Javier de Lucas Catedrático de Filosofía del Derecho y Filosofía Política

"El tópico del inmigrante aprovechado que abusa de nuestro modelo social y no aporta es erróneo"

Deia, , 05-03-2012

El profesor De Lucas acaba de recibir el X Premio Francisco Javier de Landaburu Universitas que concede Eurobask por un ensayo en el que el expresidente de CEAR realiza un análisis crítico de las condiciones de las políticas europeas de integración ante la inmigración

Bilbao. En su ensayo defiende que las políticas de inmigración de la UE son un fracaso. ¿Pesimismo antropológico o pura realidad?
Es más una constatación que un juicio de valor. Si lo que se trata conseguir con esas políticas de integración es que se produzca un acomodo pacífico, una convivencia mutuamente beneficiosa, hay que estar ciego para no darse cuenta de que hemos fracasado. Y no solo por explosiones puntuales, como las de la banlieu (suburbios) de Francia en 2005, los desórdenes en Reino Unido, y en España para qué hablar. Hay una constatación empírica de que las cosas no se han producido como debían. Por otro lado, estamos muy lejos de alcanzar el valor que debiera guiar la integración: la igualdad, igualdad en el reconocimiento y en la garantía de los derechos.

¿Qué déficit ha encontrado?
Desgraciadamente los atentados del 11-S de 2001 retrotrajeron el tratamiento de la inmigración a la clave de amenaza, y luego ha venido la crisis en 2008, con lo que no ha habido manera de seguir con el modelo de Tampere (1999). Hemos apostado por un modelo que entiende la inmigración únicamente en clave económico-laboral y que, además, juzga el éxito o fracaso de esa política en términos de los beneficios que esa dimensión produce. De tal manera, que si nos vienen los inmigrantes en función del mercado de trabajo y además no nos cuestan más de lo que producen, esas políticas han triunfado.

A la vista está que eso no funciona.
Efectivamente, ese planteamiento es erróneo. Primero porque la inmigración no solo es una cuestión de trabajo ni de economía, porque llamamos a mano de obra y nos vienen personas. Con la inmigración nos viene cultura, nos vienen no solo individuos sino grupos sociales, nos viene por tanto la necesidad de acomodarnos a esa presencia… Y todo eso no se cubre simplemente pagando a mi trabajador y si me produce que, evidentemente, también es muy importante.

Es inevitable escuchar que los inmigrantes han empeorado las condiciones laborales de los ‘aborígenes’ y que se quedan con las ayudas o los pisos sociales.
En aras de esa lógica del beneficio, el modo de tratar a los inmigrantes ha sido reducir al máximo los costes, lo cual se ha traducido en el ámbito laboral en un principio de discriminación de las condiciones de trabajo. Hay que estar ciego para no darse cuenta de que a los inmigrantes no les ofrecemos las mismas condiciones que a los demás, lo que no es nuevo, ya que desde que la mujer se incorporó al mundo laboral venimos tratándolas de modo distinto que a los hombres. Y desde el punto de vista de los otros derechos, vamos al regateo permanente para que no nos cuesten. Por ejemplo, el derecho a la Seguridad Social, a la cobertura sanitaria, al desempleo… tratamos de dar a los inmigrantes lo mínimo posible.

Y, sin embargo, reconocerles los mismos derechos que los que disfrutamos se ve como un privilegio por una parte importante de la sociedad.
Pero, naturalmente. El tópico de que el inmigrante es un aprovechado que viene a abusar de nuestro modelo social y no aporta es errónea, pero está muy generalizada. A mí me produce un verdadero escándalo, me escandaliza que entre nosotros haya quienes se lamenten de que los inmigrantes nos cuestan en términos de cobertura sanitaria o de desempleo. ¡Pero, bueno! ¿Qué queremos? ¿Volver a la esclavitud o qué? Creo que esa es la raíz del problema, la concepción instrumental del inmigrante, es decir, tratar al inmigrante como una herramienta que puede ser explotada en condiciones distintas a las del resto y además utilizarlo para hacer dumping social contra el resto de los trabajadores.

Y pese a esa lógica del beneficio, usted cree que deberíamos aprovechar la crisis para hacer una revisión ambiciosa de las políticas migratorias. ¿No se corre el riesgo de agudizar el discurso del ‘Yo, después yo, y si acaso luego los míos’ y que salga el tiro por la culata?
Naturalmente. Se corre ese riesgo, pero ese riesgo es la solución.

¿Cómo?
Estamos apostando por una política del yo primero: primero el beneficio del capital, sin el cual no hay creación de trabajo; primero el beneficio del empresario, sin el cual no puede haber empleo. Y por eso estamos recortando el Estado del Bienestar de la mano de las políticas de la UE con el directorio Merkozy.

Pero esas políticas de austeridad están cada vez más contestadas. Sin ir más lejos Krugman el nobel de Economía acaba de afirmar que son la causa de la recesión que se nos avecina, por decir algo.
Sí pero son las que se están aplicando, las políticas del detrimento y el recorte de los gastos sociales, de convertir esos derechos en mercancías, como el copago sanitario o de acceso a la justicia. Son cosas verdaderamente inconcebibles. Pero creo que, precisamente porque estamos en esta situación de crisis profunda es posible plantearse una acción política en la que cambie la perspectiva de quiénes somos los sujetos que debemos intervenir y cuáles los intereses que deben ser tenidos en cuenta.

¿A qué se refiere?
Debemos ser conscientes de que los inmigrantes son vecinos, trabajadores como los demás, y da igual que hablen de una u otra manera, que tengan una opción sexual, religiosa o cultural distinta… son trabajadores. Y ahí tiene que regir el principio de igualdad. Estamos todos ante una oportunidad de decir: Nosotros somos el pueblo. Y cuando algunos dicen, y se les critica por ingenuos o iletrados, que esta política no les representa, tienen toda la razón. Sé que es dificilísimo pero es la única oportunidad, porque la alternativa es asomarnos a esa línea que nos lleva a todos al abismo, menos a los de siempre que se salvarán igual.

¿O presionamos juntos a la clase política, inmigrantes y ‘aborígenes’, o nos caemos con todo el equipo?
Si no cultivamos esa oportunidad no podremos reconstruir el vínculo social y político en condiciones de igualdad, no podremos construir una sociedad mínimamente cohesionada porque habremos avanzado más todavía en la desigualdad. Precisamente, porque estamos ante el abismo es cuando nos estamos dando cuenta de que, o nos salvamos todos con todos, o nos traga el abismo.

Usted vive y trabaja en Francia. Hace unos años los suburbios de París ardieron en unas jornadas de ira, pero el discurso populista y xenófobo continúa en boca de varios de los candidatos que hoy se postulan en el asalto presidencial al Elíseo.
No estoy tan seguro de que estemos ante el mismo escenario que cuando Sarkozy ganó las últimas elecciones y que ahora está repitiendo: aglutinar el voto de extrema derecha y para ello recurrir al miedo. Es verdad que Sarkozy está haciendo eso con la esperanza de robarle votos a Le Pen para permitirle pasar en primera vuelta y luego reagrupar a toda la derecha en la segunda vuelta. Pero hay una diferencia fundamental. Y es que esa estrategia del miedo hoy no tiene la misma expectativa, ni puede ser usada tan impunemente como hace cuatro años, porque estamos en crisis y la gente se da cuenta de que esa estrategia del miedo es otra trampa, como todas las otras.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)