Foro Internacional del Español

La variedad es la riqueza

Los flujos migratorios y el Internet han propiciado que el español circule por Iberoamérica.

El País, Víctor Núñez Jaime, 24-04-2015

Las idas y venidas, las vueltas y revueltas de las palabras han protagonizado el segundo día del Foro Internacional del Español. En un debate presenciado por varios jóvenes extranjeros que estudian español (chinos y sudafricanos, sobre todo), Darío Villanueva, director de la RAE, sostuvo que “el español ha sido reinventado en América Latina”: “Principalmente en el siglo XIX y en el XX, con el boom de la literatura. El español es una lengua global no por la colonización, sino por la independencia. Hoy somos 500 millones de hispanohablantes no porque España haya descubierto América, sino porque las repúblicas americanas eligieron el español como lengua oficial o cooficial. Lo maravilloso ha sido que América nos ha devuelto un idioma mucho más enriquecido”.

Los flujos migratorios y el uso de Internet han propiciado que el español circule por Iberoamérica dejando huella. En su intervención, la escritora Carmen Posadas, uruguaya naturalizada española, se refirió al uso del término sudaca: “¿Lo habrá acuñado Francisco Umbral?… Es curioso: a los que llegamos de América a España, primero se nos veía como ‘los tíos ricos’, luego todo cambió y ahora parece que cambia de nuevo, con el auge de las economías latinoamericanas y la emigración de los jóvenes españoles hacia allá. Lo importante de todo esto es la dinamización lingüística que permite. No para homogenizar sino para enriquecer respetando la diversidad”.

“Porque nuestra verdadera patria es la lengua”, atajó Javier Gomá, director de la Fundación Juan March. “Pero no conozco ningún otro país que se quiera tan poco como España”, replicó el escritor canario Juan José Armas Marcelo. “En este país hay errores, de todo tipo, también lingüísticos, pero su riqueza cultural es enorme y contribuye a la evolución del idioma”.

Pero este Foro no sólo transcurre entre mesas redondas. En un rincón de este pabellón de Ifema, donde las actividades concluirán el próximo domingo, hay sitio para un oficio invisible: los correctores de estilo. Esta figura que mantienen las editoriales y (todavía) algunos medios de información, suele realizar su trabajo en solitario y de forma aislada. Muchos los llaman “asesores lingüísticos”, siempre tienen al alcance de la mano diccionarios y manuales y se dedican a cazar erratas ortográficas, sintácticas y tipográficas.

“Sabemos admirar la prosa maravillosa del mejor escritor de todos tiempos, pero pocos recordamos que detrás de su texto está, también, la mano del corrector, que a veces sólo limpia, a veces fija y muchas, bastantes, da esplendor. Casos ha habido en que llegado el manuscrito a la editorial y decidida su publicación, una vez compuesto y recibido por este lector, de su trabajo ha resultado la detección de algún error o fallo en el contenido, en la estructura o en los personajes. Avisado el autor, ha podido subsanarlo y evitar que su potencial obra maestra cayese por propio merecimiento en el baúl del olvido de las novelas de medio pelo”, dice José Miguel Torrente, un corrector freelance, como tantos otros, en tiempos de precariedad y extinción.

Hace diez años varios correctores de estilo de España fundaron la Unión de Correctores (UniCo) con la intención de dar visibilidad a su trabajo. Han realizado tres congresos parta reconocerse entre ellos y han estrechado lazos de relación con varios colegas latinoamericanos. El idioma les une. Pero para pertenecer a su tribu, “es necesario el dominio de la gramática normativa y un sentido de la lengua, que no se adquiere solo con formación académica. El oficio de corrector de estilo debe abarcar habilidades de redacción y edición. Este perfil puede ser útil para ampliar el ámbito de trabajo de profesiones relacionadas, como las de traductor, redactor y editor”, especifica Torrente, quien se ha encargado de la revisión de los textos de instrucciones culturales

Y el corrector tiene un apellido: Ortotipográfico. “Es palabra una fea y poco asequible nada más oírla. Todo el que la escucha se para a pensar en su significado, y algunos lo asimilan rápidamente, pero otros muchos deben recurrir a alguna fuente para averiguarlo”. La Academia dice que es el conjunto de usos y convenciones particulares por las que se rige en cada lengua la escritura mediante signos tipográficos. “Es decir, el corrector atiende al uso correcto de esos signos para que el mensaje que se quiere transmitir sea exactamente el mismo que se transmite y no otro”, dice José Miguel Torrente.

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