EL PASO dado por Suiza de poner trabas a la entrada de ciudadanos de la UE para trabajar en su país es un retroceso para la construcción europea. La decisión ha sido votada en un referéndum alentado desde el populismo «contra la inmigración masiva». A partir de ahora, una nueva ley fijará el techo de inmigrantes aceptables cada año y la obligación de contratar a suizos antes que a extranjeros. La normativa infringe los Acuerdos Bilaterales con la UE y pasa a considerar a los ciudadanos de la Eurozona como a los de otros países extracomunitarios. Bruselas debería iniciar acciones diplomáticas para frenar este desaguisado