Inmigrante gotera

Diario de Noticias, Por Nekane Lauzirika, 28-07-2015

Hasta ahora había escuchado multitud de calificativos, todos muy despreciativos, para mentar a refugiados e inmigrantes, lindezas compendio de una caterva de retuercepalabras para describir al diferente llegado de otros lares. Como si buscar refugio o trabajo fuera despreciable además de ilegal. Pero el ministro de Interior (garrote y concertinas) ha acuñado un nuevo término, inmigrante gotera.

En los últimos meses nos llegan sobre todo de Siria y Eritrea, personas que huyen del horror, de la persecución y de la muerte. En el reparto de refugiados, al Estado español le habían correspondido unas 5.800 personas, no sé si son muchos o pocos, pero sí que necesitan acogida. Y aquí se les ha dicho que verdes las han segado, que ya somos demasiados y que es imposible acogerles, porque, y aquí le ha brotado al ministro la parábola evangélica de la casa con goteras, que la solución no es repartir el agua sino taponar la entrada; de acuerdo, pero mientras tanto acojamos el agua que nos corresponda.

Es meritorio el esmero e interés que se toman Fernández&PPboys en taponar la entrada a las personas, pero no a las mafias que traen pasta o a las armas que se cuelan con pasmosa facilidad y hasta impunidad por las fronteras.

El agravante en estos goteras es que huyen de una guerra a tres bandas donde son víctimas seguras, de uno o de otro. Viene a la memoria la diáspora de miles de perseguidos que tras la Guerra incivil española huyeron a generosos países acogedores. Algunos estaban en trance de una guerra y acogieron a huidos, eran pequeños y acogieron, otros eran pobres y acogieron refugiados españoles… Más adelante, en los sesenta, la maleta y la frontera fueron un cotidiano español hacia la Europa de las posibilidades. Y ahora mismo, nuestros jóvenes preparados buscan refugio laboral en países de acogida. Flaca memoria la del grupeto gobernante, quizá porque como el ministro posiblemente nunca tuvo que huir del régimen franquista, ni emigrar a Alemania, ni buscar el trabajo que sí le ofreció aquí rápidamente su buena ubicación socioeconómica.

Del señor ministro descoloca su acendrado catolicismo, otorgador de condecoraciones a vírgenes y de comunión frecuente, olvidando quizá la principal virtud cristiana: ¿Caridad? Puede que incluso para un supernumerario sea más fácil predicar que dar trigo y olvidar el 25:35 de Mateo, “porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; fui forastero y me recibiste”.

Si no acogemos al necesitado, ¿a qué debemos esperar, a que el acuerdo entre el multimillonario Yuri Milner y el astrofísico Stephen Hawking dé resultado y contactemos vida en otro planeta?

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