Tribuna abierta

Alemania, la tierra anhelada

Deia, Por Javier Elzo, 12-09-2015

QUIÉN lo hubiera dicho en el año 1945? Desde hace muchos años me fascina la reunificada República Federal Alemana. Para bien y para mal. El país de Goethe y de Beethoven es el mismo que el de Hitler, quien no solamente alcanzó el poder por las urnas sino que, como afirman autores prestigiosos, era apoyado por la gran mayoría del pueblo alemán en 1938, cuando ya las Leyes de Nuremberg de 1935 no ofrecían duda alguna de lo que suponía el nazismo. (Recomiendo vivamente la lectura de la “biografía narrativa” de Adolf Hitler, de John Toland, en Ediciones B. 2009. Tiene 1.350 páginas, más 200 de notas, el original en ingles es de 1.976, pero nada substancial se ha sabido después y la traducción es más que excelente). Pero también es cierto que los alemanes perdieron la Primera Guerra Mundial, con una humillante capitulación en Compiegne y una no menor humillación de los Tratados de Versalles al incluir estos unas condiciones de reparación a los países vencedores de la contienda imposibles de cumplir, condiciones que muchos sitúan en la base del triunfo nazi en enero de 1933, con la infausta lógica de “vencedores y vencidos” de la que también nosotros podríamos aprender algo.

La derrota en la Segunda Guerra Mundial, deja un país literalmente destruido. Véase la película Alemania 1945 de Rossellini o léanse los libros Después del Reich, de Giles MacDonogh, o Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, de Keith Lowe (ambos en Galaxia Gutenberg, Barcelona 2010 y 2012, respectivamente). Y ahora, en 2015, Alemania con una canciller originaria del Este, Angela Merkel, fuente de odio para muchos habitantes del sur de Europa, quizás recordando sus largas marchas y millones de desplazados al final de la derrota en 1945, afirma estar dispuesta a acoger hasta 800.000 emigrantes provenientes de los países en conflicto, Siria (particularmente), Irak, Eritrea etc. En algunas páginas sirias de Facebook se puede ver que “Mama Merkel” substituye en los pósters al tirano Bashar al – Asad y, en vez del “te queremos” en árabe, se puede leer su traducción en alemán: “wir lieben dich”. Merkel, el miércoles pasado, defendió que la llegada de cientos de miles de refugiados a Alemania implica “más oportunidades que riesgos”.

Según ACNUR, desde enero hasta ahora han llegado a Europa por mar 366.000 personas (219.000 en 2014) y al menos 2.800 han muerto en el intento, la mayoría cuando trataban de cruzar el Mediterráneo. Turquía acoge a 2 millones de sirios de los 4 millones que han huido; Jordania, a 900.000; Líbano, con apenas 4 millones de habitantes, a algo más de un millón. Debemos ayudar a esos países de acogida. Nuestros ministros (y no pocos de los 500 millones de ciudadanos europeos con ellos) se pelean por quién acoge a 120.000. Vergüenza, sí; pese al aumento de solidaridad europea tras visionar al pequeño sirio recogido muerto en una playa turca. Vergüenza para Hungría (que Europa acogió a 100.000 húngaros en 1950), para la rica Dinamarca, para… No quiero olvidarme de decir que los riquísimos países árabes, particularmente Arabia Saudita, no acoge a ninguno. Ni veo a imanes en Occidente (pero sí ciudadanos musulmanes) pedir que se acoja a los que huyen.

¿Qué hacer? De entrada, acogerlos dignamente. Por ejemplo, el Papa Francisco ha requerido “a las parroquias, a las comunidades religiosas, a los monasterios y a los santuarios de toda Europa” para que acojan a “una familia de refugiados” y ha anunciado que las dos parroquias que pertenecen al Vaticano brindarán refugio estos días a dos familias. Pero hay que ir más allá.

Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, en un discurso en Calais (recuerden el conflicto con el Eurotren a finales de agosto), proponía implementar los hotspots (centros de acogida), confianza de garantías de cumplimientos de las normas entre los Estados miembros, una lista europea de países seguros (piensa en los Balcanes), asegurar el retorno de aquellos que no tienen el derecho de estancia y aplicar los principios de humanidad, solidaridad y firmeza. Si fallamos, concluye, “se abrirá la puerta a la xenofobia”. (En La Croix, 31/08/15).

Jean – Claude Juncker, su presidente, presentó el miércoles pasado, entre otras medidas, un mecanismo permanente para la reubicación de los solicitantes de asilo. Activable en cuanto el flujo de migrantes se vuelva excesivo para que un país pueda hacer frente por sí solo sin la solidaridad de todos los países de la Unión. Este nuevo mecanismo fue particularmente exigido por Alemania y, ahora, el presidente francés también argumenta en ese sentido. Para reubicar urgentemente los solicitantes de asilo que han llegado recientemente a Italia, Grecia y Hungría, hay que modificar el Reglamento de Dublín, que determina que las demandas de asilo deben ser tramitados en los países en los que logran introducirse los refugiados. Veremos en qué queda todo esto tras la reunión del lunes próximo.

El economista serbo – estadounidense Branko Milanovic, tras afirmar que en 30 años en África subsahariana habrá el triple de población que en Europa, sostiene que “la única solución es un sistema de cuotas, un sistema ordenado en el que los países emisores contribuyan a controlar el número de personas que salen (lo que exige, añado yo, que se ayude a esos países). Ahora, lo único que interesa (a los países europeos) es devolverlos. Pero la inmigración es un movimiento de trabajadores paralelo a la libre circulación de mercancías y servicios. No podemos querer una cosa y no la otra. No podemos mantener una globalización selectiva”. (En El País 06/09/15).

Y los muros no resuelven nada. Bien al contrario. Olivier Clochard, investigador en emigraciones internacionales del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones en Francia) afirma que “el muro de alambre de púas que han construido entre Hungría y Serbia, criticado por el ministro de Asuntos Exteriores francés, no se diferencia de los que han construido en Ceuta y Melilla o entre Grecia y Turquía (en realidad, viendo en la TV los “muros” húngaros, parecen de chiste comparados con los de Ceuta y Melilla, me permito añadir). Y cuando los consulados franceses en Turquía – continúa Clochard – rechazan los visados de entrada a los sirios, construyen no un muro físico sino un muro de papeles que reniega del derecho de asilo”. (En La Croix, 31/08/15).

Se me acaba el espacio para decir algo de una cuestión clave. En otra ocasión quizás. Acoger e integrar al inmigrante es lo más urgente e importante a corto plazo. Pero que no tengan que salir de sus países, es lo verdaderamente importante a medio y largo plazo. Necesitamos recuperar el derecho de ingerencia que propusiera y defendiera Bernard Kouchner, así como otra ONU diferente a la actual, más representativa de la población mundial, sin estados con derecho a veto y con poder y capacidad para actuar. También militarmente. Los discursos no sirven para nada con toda suerte de dictadores, se llamen Bashar al – Asad, o los responsables del Dáesh.

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