Los coyotes del Sinaí

Tras una odisea llena de sufrimientos y violaciones, miles de africanos se infiltran en Israel para buscar allí trabajo

El Mundo, SAL EMERGUI, 13-12-2011

Bario siente que ha llegado a la tierra prometida. Mientras el pueblo judío, liderado por Moisés, escapó de la esclavitud del Egipto faraónico y recibió los Diez Mandamientos en el Sinaí antes de llegar a su destino, el pueblo de Bario es guiado y humillado por tribus beduinas, tan expertas en el rastreo del terreno como en el contrabando de drogas, prostitutas e inmigrantes africanos.

«Toda Eritrea desea venir a Israel. Los que están aquí nos cuentan que se vive muy bien y hay mucho trabajo», revela el eritreo tras abandonar su país, mujer, seis hijos y una esclavitud moderna de 24 euros al mes. En Israel, cobra 25 veces más.

A diferencia de Moisés, Bario ha podido pisar la tierra prometida: un cuarto en Tel Aviv con vistas a la vieja estación central de autobuses. No está solo. Noviembre batió el récord con 2.676 inmigrantes africanos infiltrados desde Egipto. Bahta no tuvo que partir el mar sino su corazón y familia. «Cada uno de los 48 en mi grupo pagamos a los beduinos 3.400 dólares para llegar a la frontera», cuenta. Dinero enviado por sus familiares que trabajan en Israel.

Si en 2006, 2.789 africanos se infiltraron por esta vasta zona, este año se clausurará con 16.000. El dato oficial habla hoy de 52.487 en Israel pero se calcula más. Es un tsunami que transforma barrios y provoca el temor israelí a perder en el futuro la mayoría judía. En Eilat, uno de cada ocho es de Eritrea, Sudán o Etiopía. «Es un problema nacional a nivel económico, social y de seguridad interna. No estamos obligados a promover la inmigración ilegal y no me refiero a refugiados que seguirán teniendo cabida. Poblaciones enteras se mueven en dirección a Israel. Si no actuamos para frenar esta inundación, seremos inundados», advierte el primer ministro Benjamin Netanyahu al anunciar el plan-tapón de las corrientes africanas: detención hasta un máximo de tres años, elevadas multas a israelíes que contraten a los ilegales (mano de obra barata) y completar la valla en los 240 km de frontera.

Amani, una musulmana recién llegada de Sudán, tiene sus propios temores y preocupaciones. Como buscar trabajo y a su marido en Tel Aviv. «No soy refugiada. La mayoría venimos para trabajar», confiesa esta mujer que tuvo más suerte que muchas compañeras violadas en la odisea.

La CNN reveló que beduinos, que hacen las veces de coyotes (los guías de los sinpapeles en México), trafican con órganos de los inmigrantes a los que conducen a la puerta de Israel. Según testimonios recogidos por The New Generation Foundation for Human Rights, se han registrado mutilaciones incluso cuando están en vida. En algunas fosas comunes se han hallado cadáveres sin algunos órganos. Consultados por EL MUNDO, ONG israelíes revelan que algunos fueron amenazados si no pagaban para llegar a Israel. La tribu Suwaka cumplió la amenaza cortando órganos de sus clientes. Lo más solicitado: córnea, hígado y riñón.

La sudanesa Samira (21) sobrevivió siete infernales meses en el Sinaí. Según testificó, «nos exigieron 2.800 dólares para colarnos en Israel. No tenía dinero y para que no huyéramos, nos ataron con cadenas de hierro. Estuve encadenada los siete meses». Los tres últimos fueron traumáticos: «Cada tarde, me quitaban las cadenas para llevarme al lavabo y allí me violaban uno tras otro. Así todos los días excepto cuando tenía la regla o llegaba el responsable». Gracias a la ayuda de un familiar, fue trasladada a la frontera.

Ya en territorio israelí, se sientan esperando a los jeeps militares israelíes. «Les buscamos en el árbol sudanés. Son ilegales pero nos buscan en vez de huir», nos dice un soldado. Tras ser identificados, chequeados en el hospital y trasladados al centro de detención, en pocas semanas están ya en alguna ciudad. Otros esperan más tiempo su destino: Israel o expulsión. Con sus países en ruina, los contrabandistas egipcios abusando de ellos y las autoridades israelíes intentando cerrar las puertas, buscan algo más que un empleo.

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