Internacional

El fantasma del «genocidio» que planea sobre Sudán del Sur

ABC, EDUARDO S. MOLANOCORRESPONSAL EN ACCRA, 25-04-2014

Miembros de las etnias en conflicto explican a ABC la realidad de una guerra política y económica, que quieren convertir en tribal

Okony Deng es un exniño soldado. A finales de 1987, con el fusil como juguete, este médico sursudanés tuvo que huir de Sudán al incrementarse los combates entre las fuerzas gubernamentales leales a Jartum y el sureño Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA). Tenía apenas 13 años, pero recorrió más de 1.200 kilómetros hacia la frontera con Etiopía, recuerda a ABC en conversación telefónica. Tras un largo peregrinaje por Cuba y Canadá, Deng regresaría a comienzos de 2006 para colaborar en la reconstrucción de un país que aún sufría las heridas abiertas por la guerra civil entre el norte y el sur. Solo cinco años después, en julio de 2011, su nación, por aquella por la que alzó las armas, Sudán del Sur, se independizaba de forma oficial de su vecino norteño.


«Tras décadas de lucha por la independencia, la política es quien está destruyendo nuestro futuro», lamenta. «Nuestros líderes solo saben hacer la guerra», añade.


Desde el pasado 15 de diciembre, un conflicto entre simpatizantes del exvicepresidente de Sudán del Sur Riek Machar (depuesto de su cargo en julio) y el presidente del país africano, Salva Kiir, amenaza con reabrir las heridas tribales en la nación más joven del mundo.


El enfrentamiento tiene su origen en las acusaciones de Kiir (dinka) sobre su histórico rival político Machar (nuer) de planear la toma del poder por la fuerza, lo que degeneró en un conflicto inter – étnico en ciertas regiones del país. Más de 500.000 personas han sido desplazadas de sus hogares desde entonces.


«En realidad no es una guerra tribal. Es una guerra política y económica, que quieren convertir en tribal», aseguraba recientemente a este diario Emmanuel Jal, uno de los músicos más reconocidos de Sudán del Sur y, como Deng, antiguo niño soldado.


Precisamente, durante la guerra civil entre Sudán del norte y el Sur (entonces un solo país), Jal fue rescatado por Emma McCune, activista estadounidense casada con uno de los comandantes del SPLA, nada menos que el exvicepresidente Riek Machar. El joven sursudanés tenía solo once años.


Jal es nuer. Deng es dinka. Dos etnias utilizadas como excusa para lograr el poder. Y las matanzas se prodigan en su nombre.


El lunes, Naciones Unidas aseguraba que las fuerzas opositoras sursudanesas (leales a Machar) acabaron con la vida de cientos de civiles en el asedio al enclave estratégico petrolífero de Bentiu días antes, a pesar del alto el fuego existente. De igual modo, Human Rights Watch denunciaba recientemente que «crímenes atroces se han cometido contra la población civil por la única razón de su origen étnico». Por ejemplo, la organización documenta cómo, en la noche del 15 de diciembre, las fuerzas del orden de la capital, Juba, detuvieron a cientos de hombres nuer y los condujeron a una dependencia policial del barrio de Gudele. Al día siguiente, y según testigos presenciales, hombres armados comenzaron a disparar de manera sistemática a través de las ventanas del edificio, matando a entre 200 y 300 personas.


Que nadie se engañe. El asunto es más político y económico que tribal. Por ejemplo, el hasta ahora líder del Ejército sursudanés (fue despedido esta semana), James Hoth Mai, es de etnia nuer. Mientras, entre los acusados como instigadores del golpe de Estado (gran parte de ellos, importantes figuras de la politica local) se encuentran numerosos miembros de la etnia dinka o shilluk.


Como gesto político, este jueves, el ministro de Justicia local, Paulino Wanawilla, anunciaba la retirada de los cargos de traición contra los cuatro principales inculpados por la presunta asonada: Majak D’Agoot, extitular de Defensa; Pagan Amum, histórico secretario general del Movimiento Popular de Liberación de Sudán; Ezekiel Lol Gatkuoth, antiguo embajador en Estados Unidos; y Oyai Deng Ajak, exministro de Seguridad Nacional.


Su liberación era una de las principales demandas de las tropas rebeldes.

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