Uigures, una historia de injusticia

El director chileno patricio henríquez presenta el documental ‘Uigures, prisioneros de lo absurdo’ en el festival de cine de Human Rights Watch en londres

Deia, Rita Álvarez Tudela. Londres, 30-03-2015

la primera vez que el director chileno Patricio Henríquez oyó hablar sobre los uigures, una etnia turcomana que vive en el noroeste de China, fue leyendo el periódico en 2006. Pasando las páginas, vio publicada una noticia que anunciaba la puesta en libertad de un grupo de ellos que llevaba varios años detenido en el penal de la base naval estadounidense de Guantánamo. “Había una serie de cosas que me extrañaron. En primer lugar, que sacaran a un grupo de gente que se suponía que eran lo peor de lo peor, y en segundo lugar, que los mandaran a Albania”, explicó Henríquez en una entrevista con DEIA.

En aquel momento, Henríquez estaba trabajando en un documental sobre la tortura en la citada prisión estadounidense llamado A Ud. no le gusta la verdad: cuatro días en Guantánamo y decidió no incluir información sobre los uigures porque le pareció que su historia era lo suficientemente interesante para hacer un proyecto centrado solo en ellos. El resultado es Uigures, prisioneros de lo absurdo en el que Henríquez narra la historia de 22 uigures vendidos a Estados Unidos siendo acusados de ser terroristas, cuando el grupo se encontraba viviendo en Pakistán tras huir de la guerra en Afganistán.

Henríquez presenta el documental en Londres en el marco del festival de cine promovido por la organización internacional Human Rights Watch y que concluye mañana con la proyección de Burden of Peace. La historia se remonta a finales de los 90, cuando estos uigures escaparon de Xinjiang a un pueblo en las montañas próximas a la ciudad afgana de Jalalabad, por lo fácil que les resultaba cruzar la frontera sin pasaporte y pagando apenas un par de euros para cubrirse y hacerse pasar por afganos.

Orígenes En 1957, los uigures representaban el 94% de la población de Xinjiang, si bien en la actualidad son menos de la mitad de la población de 20 millones de personas. Los uigures acusan a Pekín de llevar a cabo una política de repoblación de la zona, en la que los chinos se llevan empleos, los cargos políticos y la explotación de los numerosos recursos naturales de la zona. Ante el aumento de las tensiones y las represalias, muchos deciden escapar a otros destinos en busca de un futuro mejor.

En el caso de los uigures que muestra el documental de Patricio Henríquez, tras varios meses pasando desapercibidos recibiendo apoyo afgano, los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos cambiaron el rumbo de sus vidas. El Pentágono declaró esa zona como objetivo al comienzo de la guerra de Afganistán, ya que consideraba que había un campamento en el que se formaba a futuros terroristas de la organización de Osama bin Laden, por lo que fue uno de los primeros puntos en ser atacados.

Paralelamente, el Gobierno estadounidense llegó a ofrecer hasta 5.000 dólares por información de terroristas unidos a Al Qaeda. Y ahí es cuando el grupo de uigures fue vendido. Tras ser transportados a Guantánamo, algunos de ellos llegaron a estar detenidos hasta once años. En todo ese tiempo, la administración americana no encontró ninguna prueba de que el grupo de uigures estuviese unido a ninguna actividad terrorista, ni de que tuviesen ninguna intención de atentar contra el país.

“Soy una víctima de la manipulación entre los políticos”, lamenta uno de los uigures que cuenta su experiencia a Henríquez en el documental. Para ganarse su confianza, el director explica la importancia de la figura de Rushan Abbas, quien trabajó como traductora en Guantánamo durante los primeros meses de su detención.

“Sin Abbas no hubiese sido posible. Ella dijo a un periodista que confió en mí cuando se informó un poco de mi pasado de que había estado preso en Chile durante la etapa de Pinochet”, explicó Henríquez.

El documentalista latinoamericano pensó desde un principio en hacer una película de testimonios, ya que la historia le pareció demasiado fascinante para ser contada de otra forma. El chileno afincado en Canadá también tuvo que lidiar con el problema de grabaciones en escenarios tan complejos y restringidos a grabaciones como Guantánamo, Afganistán o Xinjiang.

En busca de un destino Tras probarse la inocencia de los uigures, y coincidiendo con el anuncio del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de cerrar el penal de Guantánamo, un final feliz para el grupo de uigures parecía estar cerca. Sin embargo, encontrar un país que los recibiese sin miedo a represalias de China fue una tarea casi imposible.

El diplomático estadounidense Daniel Fried tuvo que buscar de país en país a lo largo y ancho del planeta para ver quién aceptaba a los presos uigures. Países como Canadá, Alemania y Gran Bretaña rechazaron recibirlos, mientras que desde Pekín se pedía a Washington la entrega de sus ciudadanos. Al final, Albania, Bermuda y Palau recibieron a algunos de estos “presos incómodos”.

“Las grandes potencias europeas que defienden principios de libertad y derechos humanos se olvidaron de ellos por miedo a China, que es el banquero del mundo”, lamentó Henríquez, quien subrayó que no hay ninguna razón para que estos hombres hayan estado presos tantos años.

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