Nunca es tarde para ayudar >

Voluntarios sin fecha de caducidad

Corina, Martín y Luis, jubilados en sus respectivos trabajos, se han dado de alta en la solidaridad social

Deia, Arantza Rodríguez, 29-09-2013

Corina de Portugal Voluntaria del Banco de Alimentos de Bizkaia Martín Royuela Voluntario del Banco de Alimentos de Bizkaia Luis Ortiz Voluntario del Banco de Alimentos de Bizkaia

Bilbao


Qué más quisiera yo que poder dar. Estoy en el paro desde hace años". Corina de Portugal, voluntaria del Banco de Alimentos de Bizkaia, no se quita de la cabeza las palabras de aquel chico, de unos treinta años, al que se dirigió durante una colecta. “Lo que más me conmovió fue la pena con que me lo dijo”, recuerda. El instante, amargo, lo endulzan otros muchos rebosantes de solidaridad. “Hay gente que se vuelca y otros que te dicen: No, para que luego se lo lleven los inmigrantes…, pero por cada uno que hace un reproche, hay 50 que están deseando hacer algo por los demás”. Como la propia Corina o Martín. Ambos recogen en los supermercados alimentos no perecederos, pero quienes realmente parecen no tener fecha de caducidad como voluntarios son ellos. Más de 70 años por cabeza y subiendo. Luis, a sus 97, arrima el hombro con tareas administrativas.


Corina de Portugal > 75 años


“El primer beneficiado cuando compartes eres tú”


Desgracias ha sufrido muchas – enviudó joven, perdió a una hija y tenía cinco bocas que alimentar – , pero nunca ha pasado hambre “ni de comida, ni de cariño”. Bien nutrida en afecto, Corina irradia positivismo acompañada de su hija, que sufre una discapacidad intelectual. “La vida es muy dura, pero también tienes que ver todo lo bueno que tienes, valorarlo y repartirlo”. Y no solo lo predica. También lo pone en práctica, ya que colabora con distintas organizaciones, incluida Cáritas. “Si tienes tiempo, eres solidaria y puedes, te metes en cosas, conoces gente y haces una buena labor. Soy una voluntaria nata”, se autodefine esta psicóloga jubilada, que vive en Getxo.


Convencida de que “una cosa es dar y otra, darse”, Corina optó por implicarse más allá de los donativos y empezó a participar hace un año en las campañas del Banco de Alimentos. “Me resulta mucho más gratificante colaborar con mi actividad. Además, te sientes útil. Das tu tiempo, que siempre significa un esfuerzo, pero compensa”, asegura. Puestos a aportar un granito de arena, tampoco es lo mismo, dice, “dar tres kilos de lentejas que cinco duros, porque con lo primero tienes que pensar qué coges, comprarlo e involucrarte un poco”.


Cuando la necesidad acucia por primera vez, no es nada fácil extender la mano. “Pedir comida es muy duro. Habrá alguno que se pueda aprovechar, pero hay mucha gente a la que le da vergüenza”, relata Corina, para quien “muchas veces podríamos vivir muy bien con la tercera parte de lo que tenemos”. Por eso, anima a ser solidario. “El primer beneficiado cuando compartes eres tú. El que lo hace con el corazón en la mano se encuentra con gente que hace lo mismo que él. Es otro mundo dentro de la sociedad, pero que te reconcilia con ella”.


Martín Royuela > 73 años


“Cada vez hay más penuria y necesidad y hay que volcarse”


“¿Ahora que te has jubilado te metes en un rollo de estos?”. Eso es lo que le dicen a Martín Royuela sus amigos, pero como se descuiden, los recluta para la causa, tal y como hicieron con él hace un año. “Cada vez hay más penuria, más necesidad, y hay que volcarse”, argumenta este vecino de Leioa, que cambió la Banca, en la que transcurrió su vida laboral, por el Banco solidario.


Mientras se plantea captar a su nieto mayor para las colectas – “con 15 años soportará mejor que yo estar de pie tanto tiempo” – , Martín hace un llamamiento urgente para que quienes dispongan de tiempo y salud se enrolen como voluntarios. “Cuidar nietos es una labor muy loable, pero en estos tiempos que corren hay que hacer algo más. Aunque no todo el mundo es aprovechable – uno está cascado, a otro le han hecho un trasplante… – , no hay que despreciar la labor de nadie”. De hecho, no se discrimina por razones de edad. “Vas al Banco de Alimentos y todos somos vejestorios”, bromea, y aclara, por si alguno se lo estuviera pensando, que siempre se prima lo personal frente a la labor de voluntariado. “Si tienes que ir al médico o al pueblo, eso es lo primero”, asegura con la mente puesta en la gran colecta, que tienen previsto realizar en un centenar de supermercados de Bizkaia el 29 y 30 de noviembre.


Apostados en las entradas de los centros, Martín y compañía reparten bolsas e informan a los clientes de los productos que pueden aportar, aunque alguno siempre va por libre. “Si dan huevos, entramos al supermercado y los cambiamos por una lata. En la campaña de fin de año hubo quien donó hasta champán. Y yo: ¿Champán habiendo necesidad de comer? Y me decían: ¿Pero no tienen derecho a tomarse una copita?”, relata, sin olvidarse de una pareja joven que donó un carro lleno de alimentos. “La respuesta fue asombrosa. Fue una matada clasificarlo todo en el almacén”, se enorgullece. Aunque el 98% de las personas colaboran de buen grado, siempre hay excepciones. “Hay desde quien te desprecia y pasa de largo hasta el que dice: Yo lo que quiero es que me den a mí”.


Luis Ortiz > 97 años


“Creíamos que no comían en Sudáfrica y nos está tocando”


Cuando Luis Ortiz entró hace 17 años en el Banco de Alimentos de Bizkaia apenas había una decena de voluntarios para atender las necesidades de inmigrantes y personas de etnia gitana. Hoy día son unos noventa colaboradores fijos y un millar de eventuales y el perfil de los beneficiarios ha cambiado. “Jamás en la vida pensé que íbamos a llegar a donde hemos llegado. Hay gente con sus zapatos limpitos, incluso con su corbata, jubilados que no se atreven a ir a Cáritas porque les da apuro que sus vecinos les vean. Esta pobre gente está manteniendo no solo a sus hijos, también a sus nietos. El problema es tremendamente horroroso”, lamenta. Y lo dice él, que fue prisionero de guerra y, una vez libre, más de una noche y de dos se acostó sin cenar.


Para ayudar a esos mayores en apuros insta a otros a que “no solo piensen en echar una partidita a las cartas o estar viendo obras” y se hagan voluntarios, “que es la cosa más bonita del mundo”. Viudo y sin hijos, él mismo ha encontrado en el Banco alimento para el espíritu. “Pensé que en mi última etapa de la vida me iba a tocar estar solo en un rincón con una toquilla, pero estoy en plena actividad y nunca he tenido tantos amigos”, se congratula.


Para Luis, echar una mano a los demás es tan gratificante que ni siquiera el infarto que sufrió el pasado mes de mayo le ha conseguido apartar de su labor al frente del papeleo y el teléfono. “Todos los días hay una docena de llamadas angustiosas de gente que pide comida. Algunos se enfadan si no se la das, a mi madre la han nombrado unas cuantas veces, pero lo tenemos prohibido por el Gobierno vasco. Tienen que recibirla a través de organizaciones”, aclara. Lo que sí puede ofrecerles es un consejo, que luchen, que no se amilanen y que tengan fe en que lo vamos a superar. Creíamos que no comían en Sudáfrica y nos está tocando también a nosotros, pero adelante, la botella siempre medio llena, hay que ser optimista".

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