Hollande alarga el estado de emergencia

El País, ENRIC GONZÁLEZ PARÍS ENVIADO ESPECIAL FRANCISCO CARRIÓN EL CAIRO, 17-11-2015

Francia se declara «en guerra». En Siria y en su propio territorio. El presidente, François Hollande, extenderá el estado de emergencia al menos tres meses más, propondrá una reforma constitucional para dar más poder a la policía y multiplicará los bombardeos sobre las posiciones sirias del Estado Islámico. Una víctima colateral de la reacción francesa será la estabilidad presupuestaria, la política de recortes. Hollande quiere gastar lo que haga falta para elevar la seguridad de los franceses.

Tres días después de los atentados del viernes, con toda la pompa posible (reunión conjunta en Versalles de la Asamblea y el Senado, himno nacional cantado por todos los parlamentarios, Torre Eiffel iluminada con el tricolor de la bandera), Francia emprende un nuevo rumbo. Hollande encontrará, probablemente, a una oposición muy dispuesta a apoyarle en el endurecimiento de las medidas antiterroristas. El presidente de la República, que hasta ahora intentaba mantener un equilibrio entre el socialismo gauchista y contrario a las medidas excepcionales, y el socialismo duro y pragmático representado por su propio primer ministro, Manuel Valls, se ha decantado claramente hacia lo segundo.

En primer lugar, Hollande quiere incrementar su potencia de fuego en Siria. El portaaviones Charles de Gaulle llegará a la zona en los próximos días y triplicará el número de cazabombarderos franceses. Al decir que actuará «de forma despiadada», Hollande recuerda al George W. Bush posterior al 11 de septiembre de 2001. Todos los ataques se concentrarán contra el Estado Islámico, y para ello Francia intentará que Rusia, defensora del régimen de Bashar Asad, sume sus recursos militares a los franceses y estadounidenses. Ello hace pensar que Asad ganará un margen precioso para mantenerse en el poder. Ya no importa que sea él quien más muertos causa en la guerra, ni que fuera él quien liberara a los yihadistas encarcelados en Siria. La destrucción del Estado Islámico se ha convertido en un objetivo nacional para Hollande.

En el ámbito interior se anuncia una batería de medidas que incluyen una reforma de la Constitución para que el estado de emergencia no implique la cesión de poderes excepcionales al ejército, como actualmente prevé la ley, redactada hace 60 años durante la guerra de independencia en Argelia; la contratación de 5.000 nuevos policías y 2.500 nuevos funcionarios para las prisiones y los juzgados; la retirada sistemática de la nacionalidad francesa a las personas con doble pasaporte implicadas en actividades terroristas; la eliminación de ciertas trabas al uso de armas de fuego por parte de la policía; y, como se esperaba, la ampliación por al menos otros tres meses del estado de emergencia decretado el viernes. Esta medida permite, entre otras cosas, que la policía practique registros y detenciones sin tutela judicial.

Otra nueva ley permitirá simplificar los trámites para expulsar de Francia a los imanes que predican la violencia. Eso es un guiño, un brindis al sol: casi todos esos imanes se han ido ya, y los sermones yihadistas se realizan a través de internet. Más relevante será la nueva reglamentación que se aplicará a los ciudadanos franceses que acudan a combatir en Siria. Hasta ahora existía sobre ellos un control administrativo. En adelante podrán ser encarcelados de forma automática y privados de la nacionalidad, si poseen también otra.

La reacción francesa tendrá consecuencias en toda la Unión Europea. François Hollande proclama que «la seguridad está por encima de la estabilidad», es decir, del control presupuestario. Cualquier guerra cuesta grandes cantidades de dinero. El despliegue en Siria y el robustecimiento de la policía en territorio francés elevarán el déficit ya importante de las cuentas públicas francesas, y difícilmente podrán oponerse Berlín y Bruselas: dado que para Hollande su país está en guerra, invocará de ser necesario los artículos de los tratados de la Unión que establecen una solidaridad automática de todos los demás miembros cuando uno de ellos es atacado.

También puede haber efectos en materia de inmigración. Aunque Hollande se limita a exigir más control en las fronteras externas de la Unión, la oposición conservadora reclama que se limite también el movimiento de personas dentro de la zona Schengen, es decir, entre los países europeos, y con elecciones presidenciales el año próximo el presidente socialista no querrá parecer menos duro en esta materia que sus rivales de la derecha y la ultraderecha.

Los espasmos de violencia salvaje que desgarraron París la noche del viernes buscaban provocar una respuesta concreta. Una réplica que, según la decisión final de los Gobiernos occidentales, puede avivar el fuego y servir a la organización yihadista más poderosa del planeta para nutrir sus filas, apuntalar su existencia, y seguir alimentando su ideario a base de represalias, incomprensión y conflictos sociales.

¿CAMBIARÁN LOS ATAQUES EN PARÍS LA INTERVENCIÓN EN SIRIA E IRAK? Francia ha incrementado ya los ataques aéreos sobre las posiciones del autodenominado Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés) en Siria mientras crecen las voces que exigen una intervención terrestre de la coalición internacional que dirige Estados Unidos. «Ya se han llevado a cabo muchos bombardeos y se han atacado objetivos del IS. Para destruirlo hay que hacerlo por tierra», señala a EL MUNDO el experto Kamal Habib, quien fuera durante varias décadas un prominente yihadista egipcio. «Lo cierto es que la coalición no está preparada para una intervención terrestre», agrega. Washington sigue descartando tal escenario con el recuerdo dramático de la pesadilla que desató la invasión de Irak en 2003. Aquella imagen de las tropas americanas administrando la herencia de Sadam Husein sirvió de combustible a Al Qaeda en Irak, el germen del actual IS. Su presencia fue vendida por los yihadistas como una ocupación y les resultó muy útil para granjearse el favor de la población suní, cada vez más alienada ante el ascenso político de los chiíes. Barack Obama insiste en que la derrota del IS debe tener como artífices a los propios musulmanes suníes pero la ecuación está lejos de cumplirse. La posibilidad de una rebelión urdida en los confines del califato es muy débil y las unidades suníes de las fuerzas de seguridad iraquíes que se entrenan en la limítrofe región del Kurdistán iraquí languidecen sin apoyo logístico de Bagdad.

¿CUÁL ES LA ALTERNATIVA A UN ATAQUE TERRESTRE? Paradójicamente organizaciones como el Instituto para el Estudio de la Guerra, que vigila el desarrollo de la contienda en Siria e Irak, apuestan por aumentar el despliegue castrense de EEUU centrado en tareas de coordinación y asesoría y dejando la batalla directa a las fuerzas iraquíes. «Se requieren unos 10.000 soldados estadounidenses sobre el terreno. Irak no necesita en este momento brigadas de combate estadounidenses que lideren la batalla sino más fuerzas especiales, expertos en tácticas aéreas para dirigir con precisión los bombardeos en ayuda a los iraquíes que luchan sobre el terreno y apoyo adicional de helicópteros y artillería y otras capacidades técnicas que solo EEUU puede proporcionar», señalan los analistas del citado Instituto, Kimberly y Frederick Kagan. Esta campaña contaría con la oposición de Irán y las milicias que patrocina en suelo iraquí. Washington –agregan– debe evitar el choque directo apoyando al primer ministro Haidar al Abadi contra sus rivales políticos chiíes y respaldando su agenda reformista.

¿HAY QUE HACER FRENTE COMÚN CON RUSIA Y PERDONAR A ASAD? François Hollande instó ayer a una coalición conjunta y avanzó que se reunirá con Obama y Putin, partidario de esta sinergia. El destino de Bashar Asad es el abismo que les sepera. «La coalición de Rusia, Irán y Hizbulá no está luchando para derrotar al IS sino para mantener el régimen de Asad», afirman Kimberly y Frederick Kagan. «Asad ha sido el motor principal de la radicalización del conflicto sirio. Sus ataques violentos contra manifestantes pacíficos y seculares en 2011 inauguraron esta guerra». Todos coinciden, en cambio, en que la solución al caos sirio –el río revuelto en el que supo pescar el IS– sería la tumba de la organización de Abu Bakr al Bagdadi. «Hay que hallar un final a la crisis de Siria para que llegue el principio del fin del IS», recalca Habib.

¿MODIFICARÁN LOS ATENTADOS LA ACOGIDA A LOS REFUGIADOS? Los sectores más conservadores han aprovechado la conmoción para abogar por cerrar las puertas a los refugiados que huyen del polvorín sirio. El IS ha sido muy crítico con todos aquellos que han arriesgado sus vidas para escapar –en parte– de su yugo. La imagen del éxodo es un golpe contra su propaganda de una vida feliz en el califato, la oferta con la que han seducido a no pocos combatientes extranjeros. Una Europa blindada al dolor que habita más allá de sus fronteras es la respuesta que persiguen los yihadistas. «Es imposible cerrar nuestras fronteras de un modo tan hermético que nuestros adversarios, decididos y astutos, no puedan penetrarlas. Tampoco podemos controlar a nuestras comunidades musulmanas con tanto cuidado que no existan parcelas que escapen a nuestra atención», apuntan Kimberly y Frederick Kagan.

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