historias de la vida

Los panes y los peces del hermano Toño

EL FRANCISCANO | Antonio Pérez es el responsable del comedor social de irala, en el que trabajan más de cien voluntarios

Deia, Un reportaje de José Basurto, 20-10-2014

TERMINADA la entrevista, el hermano Toño solo pone una condición para su publicación, que en la fotografía aparezca con los voluntarios y trabajadores del comedor social de Iralabarri, del que es responsable desde hace diez años. Así es Antonio Pérez, un franciscano nacido hace 57 años en Nájera (La Rioja) al que no le gusta nada el protagonismo. “Prefiero que hablemos más del comedor que de mí”, dice tímidamente antes de comenzar la conversación. Hablaremos de las dos cosas, le comento, porque ambas están íntimamente unidas. Aunque él no lo quiera decir, el hermano Toño y su fiel tropa hacen posible el milagro evangélico de los panes y los peces diariamente. Con los productos que le suministra el Banco de Alimentos, entre otras instituciones y organismos, dan de comer y cenar a doscientas personas aproximadamente. A lo largo de estos años ha visto cómo ha evolucionado el perfil de los desheredados que acuden al comedor. Desde los inmigrantes nacionales de los años 60 hasta los subsaharianos que llegan hasta Bilbao después de haber saltado la verja de Melilla. A todos ellos siempre les ha servido un buen plato de comida caliente, pero sobre todo les ha brindado cariño y compresión. “Aquí lo que más les damos es compañía”, dice.

Antonio sintió muy joven la vocación franciscana. “Yo soy de los de seminario”, comenta, “de los que entré muy pequeñito, con 11 años”. Allí se formó, culminó los estudios eclesiásticos, pero no quiso ser sacerdote. Prefirió seguir la estela del fundador de la orden, san Francisco de Asís, que nunca llegó a cantar misa. Así que durante toda su vida Antonio ha pretendido ser un “hermano universal, sentirse humano con los más necesitados”, dice. Para ello ha recorrido muchos lugares. Empezó en el santuario de Arantzatzu, lugar emblemático de los fransciscanos, y siguió por Burgos, Vitoria e Iruña hasta que se instaló en Bilbao, de eso ya hace veinte años. En todos sus destinos siempre ha trabajado “en algo social”. Ese trabajo le impulsó a prepararse mejor, por lo que también estudió y se graduó como Educador Social. Y con esa preparación y ese espíritu franciscano de “paz y bien”, se hizo cargo hace diez años aproximadamente del comedor social de Iralabarri, que en noviembre cumplirá su sesenta aniversario. Confiesa que es una “experiencia muy enriquecedora y gratificante porque el comedor es muy querido tanto en el barrio como en todo Bilbao”. Ahora bien, quiere dejar claro que “el mérito es del equipo que está aquí todos los días”. Se refiere tanto a los trabajadores que llevan el comedor como al centenar de voluntarios que colabora y a los dos educadores sociales. Él también está, aunque muchas veces no tanto como quisiera, ya que tiene que compaginar sus labores en el comedor con las de docente en un colegio de la capital vizcaina.

Perfil Y como de lo que más le gusta hablar es del comedor, el hermano Toño cuenta que “la gente que acude aquí es muy normal”. “El 80% de las personas que vienen”, explica, “estarían muy normalizadas si tuvieran un trabajo, pero esa circunstancia o las experiencias traumatizantes que han vivido, separaciones o enfermedades, les han dejado marginados y tienen que recurrir al comedor”. También cuenta cómo ha cambiado el perfil de los usuarios. “En la primera época venía gente de inmigración interior, de Burgos o La Rioja atraída por el trabajo en Euskalduna; acudían al comedor los primeros meses hasta que se colocaban”, señala. En los años 70 dice que daban de comer a mucho marino, que se quedó sin trabajo y cayó en el alcohol, y en los 80, la droga. “Ya no vive nadie. Toda esa generación cayó”, reflexiona con pena. Posteriormente, llegó la inmigración extranjera. Primero, de Latinoamérica y en los últimos años, de África. “Actualmente podemos decir que el 30% de los usuarios es de origen magrebí; el 40%, subsahariano, un 20%, nacionales y el resto gente de paso y de aquí, de Bilbao”. Eso hace que diariamente sirvan cien comidas y cien cenas aproximadamente, un número que afortunadamente ha disminuido.

“En los últimos diez años”, comenta, “han abierto muchos servicios sociales en Bilbao, se ha organizado todo mucho mejor y eso ha hecho que se diversifiquen los recursos ”. Por eso, hoy en día “rara vez” llenan el comedor, que tiene capacidad para 108 comensales. Pero lo importante, y vuelve a insistir el hermano Toño, “es la compañía y la referencia” que supone el comedor para los más necesitados, que comparten los panes y los peces.

El protagonista

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)