“Obama no es una anécdota”

Pese al vigor hispano, el ‘black power’ sigue siendo el cimiento del presidente

La Vanguardia, FRANCESC PEIRÓN Washington. Corresponsal, 22-01-2013

Union Station, la estación central de Washington, ejerce de cruce de caminos. El flujo de llegadas no cesa durante el domingo, de cualquier lugar, viajeros atraídos por el patriotismo de la toma de posesión del presidente, que se celebra el lunes. –¿Puedes dejarme el teléfono? Un joven blanco se dirige a otro que pasa por allí. –Necesito hacer una llamada. –¿No tienes teléfono? –Acabo de salir de la cárcel. El otro acepta marcar los números y comprobar si responde Cindy. La voz del contestador se identifica con este nombre.
–Deja el mensaje de que Charlie va para allá.

A Charlie le esperan en Greenville (Mariland). A contracorriente. Él se marcha cuando irrumpen las multitudes. Lo que a las pocas horas no verá en vivo se vislumbra esa noche, aunque el asunto se observará de forma más nítida al amanecer.

Escasamente son las siete de la mañana y las aceras de la calle siete rumbo al Mall se quedan pequeñas. La riada desemboca en esa artería de la capital estadounidense, en una zona relativamente próxima al Capitolio, donde Barack Hussein Obama jurará su segundo mandato entre el fervor popular. El día anterior lo hizo en la intimidad de la Casa Blanca.

Tan temprano, todavía hay gente que duerme sobre la hierba. Otros están sentados en sus sillas portátiles, y no faltan los que cantan. Los que también se han desplegado son los vendedores de todo tipo de souvenirs, da igual lo que sea, siempre bajo la imagen de Obama o de Michelle, su esposa. El programa oficial, a diez dólares, se cotizará a cinco al mediodía, justo al inicio del discurso del 44.º presidente de EE. UU. Para que luego digan que el madrugón ayuda. Mal negocio.

“Vengo de Houston, casi 25 horas en autobús”, comenta Horace durante la ruta hacia el Mall. Este señor, un negro de pies ligeros pese a estar metido de pleno en la tercera edad, lamenta que se perdiera la del 2009, gigantesca como ninguna se recuerda, con 1,8 millones de asistentes.

La de ayer fue más discreta –de 600.000 a 800.000–, pero superior a las registradas al inicio de un segundo mandato. A Horace, en cambio, incluso le parece más importante esta segunda ocasión que la primera. “No, no lo digo porque entonces no estuve y hoy sí, lo digo convencido”. –Explíquese… –Que haya ganado el segundo mandato demuestra que Obama no es una anécdota de la historia. Habrían dicho que un negro no podía ganar dos veces, que la victoria del 2009 la habría conseguido cualquiera por el desprestigio de Bush y que ningún republicano quería presentarse. Esta vez ha ganado por las ideas.

Al rato, Jeanne Prioleau, mujer negra que ha venido desde Carolina del Sur, justifica su excursión. “Es muy importante estar hoy aquí porque no sabemos cuando se repetirá”. Jeanne se muestra orgullosa del primer mandato y confía mucho en los próximos cuatro años: “Obama representa nuestra lucha, desde la esclavitud hasta hoy, ha dado voz a los pobres y a los ricos, sin mirar el color o de dónde vienes”.

Cerca de ella, otro negro, el veterano Herb Wilson, le da la espalda al Capitolio. Hace ese gesto para fijar la mirada en Martin Luther King, cuya festividad se celebraba ayer. “Gracias a él estamos aquí –sostiene este vecino de Jacksonville, Florida–, él empezó la carrera”.El hombre mira hacia la concurrencia y añade: “Si se hubiera impuesto Mitt Romney esto estaría lleno de blancos. Pero ya ves, ganamos, y esto está lleno de negros –la gran mayoría– o de hispanos”. ¿Hispanos, dónde?

Tras las elecciones del 6 de noviembre, una de las cuestiones más repetidas es la importancia que los hispanos tendrán en esta nueva etapa. La toma de posesión es un ejemplo. La juez Sonia Sotomayor prestó juramento al vicepresidente, Joe Biden. Y el poema de la ceremonia lo escri-

bió y recitó Richard Blanco, cubano de origen, nacido en Madrid.

Sin embargo, frente a la demostración de alegría y orgullo de los afroamericanos, a los hispanos les caracterizó una huella de levedad, al menos en la zona por la que transitó este cronista. A base de preguntas aparecieron Trecy Jefford (nacida hondureña), Alejandro Vasquez (de cuna mexicana) o Armando Sanabria (salido de Argentina), además de unos cuantos puertorriqueños. Al margen de sus raíces, todos comparten una esperanza. Que la energía que Obama invirtió en sacar adelante la reforma sanitaria la destine a la reforma migratoria.

En escena aparece Obama y se encara de nuevo al juez John Roberts. El segundo juramento en 24 horas. Linda Taylor, mujer negra en la edad dorada, se emociona. “Es una persona de fe”.

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