¿Cómo valora que Catalunya pueda perder población?

La Vanguardia, LLUÍS RECOLONS ARQUER, 22-02-2012

No creo que volvamos, por lo menos a corto plazo, a los crecimientos de población de los primeros años del siglo XXI, pero la posibilidad de una duración en el tiempo, más allá de resultados coyunturales, de una estabilidad (o disminución) de la población total de Catalunya no creo que nos convenga, puesto que las elevadísimas cotas de envejecimiento de la población que resultarían de tales escenarios acarrearían consecuencias no deseables.

Pese a la prolongación de los años de vida y el progresivo incremento de la media de edad de la población, Catalunya se ha ahorrado en los últimos decenios desequilibrios excesivos entre la población activa y pasiva, debido a la incorporación de la mujer a la población activa y, más recientemente, a la inmigración, que ha pasado de ser inmigración española a ser mayoritariamente extranjera en el último periodo. Y ha sucedido cuando otros dos factores demográficos jugaban en sentido contrario: la baja natalidad, a pesar del moderado repunte de los años 2000-2009, y la no correspondencia entre el incremento de una población mayor y el incremento real de la edad de jubilación.

La gravedad de la actual crisis no debe aturdirnos hasta el punto de que el corto plazo nos impida prever consecuencias de más largo alcance. De cara al futuro, los cuatro factores citados tendrían que entrar en juego, en su justa medida, para alcanzar una sociedad cohesionada y equilibrada.

La participación de la mujer en la actividad de la población, aunque moderara el ritmo de incremento que la ha llevado a atrapar las tasas europeas, tiene todavía margen para crecer cuantitativamente, y en especial por calidad y equiparación de condiciones laborales.

La inmigración persistente, ahora a menor ritmo que en el periodo 2000-2007, ha supuesto un stock de población que, a pesar del incremento de emigraciones, a menudo de retorno, en su mayoría opta por permanecer. Nuevas inmigraciones de jóvenes adultos se precisarán en Catalunya y España, aunque la absorción de la voluminosa bolsa de parados frene durante unos años las nuevas llegadas.

El número de nacimientos, que ya es bastante bajo en la actualidad, tiene como perspectiva la disminución de parejas en edad fértil, provocada por las progresivas reducciones de las generaciones nacidas entre 1976 y 1995. Por otra parte, si las parejas en edad fértil tuvieran el número de hijos que como media manifiestan que desearían tener en las diferentes encuestas sobre este tema, significaría un incremento sustancial de la tasa de fecundidad. La complejidad de la cuestión implica, entre otras, valoraciones personales, sociales y políticas. Entre los factores sociales que condicionan a muchas parejas para llevar a cabo aquellas aspiraciones natalistas destacan: el acceso a viviendas dignas a precios asequibles y perspectivas laborales razonablemente estables. La pregunta que nos formulamos ahora es: ¿tendrán que permanecer estas demandas en la nube de las utopías indefinidamente aparcadas? El incremento de la edad de jubilación ha empezado ya a programarse siguiendo una tendencia que valdría la pena aprovechar para adecuar las condiciones de esta ampliación de la edad activa a las potencialidades y condiciones de esta población.

Constato que lo esbozado, refiriéndose a Catalunya, se adecua de lleno a lo que con bastante anticipación temporal oí en el Congreso Mundial de Población (Iussp, Nueva Delhi, 1989) del eminente demógrafo húngaro Rudolf Andorka, como Respuestas políticas al declive de la población en el siglo XXI, en los países desarrollados.

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