dando magníficas lecciones. Porque nos vendría bien ganar independencia de criterio. Y porque creo que esta vez nos merecemos algo de orgullo.

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