seguridad ciudadana

En el punto de mira de las bandas

La delincuencia en general ha bajado, pero los robos en viviendas siguen subiendo. La culpa la tienen las organizaciones criminales. Discretas y eficaces, no dudan en dejar su huella todos los años en Álava

Diario de noticias de Alava, Un reportaje de Jaione Sanz. Fotografía Alex Larretxi , 11-06-2015

Por estos lares, Álava es uno de los lugares más seguros para vivir. Y, aun así, en los últimos tiempos nuestro territorio ha sucumbido a la epidemia de las bandas organizadas, procedentes la mayoría de los países del Este. Ellas son las principales responsables de que, frente a la bajada generalizada de faltas y delitos, los robos en viviendas subieran sólo el año pasado un 14%. Aquí han encontrado la comodidad de un perfecto cruce de caminos y un nivel de vida lo suficientemente alto pese a la crisis como para conseguir botines suculentos. Su organización y su carácter itinerante son las claves de su éxito. Discretas, eficaces y siempre de un lado para otro, se hace difícil localizarlas. Y si algún miembro cae, se recomponen rápidamente. Son nuevos ladrones en una era en la que, por otro lado, les basta con saber manejar las viejas prácticas. Algunos se inclinan por utilizar una especie de llave maestra. Otros prefieren arrancar los bombines de las cerraduras. Los menos, pasar una tarjeta y probar suerte si la llave no está pasada. Y todos estudian previamente el terreno para salir huyendo con facilidad.

La Policía Local y la Ertzaintza reconocen que los robos perpetrados por bandas organizadas son una de las fechorías que más les preocupan. Por eso se ha estrechado la colaboración entre ambos cuerpos. No quedaba más remedio. Distintas voces ya alertaron el año pasado de que la unidad de inteligencia especializada en obtener información sobre los delitos de mayor gravedad y el crimen organizado de la Policía autonómica no tenía suficiente apoyo, que había mucho que reorganizar en el área de investigación, a la que oficialmente se dedica el 20% de la plantilla, que los sistemas informáticos estaban obsoletos… No obstante, desde la Guardia Urbana de Vitoria aseguran que se ha producido una mejora progresiva de la coordinación que permite compartir información, análisis y formas de actuación en beneficio de la capital. Una de esas medidas que en la actualidad hacen de la mano son los controles nocturnos de vehículos sospechosos. “Sabemos que para la gente es un incordio hacerle parar, pero resultan muy provechosos”, afirman desde la comisaría de Agirrelanda.

El último éxito de los buenos ha tenido lugar esta misma semana. Ayer se supo de la desarticulación gracias a la Ertzaintza de una banda de ladrones compuesta por dos hermanos y la esposa de uno de ellos que se dedicaban supuestamente a robar en casas de Álava y Bizkaia. No obstante, la mayoría de estos delitos lo protagonizan organizaciones llegadas del Este, profesionales del crimen que no actúan de noche ni con violencia, ni se les verá trasladando los enseres robados. Su trabajo es fino y discreto porque dedican todos sus esfuerzos a salir impunes. Lo normal es que, antes de perpetrar el delito, vigilen su objetivo durante días. A esa labor se suele dedicar una persona o parte del grupo. Salen a las calles para inspeccionar aquellos barrios e inmuebles que ofrezcan más facilidades para realizar el trabajo sin levantar sospechas, analizando horarios de entrada y salida de las víctimas. También es posible que tanteen el terreno tocando el timbre para intentar que algún vecino abra y, una vez dentro, echar un vistazo a la situación. Y luego, cuando consideran que ya han encontrado la cueva de los tesoros, suelen colocar una señal en la casa. Puede ser una pintada en apariencia inofensiva o una pegatina transparente que sólo ellos identifican. Si al cabo de unas horas o al día siguiente la marca continúa, los compañeros sabrán que tienen vía libre para el asalto.

En el argot policial, a robar en viviendas se le llama palear. También algunas de las técnicas que usan las bandas para cometer los delitos tienen sus nombres particulares. La más usada es la conocida como bumping, una fórmula similar a la que emplean algunos cerrajeros. Se trata de meter en la cerradura una llave modificada y propinarle golpes con algún objeto contundente para que salten los pistones. Otro método es el del resbalón, aunque menos utilizado porque el propietario del piso ha tenido que cerrar la puerta sin girar la llave. En ese caso, los profesionales del asunto pasan por la ranura una tarjeta o un trozo de plástico, como el de una botella, hasta que ésta cede. También pueden ser que rompan las cerraduras de determinadas marcas que tienen la parte central e interior muy débil, utilizando unas tenazas de pico de loro. Luego, sacan los objetos de valor que les interesan, normalmente joyas, dinero en efectivo y aparatos tecnológicos. Se los llevan a sus guaridas y los blanquean con identidades falsas. Y así, hasta que al final, o no, las fuerzas de seguridad les sorprenden, detienen y desarticulan la red.

En Álava, los casos más sonados han estado relacionados con bandas de georgianos. Hace unos días se supo que la Guardia Civil había detenido a diez hombres de esta nacionalidad pertenecientes a dos grupos especializados en robos de casas habitadas, a las que entraban con la técnica del resbalón. Los detenidos, de entre 27 y 48 años, habían dejado su huella por nuestro territorio, pero también por Burgos, Madrid y Valencia. Usaban identidades falsas, operaban de manera coordinada y con una ejecución perfecta y cometían numerosos robos en una misma jornada. La meticulosidad es, de hecho, la principal seña de identidad de estos profesionales del crimen, aunque al final algunos acaban cometiendo un error que les lleva a la cárcel. En los últimos diez años, ha habido periódicamente noticias de desarticulaciones de grupos organizados que habían operado en nuestro territorio o de arrestos de alguno de sus miembros aunque éstos no llegan ni de lejos, obviamente, al número de delincuentes que continúan en activo con sus bandas.

En 2005, la Ertzaintza detuvo a dos hombres por la famosa estafa a través de la copia masiva de tarjetas de crédito de Caja Laboral en una sucursal de Vitoria, que resultaron formar parte de una banda criminal que tenía conexiones por todo el Estado. Ese mismo año se arrestó a tres individuos que habían asaltado el almacén de tabaco ubicado en Jundiz y posteriormente se supo que trabajaban dentro de una organización criminal. En 2007, la Policía autonómico desarticuló a una banda que había operado en polígonos industriales de todo el País Vasco, Cantabria, Asturias, Burgos y Valladolid. Unos meses después, se supo que otra banda estaba detrás de los asaltos que se habían producido en chalés de Vitoria muy próximos a la comisaría de la Ertzaintza. En 2008, un grupo actuó en Gamarra y otro que traía en jaque desde hace tiempo hasta a la Policía Nacional desvalijó maquinaria en Rioja Alavesa sin que se lograra detener a ninguno de sus integrantes. En 2009 hubo más suerte: gracias a la Guardia Civil cayó una red que había robado en empresas y casas de varias localidades navarras y en Gasteiz. Ya en 2010, se desmanteló una banda con antecedentes en toda España que había atracado a un empresario en Vitoria. Y en 2011 se pilló a otra que entraba en casas de la capital alavesa y alrededores.

Aquel caso, protagonizado por la mafia georgiana, llenó unas cuantas páginas de periódicos ese año. Entre otras cosas, porque sus integrantes cobraban ayudas sociales, aunque quienes ahora han convertido la RGI en una cruzada personal contra el inmigrante no pusieron entonces el grito en el cielo. Todavía faltaba mucho para que empezara esa campaña. En 2012, se desmanteló en Vitoria una banda especializada en robos de viviendas de mayores y otra de butroneros que había pasado por Rioja Alavesa dejando el agujero. El año pasado, la Ertzaintza logró desarticular a una organización especializada en cajas fuertes y a otra que entraba en viviendas. Y en 2015 tampoco ha podido darse un respiro. Los profesionales del crimen no descansan y delinquir les sale a cuenta en demasiadas ocasiones. Se han formado para ser, en lo suyo, los mejores.

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