paro e inmigración

Un millar de familias ecuatorianas vuelven este verano a su país, aunque los hombres se quedan

Las madres regresan con sus hijos al final del curso tras agotar aquí las prestaciones

Los padres permanecen con trabajos precarios, en hostelería, limpieza o en el campo en la Ribera, y alquilan habitaciones

Diario de Noticias, ana ibarra, 03-03-2012

pamplona. Nelly Gancino ya tiene los “boletos” (billetes) para regresar a Ambato, Ecuador. Ella y su marido Wilson esperan que Tatiana, su hija mayor, termine el curso escolar para consumar una dura decisión: partir la familia en dos. Es lo que toca, la crisis no perdona. Wilson Fonseca se queda en Navarra, mientras que Nelly regresará este verano con Tatiana, de diez años, e Iker, de año y medio, nacido en Navarra. Como ellos, entre 800 y 1.000 familias, asegura el presidente de la Asociación Pro Ecuador, Wiston Erazo, se marchan ya, pero dejan una puerta abierta. “La mayoría tienen la doble nacionalidad y se van con la esperanza de volver”, admite. “Se van como españoles y pueden regresar cuando lo deseen. Ellos permanecen en trabajos precarios – cobrando 6 euros la hora de los que parte mandarán a su familia – y porque les es más fácil acceder al alquiler de una habitación en un piso compartido que a las mujeres, algo que está mal visto. Se quedan con trabajos precarios en bares o limpieza, o en la Ribera trabajando en el campo…”, remarca. Entre los que tienen pasaje de vuelta, están los que no pueden pagar su vivienda o se la ha embargado el banco. El año pasado fueron unas 300 las familias ecuatorianas que, por falta de trabajo, cogieron el avión dejando atrás muchos años de esfuerzo.

Lo cierto es que la mayoría han agotado el paro y los subsidios por lo que no pueden acogerse a los programas de ayuda del Estado para capitalizar el paro y que, además, les impide regresar en tres años “que, en realidad, son cinco”. Después del ecuatoriano, el colombiano es el colectivo con mayor número de retornos.

Nelly, de 34 años, no se va con mal sabor de boca, ha vivido una experiencia bonita desde que llegó en 2006 con un contrato que le consiguió su hermana ya emigrada. Siempre ha trabajado en hostelería, aunque ahora está en paro. Tres años después vino su marido con su hija, pero la crisis ya estaba echada. “Tenemos amigos en Londres y no descarto buscar allí un trabajo fijo y después volver a España”, explica su marido. Como ayudante de cocina, la que dejó su mujer cuando se quedó embarazada Wilson gana 530 euros a media jornada. Con este salario se puede permitir una habitación que con gastos se pone en 250 euros frente a los casi 700 que cuesta el piso alquilado en la Rochapea. Nelly quiere visitar a su madre, enferma en Ecuador, y con lo aprendido entre cocinas no descarta montar un pequeño negocio de hostelería. Lo que más le duele es separar a su hija de su entorno social. Tatiana estudia en el colegio Vázquez de Mella, le gusta tocar la flauta travesera y es buena estudiante. Participa en la orquesta del centro y, en breve, interpretarán un allegro, una pieza “muy animada”. Tatiana no se queja; se adaptó cuando vino y sabe que toca regresar.

“Teníamos intención de quedarnos pero no podemos con todos los gastos, sin embargo sabemos que nuestro futuro está aquí y nos gustaría volver”, explican quienes no ven su retorno como un fracaso. Las noticias que llegan de su país no son alagüeñas, razón por la que el hermano de Nelly, tres años en paro, se queda.

Hay muchos más casos. Mustafa Moharemon es búlgaro, llegó en abril de 2005, y un año después lo hicieron su hijo y su esposa, aunque la “crisis ha terminado también con el amor”. Trabajó en la construcción, lleva al menos tres años inactivo manteniéndose del paro y del subsidio, con tan mala suerte que, debido a los quince días que viajó a su país para visitar a su padre enfermo, le han supuesto una reclamación de 3.000 euros que no comparte. Hace cinco meses que pidió la renta básica. Si este mes no llega no podrá pagar ni los 200 euros de alquiler de habitación y se marchará.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)