Behatokia

Aspectos positivos de la inmigración

Frente al mensaje de la derecha, que traslada a los atribulados ciudadanos que la presencia de los inmigrantes supone un "riesgo", lo cierto es que la sociedad vasca es más diversa con ellos y, por tanto, más rica.

Deia, Por Josu Montalbán, * josumontalban.blogspot.com, 23-07-2012

YA puede dormir tranquilo Basagoiti – y sus acólitos del PP – porque parece que se está cumpliendo su deseo, resumido en su lapidaria frase “primero, los de casa”. Poco antes, los populares del Ayuntamiento de Bilbao habían buzoneado una misiva en la capital vizcaina en la que daban a entender que los inmigrantes se beneficiaban de privilegios a los que no tenían acceso “los de casa”. Supongo que en los barrios bilbainos más humildes serían bastantes los inmigrantes que leyeron aquella misiva que contenían tantas falsedades como desvergüenzas. Pues ya está, los hados han escuchado a Basagoiti y las cifras empiezan a mostrar una deriva que satisfará a la reaccionaria derecha.

El paro de los inmigrantes se ha disparado en Euskadi, ahora es del 34,3%, es decir, el triple que el paro de los autóctonos. En este sentido, la insaciabilidad de la derecha es desmesurada y aún pensarán que se puede dar otra vuelta de tuerca. No será extraño que cualquier día salgan con otra boutade del tipo de “mientras haya un solo autóctono parado no debe haber un solo inmigrante trabajando”. Puede ser que sean capaces de decir lo que piensan, a pesar de que cuando uno se asoma a los barrios ricos, como Neguri, ve salir de las haciendas a inmigrantes que llevan a los niños al colegio o tiran de las sillas de ruedas sobre las que van los ancianos; a pesar también de que cuando uno mira hacia las mansiones ve a través de las ventanas cómo trajinan las muchachas inmigrantes en las labores de limpieza y mantenimiento de los hogares. Esta imagen se repite en las ciudades, en las zonas en que residen las clases medias y altas.

Esta situación de los inmigrantes lleva añadidas una buena cadena de consecuencias, todas ellas negativas, para el colectivo citado. La crisis ha incidido de modo brutal en ellos porque el soporte familiar apenas les protege – muchos de ellos/as viven aquí solos mientras sus familias permanecen en sus países de origen – y porque mientras han trabajado lo han hecho en condiciones de precariedad, cuando no en la economía sumergida.

Plasmado en números, resulta que los parados extranjeros suponen el 13,3% de los parados a nivel nacional, pero su participación en el gasto por prestaciones de desempleo solo es del 9,7%. Si la correspondencia fuera lineal y lógica, no se produciría un desfase de casi un 4% en el montante cobrado. Hay otra consecuencia fatal para el inmigrante desempleado, cual es que les convierte en irregulares, dado que no pueden renovar su permiso de trabajo, pudiendo ser expulsados de España.

Frente al mensaje subliminal de la derecha, que traslada a los atribulados ciudadanos que la presencia de los inmigrantes pone en riesgo su acceso al empleo y la suficiencia del gasto en ayudas sociales, es preciso exponer los aspectos positivos de dicha presencia entre nosotros. En la era del envejecimiento de la población, las mujeres inmigrantes han aumentado la natalidad dentro de su colectivo en un 3,4%, mientras la natalidad general en Euskadi ha caído en un 3,3%. En lo económico, las mujeres inmigrantes han aportado a la sociedad vasca mucho más que lo que han recibido. Un estudio elaborado por Emakunde así lo certifica: las mujeres inmigrantes generan el 1,7% de la renta total del País Vasco. Las aportaciones fiscales alcanzan unos 224,1 millones de euros, cantidad muy superior a los ingresos que perciben como prestaciones al desempleo y ayudas sociales, que solo llega a los 142,3 millones de euros.

A estas cifras cabe añadir que también consumen, ellas y sus familias (y así aportan su granito de arena a la activación de nuestra Economía), y que su consumo ha generado ingresos por IVA de 45,2 millones de euros. El informe de Emakunde es contundente y concluye en tres frases muy concretas de su directora, María Silvestre: “Las inmigrantes han paliado el grave problema del envejecimiento. Las mujeres extranjeras generan renta y riqueza. La presencia de latinoamericanas responde bien a las necesidades de la sociedad vasca”.

Recientemente, la consejera de Empleo y Asuntos Sociales, Gemma Zabaleta, afirmó que la motivación de los inmigrantes para recalar entre nosotros es el trabajo. Solo unos pocos acuden siguiendo ese mal llamado efecto llamada, para captar ayudas económicas. Lo hizo en la presentación del Pacto Social por la Inmigración en Euskadi, que no responde al simple capricho de la responsable política, sino que ha sido elaborado por una comisión plural de personas integrada por filósofos, sociólogos, profesores universitarios, escritores, abogados, fiscales, y demás personas elegidas por su posibilidad de aportar luz, mucho más que por adscripciones políticas partidistas. Por su contenido y por el tono empleado en el texto del Pacto debería llegar a todos los centros escolares y universitarios, más aún, debiera llegar a todos los hogares.

Hay una frase contundente que marca las intenciones de quienes han elaborado el texto y conduce a los lectores a la senda de humanidad desde la que debe ser abordado el fenómeno de la inmigración: “No abordamos el fenómeno de la inmigración en términos utilitaristas, sino en términos de humanidad y de justicia. Nos inspira la perspectiva de la Declaración Universal de Derechos Humanos y el convencimiento de que todos los derechos recogidos en ella son patrimonio de todas y cada una de las personas”. Y es que hay gentes, entre los autóctonos, que creen que los inmigrantes no son personas como ellas, y como tal les tratan, que no les asisten todos los derechos, de tal modo lo creen que agigantan los posibles riesgos que comporta su llegada y minimizan sus efectos positivos.

Lo cierto es que la sociedad vasca es más diversa con ellos y, por tanto, más rica. Nos hicieron más ricos quienes llegaron desde otros lugares del Estado español a trabajar a nuestras minas y nuestras fábricas, del mismo modo que nos hacen más ricos quienes ahora llegan desde más allá de las viejas fronteras, o allende los océanos. También los vascos emigrantes han enriquecido cultural, económica y socialmente a las sociedades que les han acogido.

Si les remito a los textos del Pacto Social por la Inmigración es porque se trata de un bello texto, que lima las rencillas que puedan producirse entre los favorables o los detractores de la inmigración, porque lleva a un terreno de condescendencia donde la convivencia entre todos, por muy diferentes que podamos ser, encuentra muchas facilidades. Está basado en principios y valores indiscutibles y marca caminos que resultan tan fáciles de recorrer que se muestran placenteros. Con estas sencillas aportaciones solo intento llamar la atención para que busquemos su fuente argumental con la avidez de los sedientos de armonía y convivencia. Y llamo a que lo lean con la máxima atención al señor Basagoiti y los suyos para que esa “casa” en la que viven, según él, los “primeros” (y los únicos) que han de recibir ayudas, abra sus puertas y ventanas para llenarse de luz y de humanidad.

Por eso, y para eso, transcribo para terminar el último párrafo del referido Pacto, cuyo subtítulo es “Un compromiso común por la convivencia”: “La inmigración y las nuevas diversidades que la acompañan debe ser una oportunidad y un incentivo para volver a pensar, colectivamente, la sociedad vasca que queremos para todos nosotros y para las futuras generaciones. Si acertamos hoy con los compromisos que adoptemos y con las decisiones que tomemos, estaremos poniendo las bases para un futuro mejor”.

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