Los malos con los buenos

El Mundo, VICTORIA PREGO, 24-11-2015

En España todo empezó tras el atentado del 11-M. Fue entonces cuando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se dieron cuenta de que estaban prácticamente inermes ante la magnitud de la amenaza que se acababa de concretar de una manera trágica en los trenes.

Desde entonces acá, el esfuerzo llevado a cabo por la Policía, la Guardia Civil y el CNI ha sido titánico. Porque tuvieron que aplicarse con urgencia a multiplicar el número de confidentes e infiltrar a multitud de informadores en las filas del yihadismo, que no se había considerado hasta entonces como el mayor peligro para la sociedad española. Nosotros teníamos a ETA. Pero las dificultades eran enormes. En primer lugar había que captar informadores árabes, o de aspecto físico asimilable que se pudieran integrar en las comunidades que frecuentaban las mezquitas. En segundo lugar tenían que ser hombres y mujeres con un conocimiento exhaustivo del Corán y de sus enseñanzas. Debían también estar perfectamente familiarizados con las costumbres y los rituales de esa comunidad. Y en tercer lugar, y para poder interceptar las comunicaciones entre los sospechosos, se necesitaban traductores que dominaran la multitud de dialectos con que éstos se comunicaban. Y, una vez encontrados los cientos de mirlos blancos con esas capacidades, había que tener la inmensa fortuna de que quisieran colaborar con la Policía. Pues bien, todo este trabajo ingente y complicadísimo se logró hacer en España sin que los ciudadanos seamos mínimamente conscientes de la tarea inmensa que hay detrás de cada detención de un presunto terrorista.

Y esto, que es de una extraordinaria dificultad en España, se multiplica hasta el infinito en países como Bélgica, Alemania e incluso Francia, porque, a ver cómo se infiltra un teutón rubio, o un belga con los ojos azules, en una comunidad de sirios, marroquíes o libios y cómo, aunque los encuentren cetrinos de piel, pueden hablar un dialecto árabe con la fluidez con que se bebe una cerveza.

Hay, sin embargo, un arma que hasta ahora no se había esgrimido públicamente y que va a resultar determinante para detener la escalada terrorista contra las democracias occidentales: las redes. Y tan es así que las policías de toda Europa están recurriendo a quienes antes perseguían para sumar sus fuerzas contra el terror: a los piratas informáticos, que ahora son requeridos para ahogar las conexiones que los yihadistas usan para reclutar a los futuros asesinos en masa. Ahora la esperanza está en Anonymous y en grupos de malos como éste que, si se ponen al lado de los buenos para acabar con el terror, acabarán siendo objeto de homenajes de dimensión mundial. Paradojas.

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