Un barrio salvado con ayudas oficiales

Las Provincias, TOMÁS RAMÍREZ, FOTOGRAFÍA: DANI MADRIGAL tramirez@cmalicante.com | ALICANTE., 04-03-2012

Construido en la década de los 70 para atender la demanda de vivienda de las familias de rentas bajas, el barrio de Juan XXIII – 2º Sector se ha convertido en las últimas décadas en un núcleo de población caracterizado por un alto índice de paro, pobreza y marginalidad. El presidente de la asociación de vecinos del barrio, Manuel Medina, al que acompaña Celia Campelo, integrante de la asociación, coincide con otros residentes a los que consultamos en la calle que la tasa de desempleo es de un 90% de la población en edad de trabajar. Un dato negativo al que se ha de sumar la escasa instrucción y la precaria situación económica de la población, que en una gran porcentaje es de etnia gitana, y también de inmigrantes.

Pese a todo, y gracias a las inversiones oficiales , el barrio cuenta con un gran número de dotaciones sociales y equipamientos culturales de los que participa la población, especialmente los jóvenes, que luchan y por salir de la situación en la que se halla el barrio. Entre ellos, un centro social comunitario con espacios para los mayores y los jóvenes, un centro de convivencia con espacios de lectura, educación de adultos, casa de oficios, y también aula municipal de cultura, aulas de formación y un espacio polideportivo.

En un paseo por el barrio llama la atención el aspecto viejo y descuidado de las viviendas que se hallan en los pasajes, rodeadas de pinos y zonas ajardinadas que están abandonadas, como demuestra las largas hileras de procesionaria que pudimos ver mientras cruzábamos los pasajes, con el de las casas que rodean la plaza Manuel Medina y que han sido rehabilitadas con los fondos del Plan Integral de Recuperación de los barrios de la Zona Norte.

Una iniciativa ésta de la Generalitat y el Ayuntamiento de Alicante de la que ha sido beneficiario en mayor medida el barrio de Juan XXIII. «Aquí se han invertido muchos, pero que muchos millones», señala Manuel Medina que durante años ha luchado para que el barrio no se vaya a pique. No obstante, Celia Campelo recuerda que falta mucho por hacer y refirió que hasta ahora se han rehabilitado 342 viviendas y faltan aún por restaurar más de 700.

Los vecinos hacen especial hincapié en la existencia de ‘pisos patera’. Viviendas que se hallan en el pasaje Arcipreste de Hita y en las que, según señalaron, «están ocupadas por numerosos drogadictos e inmigrantes, que viven en condiciones infrahumanas», por lo que reclaman una decidida actuación de la administración local para poner fin a los problemas que causan. Medina asegura que han sido ya muchas las ocasiones en las que se han producido incendios en estos pisos y aunque ha intervenido la policía para precintarlos, el problema se reproduce.

Llama la atención del visitante la amalgama de gentes que transitan por la calle , especialmente por la de Periodista Francisco Bas Mingot, popularmente conocida como ‘la cuesta’, en la que la presencia policial es prácticamente continua. Una vía urbana en la que sobre todo destaca el gran número de jóvenes que pasan el rato en la calle.

Cuando se les pregunta sobre las condiciones en las que se vive en el barrio los vecinos ponen el grito en el cielo y se quejan de que algunas familias mantienen en sus viviendas de jaulas con pollos y gallos de pelea que causan molestias «porque cantan por las noches y no hay quien duerma» . Algunos van más allá y asegura que se han producido casos de infecciones que son consecuencia de la suciedad de las jaulas de estos animales de corral.

«¡Uf! Aquí hay de todo y mucho malo», afirma Isabel, una vecina del barrio que desayuna en la cafetería Juan XXIII, a la que preguntamos cómo es la gente y cómo se vive en el barrio. Una expresión con la que da a entender que el tráfico de drogas está a la orden del día.

La mayoría de los 72 establecimientos comerciales que hay en la calle Bas Mingot, al menos 50, se han ido cerrando como consecuencia de la falta de actividad y la situación de paro. Una tendencia que ha tocado fondo y empieza a reactivarse, principalmente por la apuesta de la población inmigrante que ha abierto locales comerciales. También por el esfuerzo y el impulso de jóvenes que han decidido montar su propio negocio.

Este es el caso de Eliseo Sala, un joven que animado por su padre ha abierto un local, la Panadería La Bella, en el que, además vende productos de bollería y bebidas. Un negocio que compagina con sus estudios de graduado escolar, tras reconocer su error de haber dejado los estudios a los 16 años.

También Julián Contén, residente guineano que lleva siete años en el barrio, es un emprendedor que ha creado su propia empresa Decón y ha abierto un negocio de alimentación y piensa en abrir otro, puesto que se ha quedado con un local en ‘la cuesta’ en el que pretende abrir un locutorio. Refiere con gran disposición y soltura, que su idea es la de «montar una cadena de comercios de alimentación, así como crear establecimientos de hostelería. Casado, aunque vive solo en el barrio, Julián relata con satisfacción su ascendencia familiar, pues su padre fue diplomático.

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