Mongoles arios

Mantener «la pureza» de la raza mongola ante el avance chino es el objetivo de los neonazis de Tsagaan Khass (Esvástica Blanca)

Las Provincias, zigor aldama, 16-10-2014

Es una espera tensa. Después de una larga negociación, los líderes de Tsagaan Khass Esvástica Blanca han accedido a una entrevista, pero se niegan a comunicar el lugar en el que se llevará a cabo. «Os recogeré en coche en el UB Mall para llevaros a un lugar seguro», explica por teléfono Aurunbold, que prefiere identificarse únicamente con su nombre de pila. El coche en cuestión aparece con veinte minutos de retraso y se acerca despacio al punto de reunión, como si quisiera acentuar el aura de misterio.

Cuesta dar crédito a los ojos. La llamativa tapicería roja del vehículo está decorada con esvásticas negras enmarcadas en círculos blancos. Una en cada asiento. Por si fuese poco, del retrovisor cuelga una cruz gamada y el conductor viste un traje militar negro de las SS rematado con una gorra del Tercer Reich en la que un águila imperial adquiere todo el protagonismo. En los dedos de sus manos destacan grandes anillos con calaveras y diferentes símbolos nazis. El último toque tétrico lo ponen unas oscuras gafas de sol que tienen poco sentido con los últimos rayos del atardecer. Como es lógico, ante esta aparición muchos peatones giran la cabeza sorprendidos.

Aurunbold baja la ventanilla y pide a los visitantes que suban al automóvil. Inmediatamente, exige ver una acreditación de prensa. «Tenemos que ser muy cuidadosos, porque los servicios de Inteligencia nos espían», justifica antes de poner rumbo hacia los suburbios de la capital, Ulán Bator. «Francisco Franco fue un buen tipo», recalca mirando por el retrovisor y levantando un pulgar en gesto de aprobación.

«Comenzamos a trabajar por la protección de la soberanía y de la cultura de Mongolia en 1986, cuando estallaron los primeros enfrentamientos con los comerciantes chinos por su falta de respeto hacia el país y sus habitantes. Lo corrompen todo y ahora están destruyendo el país con sus proyectos industriales y mineros», sentencia.

El odio de Mongolia hacia China data de hace casi un milenio. Se remonta a las conquistas de Gengis Kan, el hombre que consiguió unificar a las tribus nómadas en el siglo XIII para construir el mayor imperio asiático. Tal fuerza tenían sus hordas que los emperadores chinos tuvieron que levantar la Gran Muralla para tratar de contenerlas. En el siglo XVII cambiaron las tornas y fue la dinastía Qing la que conquistó el territorio de Kan. Y ahora China está construyendo un imperio al que no detendrá ninguna muralla. El suyo es un poderío económico que se siente con fuerza en Mongolia, un coloso venido a menos que envía a China el 90% de sus exportaciones. «Las potencias extranjeras, con China a la cabeza, están esquilmando nuestro país y erosionando nuestra cultura», dispara Aurunbold. No obstante, es evidente que el rápido crecimiento del país, que se mantiene por encima del 10% desde hace cuatro años y alcanzó el 17,5% en 2011, también está beneficiando al grueso de la población, cuyo poder adquisitivo se ha multiplicado por cuatro en los últimos quince años. Buen reflejo de ello es el centro de Ulán Bator, que en solo una década ha pasado de ser un decrépito conjunto de edificios propios de la Unión Soviética, bajo cuya protección estuvo el país gran parte del siglo XX, a reflejar su nuevo estatus con relucientes rascacielos y establecimientos de lujo. «Las apariencias engañan. También han aumentado notablemente las desigualdades sociales», replica Aurunbold.

Símbolos mongoles
Después de veinte minutos de viaje bregando con el intenso tráfico de la capital, el Nissan se detiene y el conductor hace una llamada. Después de una breve conversación, Aurunbold guía a sus visitantes hasta un bar en cuyo sótano esperan Uranjargal, una joven cuya ideología cuelga de su collar en forma de cruz gamada, y Erdenezaya, un antiguo campeón de lucha libre mongola que se presenta como responsable de Tsagaan Khas y cuyas proporciones superlativas hacen honor a sus logros deportivos.

«Antes de nada quiero dejar claro que ya no abogamos por la violencia para imponer nuestra ideología. Y que, aunque consideramos que fue un gran líder, tampoco nos guiamos por la doctrina de Adolf Hitler, cuya barbarie condenamos», asegura Erdenezaya. Inquirido por la naturaleza de los símbolos de los que hacen gala sus miembros, responde con la celeridad de quien sabe que llegará esa pregunta. «No somos nosotros quienes tomamos prestada la simbología nazi, sino al revés. Fue Hitler quien se apropió de elementos que han sido siempre reflejo de la fuerza de Mongolia, desde el primer Imperio del Fuego, que estuvo regido por el chamanismo, hasta Gengis Kan, a quien Hitler admiraba, pasando por los hunos de Atila. La cruz de hierro, la esvástica, o el águila del Reich han sido utilizados en Mongolia desde tiempos inmemoriales. No somos imitadores sino gente culta que estudia la historia y, como puede ver, utilizamos también otros símbolos como el escudo nacional».

En cualquier caso, Erdenezaya reconoce similitudes entre la sociedad que promulgan y la que trató de imponer el caudillo alemán. «Es necesario mantener la pureza de la raza mongola para evitar su desaparición, y por eso estamos en contra de los matrimonios interraciales que abundan ahora. De hecho, la única política del Gobierno con la que estamos de acuerdo es la que trata de elevar la natalidad. Somos muy pocos y necesitamos un mayor peso demográfico para defendernos». Erdenezaya comulga con el ejemplo y ya es padre de cuatro criaturas. «No queremos convertirnos en un país como Francia, donde los franceses son negros y árabes», explica mientras los otros miembros del grupo asienten con la cabeza. «Somos los nacionalistas más puros de Mongolia», sentencia.

Aunque su indumentaria causa estupefacción y cierto malestar entre sus compatriotas, la postura de Tsagaan Khass es compartida por una gran parte de la población. «Necesitamos restringir las concesiones a empresas chinas, porque un día puede que nos despertemos y descubramos que todo nuestro territorio está controlado por China. Y eso no sería nada bueno», aseguró el exministro mongol de Asuntos Exteriores Tsolmon en una entrevista. Erdenezaya recuerda que ya existe un precedente para saber qué sucedería: la región autonómica de Mongolia Interior, con la que China se quedó tras conceder la independencia a Mongolia en 1911. Así, curiosamente, el antiguo país nómada cuenta con más población fuera de sus fronteras que dentro. «Allí se ha promovido una total asimilación cultural de los habitantes de etnia mongola, cuyas costumbres y cultura han sido arrasadas por los chinos. Tíbet y Xinjiang son también clara muestra de que China es un país invasor por naturaleza», interviene Uranjargal mientras los otros dos miembros de Tsagaan Khass fuman un cigarrillo tras otro y beben refresco de frutas enriquecido con vitaminas. «Al principio, en la década de 1990, éramos jóvenes y creíamos que la violencia era el único camino para evitar que eso sucediese en todo el país. Ahora, sin embargo, hemos evolucionado y buscamos vías pacíficas para sumar gente a nuestra causa. Y cada vez somos más».

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