Puede que sea alguna de las personas a las que estos guipuzcoanos rescaten de un Mediterráneo que se ha convertido en una tumba de refugiados y migrantes. Puede que no. Un día más, todo son incógnitas sobre la llegada de las personas que ahora se encuentran en Europa a la espera de abandonar los campos provisionales o los caminos para poder iniciar una nueva vida.

Los primeros en recalar en Euskadi, los tres eritreos, se han alojado en Bilbao, pero todo indica que el próximo remanente habitará en Donostia. Desde su ayuntamiento, la concejala de Cooperación, Duñike Agirrezabalaga, confirmó que hay ya tres viviendas públicas sin habitar que se han habilitado para poder ser ocupadas en cualquier momento. No tiene más datos, aunque organizaciones como CEAR ya han avisado que no será este mes cuando se produzcan nuevas llegadas. Se habla del mes de diciembre, incluso de enero.

Tampoco en la Diputación de Gipuzkoa se saben más noticias que las que se van haciendo públicas a cuentagotas, con pocas explicaciones desde el Gobierno central. «No podemos hacer nada», explican desde el departamento foral de Política Social que encabeza Maite Peña. «De momento la idea es que les traerían a San Sebastián. Nosotros estamos dispuestos a hacer lo que haga falta, tenemos la mejor de las disposiciones, pero nos encontramos entre dos aguas. No sabemos en qué podemos colaborar».

Lo que parece claro es que en las instituciones ha sorprendido el número tan pequeño de refugiados que ha llegado, aunque se sigue hablando de que se alcanzarán los trescientos.

Mientras tanto surgen nuevas iniciativas como la de estos socorristas guipuzcoanos que también van a precisar el apoyo institucional. Si no es desde un punto de vista económico, sí al menos desde el burocrático. «Estamos en plena vorágine, solo queremos que nos faciliten las cosas», afirman.