París / Semana de la alta costura
De qué color es la piel de Dior
Raf Simons zanja la polémica racial en la casa parisina con un desfile multiétnico
El Mundo, , 02-07-2013Ni Patrick Demarchelier ni Paolo Roversi
ni Willy Vanderperre ni Terry
Richardson, todos disparando en vivo
para componer con sus instantáneas
–proyectadas simultáneamente
como telón de fondo– una visión 4D
del desfile en tiempos de furor instagramero.
Tampoco la banda sonora
del rapero Kanye West, mesías de la
moda, no porque él lo valga, sino
porque él lo dice. Ni siquiera la oscarizada
Jennifer Lawrence, enseñando
ombligo en otro dislate estilístico
como musa de la casa. Y ya no digamos
la propia colección, una sublimación
de los tópicos indumentarios
geopolíticos con acuse multicultural.
El encendido debate que ha desfilado
parejo a la propuesta de alta costura
para el próximo otoño/invierno
de Christian Dior, presentada ayer
tarde en el monumental Hôtel des
Invalides parisino, lo han propiciado
las modelos. Su color, en realidad.
La chispa la prendía James Scully,
no el poeta, sino el director de casting
estadounidense (selector de maniquíes
para Jason Wu, Tom Ford o
Victoria Beckham) cuando, a principios
de año, declaraba molesto al
portal Buzzfeed que los elencos de
Dior desde que firma Raf Simons
son «tan blancos que parece algo deliberado
». Y el pasado fin de semana
la reavivaba la modelo Jourdan
Dunn al informar vía Twitter de su
«descuelgue» del cartel de la casa
francesa por el volumen
de sus pechos: «Normalmente
me dicen que no
por mi color, así que ser
rechazada por mis tetas
es un mal menor :)», trinaba
jocosa la anglojamaicana,
célebre por su
lucha contra la discriminación
racial en la industria
desde su salto a la fama
con Prada, en 2008.
Fichado en abril del
año pasado, el belga Raf
Simons ha concebido
ya siete colecciones como
director creativo de
Christian Dior. En ninguna
de ellas había figurado
una maniquí negra.
Hasta ayer. Y la selección
fue de órdago:
Grace Mahary, Yasmin
Warsame, Joan Smalls,
Kelly Moreira y Maria Borges, comandadas
por la excelsa veterana
Alek Wek (36 años). Si lo que pretendía
el diseñador –que jamás había sido
sospechoso de discriminación, al
menos por lo que respecta
a los desfiles masculinos
de su firma– era cerrar
bocas, lo consiguió.
Las susceptibilidades,
sin embargo, aún siguen
a flor de piel. En un ambiente
que gusta de hacer
sangre del peso, el color,
la edad y a veces hasta el
género de las modelos, la decisión
de Simons de hacer aparecer tal batallón
de bellezas de ébano justo para
ejemplificar una colección de talante
multicultural (la clienta global
de Dior como leitmotiv, en una
disección de gustos y personalidades
que visita los cuatro continentes)
sigue antojándose peligrosa.
Para colmo, Donatella Versace
inauguraba esta semana de la alta
costura parisina otoño/invierno
013-014 el domingo por la noche
echando a andar por la pasarela a
Naomi Campbell, con la excusa de
necesitar «un icono sexy, femenino
y con actitud» para justificar su despliegue
de piel desnuda.
Acusaciones de reduccionismo étnico
aparte, la colección presentada
por Simons (su tercera incursión en
la costura chez Dior) consigue alzarse
por encima de cualquier interesada
polémica. Y lo hace precisamente
a costa de lo que más duele: esas
prendas de inspiración africana, en
especial los vestidos tubulares de satén,
a rayas y semitransparentes, con
las que el belga hace valer al fin en la
vieja casa parisina su modernísima
concepción/filosofía de la moda.
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