La crisis de los refugiados que en cientos de miles se agolpan a las puertas de Europa desde hace meses ha terminado por hacer evidente las diferencias en la actitud frente a ella tanto de los diferentes Estados miembro de la Unión Europea como de los distintos niveles institucionales existentes dentro la misma. Al respecto, no cabe obviar que la propuesta de acogida y el reparto de cuotas de refugiados planteada por el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, por el que la UE acogerá a 160.000 refugiados – los 40.000 planteados en el cupo inicial y 120.000 más – tiene carácter “obligatorio” y el propio Juncker, en su presentación, advertía con “sanciones financieras” a los países que no se avengan a cumplir con el reparto planteado por la Comisión, esgrimiendo además el exiguo porcentaje de población (0,11%) que supone para la UE. Así, cabe considerar que el cambio de discurso del Gobierno Rajoy no surge de una mejor disposición hacia el drama, ni siquiera de un repentino descubrimiento de los principios éticos que se les han echado en falta hasta ahora, sino de la asunción de la obligatoriedad y las consecuencias impuestas por Europa y de la asunción por ésta de un coste de 6.000 euros por refugiado. Prueba evidente es que el Ejecutivo central sigue sin facilitar un plan detallado, ni proyecto propio alguno, ni supuestos de reparto por comunidades, pese a que las cifras de recepción de refugiados asignadas al Estado – finalmente 19.219, unos 250 para Navarra – se conocían con antelación. En ese sentido, el esfuerzo por encauzar la recepción de los expatriados desde otros niveles institucionales, con el Gobierno de Barkos y el municipal de Asiron al frente del movimiento solidario en el Estado español, contrasta con el de un Gabinete de Rajoy que se ha limitado a respaldar a regañadientes en el Congreso una enmienda de la oposición para destinar una partida de 200 millones a la atención de un problema que, además y a su pesar, se mantendrá y extenderá mientras no se solucionen las causas que lo originan. Una causas que no se abordarán en la reunión de hoy entre los ministros de Interior de la UE, cita a la que llegan divididos mientras el Mediterráneo sigue cobrándose vidas de inmigrantes, pues ayer mismo pereció al menos una treintena larga en un naufragio a 15 kilómetros de Turquía. Prueba de la fractura es que Alemania reimplantó ayer mismo los controles fronterizos como medida de presión para un reparto “más equitativo” de los refugiados.