Las trabas de los sirios para lograr asilo agravan el problema de la inmigración

Centenares de personas huidas de ese país en guerra aguardan en el entorno de Nador para entrar en España

La Voz de Galicia, maría cedrón, 18-03-2014

A Aras le queda solo un año para terminar la carrera en la Facultad de Económicas de la ciudad siria de Alepo, pero la guerra le obligó a frenar en seco sus estudios. «No hablo muy bien inglés, espero poder explicar lo que ocurre en mi país. Tengo 23 años. Ahora están reclutando a todos los jóvenes de mi edad para luchar en un bando u otro», explica. Por eso huyó. Igual que los 2,3 millones de personas que han dejado ese país desde que estalló el conflicto en el 2011. Es kurdo, nació en Kobane, al norte, donde vive su familia. Desde allí cruzó a Turquía, donde cogió un avión a Orán y, desde esa ciudad argelina, emprendió la marcha rumbo a España.

Más allá de los subsaharianos, marroquíes o argelinos, el desembarco de sirios que huyen de la guerra en las fronteras de Ceuta y Melilla es otra de las caras de un prisma migratorio con múltiples aristas. Procedentes de un país en guerra tienen la alternativa de ser tratados como refugiados, pero los trámites para obtener el asilo en España son largos. Dicen algunos que mucho más que en otros Estados europeos. Tras la espera queda por ver que se lo acaben concediendo o no. Para poder entrar en España no les basta el pasaporte. Deben de tener un visado de paso, algo de lo que carece la mayoría. Y por eso acaban aguardando en los Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde son ya el segundo país con mayor presencia, después de Mali. La semana pasada había registrados 277 en ambas ciudades, a los que hay que sumar los centenares que aguardan en el entorno de Nador. Los pequeños hoteles u hostales de esa urbe, uno de los puntos con mayor desarrollo turístico del norte de Marruecos, comienzan a ser una parada habitual para estas personas desplazadas.

Vías de entrada

Los que hacen el camino a pie o por carretera, suelen entrar por Melilla. Los que vienen en avión, eligen Ceuta. Y recurren a diferentes fórmulas para pasar. El viernes por la noche, un grupo de unos 200 ciudadanos de ese país trataron de entrar todos juntos por el paso de Beni Anzar al grito de «¡libertad, libertad!». Se quedaron varados en tierra de nadie y colapsaron la entrada, obligando a cerrar la frontera durante dos horas.

Otros compran pasaportes marroquíes en el mercado negro. A esa alternativa fue a la que recurrió Mohamed, un médico de Homs que llegó a Melilla con toda su familia después de un largo viaje de más de un año en el que atravesaron Líbano, Argelia y Marruecos.

En el grupo hay adultos, pero también niños y un bebé. «Las autoridades de aquí de España nos tratan bien, en Marruecos no», dice mientras descansa con su esposa e hijas tirado sobre la hierba que rodea al CETI en el que viven desde hace cerca de un mes.

Aras, en cambio, cruzó la frontera escondido en los bajos de un coche. No fue mucho tiempo. «Pagué unos 2.500 dirham [225 euros] . Fui de los pocos de mi país que lo hizo de esa forma porque la mayoría compran la documentación marroquí para pasar caminando», dice. Logró cruzar, pero su viaje rumbo a Bélgica – donde cree que puede estar su hermano – se estancó en Ceuta. Su pasaporte no le permite entrar en España porque precisa un visado. Lleva ya tres semanas en el CETI.

«Al menos tendré que estar aquí unos 7 meses. Es mucho tiempo para no hacer nada. Solo, totalmente solo. No tengo ni idea de dónde puede andar mi familia, si están vivos o muertos. Solo sé que un amigo de mi hermano me ha dicho que parece que ha huido a Bélgica», explica. Y por eso ha emprendido este viaje tan largo. «El camino – dice – es peligroso, pero allá hay guerra y es peor. Únicamente camino y camino porque no tengo nada. Ni familia, ni nada. Quiero trabajar, pero no sé dónde. Pero echo en falta Siria porque allí he dejado amigos. Cuando acabe la guerra quiero volver».

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