Interior mantiene al director de la Guardia Civil sólo porque es amigo de Rajoy

El ministro Fernández Díaz daría su cabeza al PSOE a cambio de un pacto sobre inmigración. Fernández de Mesa evita la presencia pública desde la tragedia de Ceuta y el homenaje a Tejero en el cuartel de Valdemoro

Público, ANA PARDO DE VERA, 26-03-2014

La destitución del director general de la Guardia Civil, Arsenio Cuco Fernández de Mesa, no depende en último término de su superior Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior. Si así fuera, admiten en el PP, el exdelegado del Gobierno en Galicia “ya estaría fuera” del Departamento. La larga amistad personal de Fernández de Mesa con el presidente del Gobierno es, en realidad, su seguro de continuidad, aunque en este caso, tal y como explican los conservadores, la también estrecha relación del responsable de Interior con Mariano Rajoy juega en contra del responsable del Cuerpo. Las fuentes consultadas sostienen que Fernández Díaz no ha planteado al jefe del Ejecutivo la necesidad del relevo de Fernández de Mesa, pero es lo que medita en estos momentos.

Mientras el ministro se decide si toma o no la decisión de tratar de convencer a Rajoy, tentado por el pacto de Estado de inmigración que le ofrece el PSOE a cambio de la cabeza del director de la Guardia Civil y que precisa para hacerse fuerte en Bruselas, éste permanece en un segundo plano. Fernández de Mesa evita actos institucionales que puedan ponerle en contacto con la prensa desde sus cuestionadas y contradictorias declaraciones en pocas horas para hablar sobre la muerte de 15 inmigrantes en la playa de El Tarajal (Ceuta) Sin ir más lejos, el máximo responsable del Cuerpo – de quien incluso los suyos han subrayado siempre su afán de protagonismo – acudió a la capilla ardiente de Adolfo Suárez en el Congreso de los Diputados el lunes a primera hora de la noche, sobre las 21:00 h. A esa hora, la expectación mediática por el aluvión de autoridades que acudieron a rendir un último homenaje al expresidente se había desinflado y apenas había periodistas – ni personalidades – en el Salón Pasos Perdidos de la Cámara Baja.

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