Emigrar debe ser una oportunidad

La Vanguardia, , 08-05-2013

LA recesión económica que atraviesa España está arrastrando jóvenes hacia el mercado de trabajo alemán, demandante de profesionales cualificados. La cuestión es si este hecho debe calificarse de inmigración o de simple uso y aplicación del mercado laboral europeo y de una movilidad que estaba inscrita en los tratados de la Unión.
Para un país como España, donde hasta la movilidad interna de una comunidad autónoma a otra resulta para algunos poco menos que dramática, el hecho de tener que atravesar la frontera es sinónimo de fracaso personal y colectivo. Pues bien, eso sólo quizá sea una verdad parcial e incompleta.
De entrada, según datos de las últimas encuestas del Eurobarómetro, cerca del 60% de los jóvenes europeos quiere trabajar en otro país europeo. No tienen ningún reparo, al contrario: quieren ensanchar sus perspectivas vitales y profesionales, y Europa resulta un destino apropiado y, en el caso de Alemania, exigente y aleccionador. A veces, los que alimentan prevenciones no coinciden con los que cogen el pasaporte.
Hay en todo esto un precedente histórico que parece enturbiar el hecho de utilizar el espacio europeo para encontrar trabajo. Nos referimos a la emigración española en los años sesenta, cuando hasta las películas aludían a lo de Vente a Alemania, Pepe. Aquello quedó en la memoria colectiva –o así se ha pintado– como una tremenda penalidad que sufrieron muchos españoles, abocados en caso contrario al hambre.
Puede ser, pero quizá la experiencia de los emigrantes reales de entonces difiera en algo de esa imagen, así como el trasfondo económico en que se produjo. El gran catalán Joan Sardà, padre de las reformas liberalizadoras que se iniciaron con el Plan de Estabilización de 1959, decía que él siempre había visto el mercado de trabajo insertado dentro del mercado europeo, del mismo modo que el conjunto de la economía española. El movimiento de personas respondía a esa lógica, que no tenía nada de denigrante, insistía. La economía española se recuperó en los siguientes años y muchos trabajadores que se fueron regresaron con ingresos, con los que montaron negocios privados.
Hoy estamos en una situación difícil de la economía española, con una elevada tasa de paro, pero aunque desde el punto de vista personal comporte claras incomodidades y dificultades de adaptación, el hecho de salir a trabajar a países donde nuestras cualificaciones tienen demanda no es de por sí ninguna catástrofe.
Al contrario, en economías cada vez más volcadas a la exportación –como ocurre también y en máximo grado en Alemania– la experiencia de trabajar en otros países distintos al lugar de nacimiento puede suponer a la postre una ventaja en la carrera profesional.
Si cabe una visión normalizada del hecho de buscar trabajo en Europa, debería ir acompañada de una enseñanza masiva y gratuita para aquellos que se vean abocados a marcharse. Hay que preparar salidas para mejorar, no meramente para sobrevivir.

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