Confesiones a un mulá en el metro de Teherán

La función del clérigo es consultar el Corán para resolver las dudas de los creyentes en la práctica del islam en su vida cotidiana

El Mundo, ZAHIDA MEMBRADO TEHERÁN QOM, 14-11-2015

En los bajos de la estación de Metro de Sadeghiyeh, al oeste de Teherán, un mulá con túnica gris perla y turbante blanco lee tranquilamente el Corán sentado frente a una pequeña mesa auxiliar.

Para la mayoría de los pasajeros, la presencia del religioso, algo fuera de lugar en un entorno tan poco beato como es una grisácea y concurrida estación de metro, pasa inadvertida. De repente, una joven, de no más de 20 años, se detiene frente a él, toma asiento y arranca la perorata: «El otro día, recé con las uñas pintadas. Estoy preocupada porque no sé si ello contraviene el sentido de mis oraciones». El mulá la escucha, ojea el Corán y responde: «No es lo mejor, pero si tus oraciones son sinceras, no pasa nada». La estación de metro convertida en un confesionario.

Es Muharram, el primer mes del calendario musulmán. El país entero está de luto en recuerdo por la muerte del imán Hussein, nieto del profeta. Los altavoces de la estación sólo emiten, a un volumen excesivo cánticos coránicos, los más tristes posibles. Prohibido expresar alegría en público. Las calles de Irán son estos días un gigantesco velatorio.

En este contexto, y en plena hora punta, el mulá escucha bajo tierra a aquellos pasajeros necesitados de resolver cuestiones existenciales relacionadas con la religión. «Algunas personas me preguntan sobre la relación entre hombres y mujeres en el seno de la familia. No tienen claro qué está permitido y qué no según el grado de parentesco. Mi función es consultar el Corán en busca de respuestas que alivien sus dudas», explica a EL MUNDO el mulá, de nombre Ali Ghorbani.

Una mujer mayor envuelta en un chador espera su turno. Cuando la joven se levanta, ella ocupa su sitio. «Tengo un dinero ahorrado y no sé si destinarlo a un viaje de peregrinaje a la Meca o a ayudar a las personas sin recursos». El clérigo razona: «Si tienes mucho, mucho dinero, es mejor que lo inviertas en ayudar a las personas que lo necesitan y te reserves un poco para ti».

El clérigo de la estación de metro, Ali Ghorbani, se ha formado en Qom, una ciudad situada a 126 kilómetros de Teherán, desde donde los mulás y ayatolás más poderosos de la República Islámica mueven los hilos que dirigen el país. Y en esa pequeña y sofocante urbe, al final de un callejón, se encuentra el mayor centro de respuestas a cuestiones religiosas de Irán, donde un buen número de clérigos se dedica a realizar el mismo trabajo que Ghorbani.

Esperamos en la puerta del local 45 minutos, hasta que un mulá en chancletas y sin turbante nos invita a pasar. Licenciado en Estudios Religiosos y Filosofía, explica que el centro funciona como una consulta multitarea donde se atienden las dudas de los ciudadanos por teléfono, e-mail o en persona. «La mayoría de las preguntas están relacionadas con la legislación religiosa. La gente tiene dudas acerca de sus deberes con el islam».

Dudas como… «Dudas como a qué hora rezar o qué ropa llevar durante las plegarias». Por ejemplo, «el otro día, una mujer explicó que mientras tenía a su bebé en brazos éste se orinó. Estaba preocupada porque no sabía cómo debía lavar la ropa para que quedara lo suficientemente limpia como para poder volver a rezar con ella». ¿Y pues? «Pues el islam dice que bajo los rayos del sol todo queda limpio, cosa que ella ya sabía, pero ese día el sol no era intenso, por lo que no estaba segura si con un día medio nublado su ropa volvía a estar pura».

Por la conversación mantenida con el mulá, todo apunta a que en este centro hay respuestas para todas las preguntas posibles. «En este lugar trabajan expertos en estudios islámicos, ética, jurisprudencia e historia que se reúnen de manera periódica para consensuar las respuestas exactas en base al Corán», subraya. Así, durante el mes de Ramadán, asegura, las consultas se multiplican.

«Este año, tuvimos que ponernos de acuerdo para dar respuesta al siguiente dilema: durante el Ramadán hay que ayunar hasta que anochece, pero el Corán contempla que si te alejas 22 kilómetros de tu ciudad puedes saltarte el ayuno. Sin embargo, esta excepción se estableció en tiempos muy antiguos, cuando esta distancia se consideraba muy larga; pero en la actualidad, con los coches climatizados que alcanzan grandes velocidades, no parece que esté justificado saltarse el ayuno por tan sólo 22 kilómetros», argumenta el mulá, subrayando la relevancia de la cuestión.

En el centro también trabajan mujeres religiosas que atienden temas «muy privados» de otras mujeres como «los relacionados con la menstruación, las relaciones sexuales o sus obligaciones como esposa». El islam planifica y prevé instrucciones para cada etapa de la vida de un creyente. Sin embargo, hay ocasiones en las que las creencias y la legislación entran en conflicto. «Y ahí es donde entramos nosotros».

¿Alguna pregunta imposible de responder? «Me preguntan mucho a dónde vamos cuando morimos. No me resulta fácil dar respuesta a semejante cuestión».

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