Pandilleros de 35 países distintos

Jóvenes de muy diversos orígenes llegan a las bandas en busca de refugio o arrastrados por una peligrosa fascinación

La Vanguardia, ENRIQUE FIGUEREDO RAÚL MONTILLA Barcelona, 12-03-2014
Las bandas hace tiempo que han roto su etiqueta de latinas. En Catalunya se han detectado miembros de estos grupos de hasta 35 nacionalidades distintas. Fuera de las netamente latinas, que son todavía las predominantes, destacan, por ejemplo, las magrebíes. Pero hay rumanos, orientales, subsaharianos o de etnia gitana… El elemento de cohesión que los agrupa es el sentimiento de desamparo que les causa el sentirse diferentes por origen, estrato social, desestructuración familiar, problemas en los estudios o aspecto físico. En otros casos, se imponen factores como la moda o el sentimiento de fortaleza y el poder imponerse a los demás.

JORDI ROVIRALTA

Las bandas de origen latino brindan la posibilidad de encontrar un elemento de cohesión para los jóvenes que, en algunos casos, se sienten fuera de lugar o inadaptados. El ecosistema catalán de las bandas no es diferente, en este sentido, al del resto de España o el europeo. El virus pandillero llegó a las principales ciudades españolas con las grandes oleadas inmigratorias inauguradas en el año 2000. La presencia de estos grupos es ya evidente dos o tres años después. Los Mossos d’Esquadra –muy dubitativos durante años a la hora de aceptar esta realidad y cómo afrontarla– no contaron con un informe sobre estas pandillas hasta 2003.

Se importaron con los flujos inmigratorios los modos de actuar de unas bandas –nunca en su forma más violenta– que en América Latina habían dejado a países enteros al borde del colapso, co-

mo El Salvador, Guatemala y Honduras. Las primeras captaciones de miembros de las bandas se produjeron tras ponerse en marcha el llamado reagrupamiento familiar que posibilitaba la normativa española de inmigración.

Inicialmente, un cónyuge o el matrimonio se desplazaba desde un país de América Latina a España para empezar a buscar un trabajo. Los hijos de estas parejas se quedaban en sus países a cargo, principalmente, de los abuelos o de tíos. Las divisas empezaron pronto a llegar y la familia que se había quedado en América empezaba a gozar de un nivel de vida mayor. Los hijos lucían prendas de ropa o zapatillas deportivas que sólo podían comprarse gracias al dinero que sus padres enviaban desde Barcelona, Madrid, Zaragoza… Eran niños con una posición algo preponderante en su entorno escolar o de barrio.

Sin embargo, el reagrupamiento familiar, el que permitía que legalmente una familia inmigrante –no solo ocurrió con los latinos, los magrebíes también se acogieron a esa facilidad que daba la ley– se reuniera por fin en el país de acogida cambió las cosas. El niño o adolescente, que en Ecuador, Nicaragua o República Dominicana se sentía cómodo y hasta en una situación de cierto dominio por el aumento de su renta familiar, pasaba a ser uno más de su grupo en una clase de un colegio público en cualquier rincón de España con costumbres y convenciones sociales que le resultaban ajenas. Algunos de esos chicos, cayeron en las bandas. Otros, simplemente, buscaron la cohesión social que necesitaban haciéndose aficionados de algún equipo de fútbol.

De quienes optaron por acercarse a los latin kings, a los ñetas o a los black panthers o a cualquier otra banda, sólo una pequeña porción han seguido en estas organizaciones ocupando con el tiempo lugares de mando. Otros han optado por formar una familia y olvidarse de la pandilla. También hay un grupo que ha vuelto a sus zonas de origen.

Sin embargo, han llegado nuevas generaciones a las bandas. Estos miembros conviven con aquellos más antiguos. Es aquí donde se materializa con fuerza la llegada de miembros de otros orígenes ajenos a los latinos. Hay también jóvenes catalanes, pero, según las informaciones disponibles, las chicas se han acercado a la bandas más que las chicos. Las mujeres han desarrollado más la fascinación por la banda, a pesar de que muchos de los ritos de iniciación pasen por tener relaciones sexuales con miembros masculinos de la pandilla.

Se han detectado también ciertos fenómenos novedosos. Uno de ellos es la aparición en fase muy embrionaria de bandas sólo de jóvenes de origen subsaharianos, como los llamados b-bloods. Se han dado casos de chicos originarios de Ghana, Senegal, Camerún o Brasil, que han llegado a las bandas tras crecer desde bebés en el seno de familias españolas en hogares de adopción.

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