«Mientras unos pagamos por todo, otros trabajan de forma ilegal»

Las Provincias, L.N. | CASTELLÓN., 04-03-2012

José Ángel, como muchos otros pequeños empresarios de Castellón, hace lo que puede para sobrevivir a la crisis. Pero por más que se esfuerza, siempre hay quien entorpece su camino. Hablamos de la economía sumergida, de todas aquellas personas que ejercen un empleo de manera ilegal, sin contratos, sin pagar a la Seguridad Social y, a veces, sin escrúpulos. Y es que mientras José Ángel cumple con sus obligaciones fiscales, otros pueden hacer el mismo trabajo que él por un precio mucho menor.

Un ejemplo. Cuando José Ángel decidió que era hora de ampliar el negocio se apuntó a un curso de cerrajero que le costó «un dineral». Sin embargo, se lamenta, «hay muchos inmigrantes rumanos que se encargan de abrir y reponer cerraduras sin ni siquiera tener la cualificación necesaria».

Evidentemente, la calidad no es la misma, pero siempre hay gente que mira más el precio que el servicio en sí. «Ellos compran el material en grandes superficies. Material que no es que sea malo en sí, pero no es igual», dice.

También hay zapateros jubilados que siguen ejerciendo como tal desde sus casas. Sin ir más lejos, en pleno centro de Castellón, y muy cerca del local en el que trabajan José Ángel, su mujer y su hijo, hay un hombre que cuando saca una flor al balcón está avisando de que puedes llevarle calzado para reparar. Si la maceta no está, no hay nada que hacer.

Lo más sorprendente, comenta el empresario, «es que algunos incluso cobran más que yo a sus clientes».

De hecho, José Ángel lleva siete años sin subir los precios. Cuando cogió el traspaso de su pequeño taller de la calle Isaac Peral, su antiguo propietario le recomendó hacerlo, ya que él ya llevaba dos sin modificar las tarifas. Nunca dio el paso, por lo que hoy cobra lo mismo por poner unas tapas a unas botas, por ejemplo, que mucho antes de que se empezara a hablar de la ahora omnipresente crisis.

José Ángel es un luchador. Basta con hablar un rato con él para darse cuenta. Tiene espíritu de supervivencia y quizá eso es lo que le ha salvado de las garras de la inestable situación económica actual. Por lo menos de momento. Y es que como muchos otros reconoce que más de una vez ha pensado en tirar la toalla.

No lo ha hecho. Resiste y no duda en apelar a la ayuda de las administraciones públicas ya no sólo para que sean consideradas con las dificultades que supone tener que afrontar los múltiples pagos derivados de su actividad, sino también para que pongan coto a la economía sumergida. «No puede ser que mientras unos pagamos por todo otros se enriquezcan de forma ilegal», denuncia.

Él, como muchos otros, sabe que las cosas están difíciles para todos, pero entiende que ‘los de arriba’ tienen el poder para por lo menos ponérselo un poco más fácil. «De lo poco que sacas, siempre te toca meter para pagar cuotas, impuestos… No puede ser», señala mientras atiende a una clienta.

De ellos, de sus clientes, dice que no son tan fijos como antiguamente, pero tampoco se queja. Lo importante, asegura, «es tratarles bien y no engañarles nunca». Sólo así sobreviven los pequeños grandes comerciantes.

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