La cooperación no es una causa perdida

El País, LOLA HUETE MACHADO, 22-11-2011

Si por algunas de las personas consultadas aquí fuera, el antropólogo Gustau Nerín merece una buena reprimenda. No por nada personal, no; solo por el libro que acaba de publicar en castellano (ya lo hizo en catalán en la primavera con gran revuelo), Blanco bueno busca negro pobre (Roca Editorial). El título ya dice mucho. Y su contenido ha ofendido y dolido al gremio de las ONG y la cooperación internacional, porque carga contra su línea de flotación: la labor de muchos durante mucho tiempo. “50 años después de su inicio”, escribe Nerín, “la cooperación al desarrollo es una causa inútil, un fracaso”.

En la introducción señala: “El continente africano es un inmenso cementerio plagado de proyectos abandonados: hospitales que nunca llegaron a ser inaugurados, letrinas, fuentes, pozos… Allí todo el mundo sabe que las políticas de cooperación no funcionan… Pero esto no llega a Occidente, donde la acción humanitaria se presenta como la solución a todos los problemas africanos. En realidad, la mayoría de los ciudadanos no sabe nada de lo que pasa en África, y no lo sabe, básicamente, porque no le importa demasiado”. Y a lo largo y ancho de 219 páginas, ataca asuntos que hemos resumido en seis (eficacia, objetivos, modelo, figura del cooperante, campañas y complicidad con los medios) y enviado a un organismo internacional, Unicef, y a ocho personas de organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD) o con experiencia de gestión y de campo para su reflexión. Sus respuestas se resumen en estas líneas y completas pueden ser consultadas en la web de EL PAÍS.

Argumentos propios de debate de barra de bar. Así define Montse Santolino desde la Federación catalana de ONGD, los del africanista Nerín respecto a la cooperación. “Esta es tan inútil y tan fracaso para el desarrollo global como el propio capitalismo que la originó, ¿podemos impugnarlo por eso? ¿Lo hace Nerín? … Las fuentes y los pozos son la anécdota de la cooperación. Esta no es solo eso, y no la hacen solo las ONG”. Y la pone en contexto: “Desde el presidente Truman, que se inventó lo del subdesarrollo en su discurso de investidura, los gobiernos han instrumentalizado el sistema de ayuda. En él también entraron las ONG, muchas y distintas, que han ido modificando sus roles y puntos de vista. Como ocurre en todo sector, algunas prefieren hacer de tontas útiles, otras cambiar las cosas desde dentro, y otras son críticas y lo cuestionan”.

Para Josep Giralt, antaño en Ayuda en Acción y hoy en la Fundación Vicente Ferrer, ninguna causa que busque mejorar las condiciones de vida de las personas es inútil. “El enfoque caritativo asistencial al que se refiere Nerín surgió en los años cuarenta y cincuenta, y efectivamente no funcionaba, pero los modelos han ido evolucionando y ahora cohabitan con otros basados en la justicia social y el respeto, la protección y la promoción de los derechos humanos. Hoy las personas son el centro de toda acción a través de procesos participativos y del fortalecimiento de la sociedad civil”.

Las ONG, dice el presidente de Médicos del Mundo, Álvaro González, aportan soluciones concretas a un nivel local que pueden ampliarse en el ámbito regional o estatal de los países en desarrollo, aunque para ello hacen falta muchos más recursos de los que cuenta una ONG. “De ahí a hablar del fracaso de la Cooperación al Desarrollo (así de forma genérica) hay mucha diferencia. Esta no funciona, en los casos que no, porque choca con otras políticas de los Estados en los que se aplican intereses comerciales, políticos, energéticos… que lo impiden”. “Las ONGD tienen un rol residual, son, sin duda, pieza importante de la cadena, la pieza que coloca la sociedad civil para contrarrestar esas reglas injustas que mantienen la pobreza. Incluso si hablamos del llamado sistema de cooperación, las ONG son un elemento más dentro de un contexto en el que intervienen distintos actores. El mismo Nerín así lo reconoce cuando afirma que las ONG españolas solo controlan un 10% del presupuesto destinado a tal fin; la mayoría queda en manos de Gobiernos e instituciones internacionales”, remata Yolanda Polo de Coordinadora de ONGD.

En Blanco bueno busca negro pobre, se discute la eficacia y objetivos de la cooperación al desarrollo (COD): “Esta se ha convertido en icono incuestionable, pero… no hay ningún país que se haya desarrollado gracias a ella. Lo que se necesita son medidas y acciones políticas que las mismas ONG no parecen dispuestas a exigir, prefieren mantenerse neutrales”. Cuestiona el modelo actual: “Refuerza el sentimiento de superioridad del Norte, pero también el de inferioridad del Sur: el europeo da; el africano solo recibe”. Arremete contra la figura del cooperante (“Vivir como un blanco en un país de negros”, titula uno de los capítulos) y las campañas para captar fondos: “Mensajes con imágenes patéticas, los africanos siempre víctimas; publicidad engañosa”. Y para el antropólogo catalán el de la cooperación es un show mantenido con la complicidad de los medios: “Las ONG los usan para hacerse propaganda…”.

Torpedos en mal momento para un sector con 3.000 organizaciones en España: crisis global, recortes generalizados, imposible siquiera contar con mantener presupuestos y personal, y por lo tanto, objetivos, y aún menos soñar con ese 0,7% del PIB que los Estados prometieron aportar para el desarrollo de los más desfavorecidos. El libro es tan demoledor que, opinan algunos, no debería merecer siquiera estas líneas. “Estamos prestándole una atención que no reciben los últimos recortes en Cooperación de Cataluña (descenso del 55%), Galicia (40% y eliminación de las partidas para ayuda humanitaria), Canarias (descenso del 37%) o Navarra (recorte de un millón de euros). Lejos queda ya cuando el Ayuntamiento de Madrid eliminó el año pasado los fondos destinados a COD”, apunta González.

Unicef, que es agencia de la ONU, da cifras de avances y sale al paso de Nerín: “La COD no es una causa perdida. Unida a la voluntad de Gobiernos y otros aliados bienintencionados, ha salvado las vidas de millones de personas. El autor dice que el trabajo en desarrollo ha transformado a la gente de África en pasivos perceptores de caridad. Vamos a dejar a la gente de África que responda en su propio nombre. A la afirmación de que no hay país en África que haya cambiado gracias al desarrollo, no es verdad. Hay varios que atraviesan un profundo cambio. Ghana es uno de los que están en el camino de alcanzar el Objetivo de Desarrollo del Milenio 1, que apunta a erradicar pobreza y hambre para 2015. Aún así, todas las críticas son bien recibidas y también las propuestas para mejorar”.

Pero propuestas Nerín no hace. “Es que solo hay una: soluciones políticas”, dice desde Bata (Guinea Ecuatorial), desde donde va y viene desde hace dos décadas. Asegura que, habiendo sido consultor como ha sido de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), la Generalitat de Cataluña o el Ayuntamiento de Barcelona, ya había realizado estudios científicos con mucha cifra y propuesta y poca repercusión para el Centro de Estudios Africanos y ahora quería “un libro más divulgativo”. Tanto, que irresponsable le ha salido, opinan unos; sin fuentes, referencias, con ambigüedad y muchas contradicciones, otros. “El autor tiene un desconocimiento notable de las políticas de desarrollo y del funcionamiento de las ONG y otros organismos de la cooperación (tampoco dice nada de África y de su política que no podamos leer en Mundo Negro). El hecho de vivir en Bata no garantiza nada, porque eso es tanto como pontificar sobre las complejidades de la UE desde un apartamento en Móstoles”, afirma Gustavo Fanjul, ex de Oxfam y autor del blog 3.500 millones en EL PAÍS. “No hace falta dar la vuelta al mundo para saber que los recursos públicos (propios o donados) son infinitamente más eficaces en un contexto institucional y legal sólido. La corrupción o mal gobierno no son inventos de la ayuda. Y este libro en ocasiones es insultante. Sugerir que los técnicos de captación de las ONG se frotan las manos cada vez que se produce una catástrofe (pág. 31) es simplemente miserable”, denuncia. De acuerdo con Nerín está Chema Caballero, ex sacerdote javeriano, un cuarto de siglo en Sierra Leona, en lo relacionado con la ayuda internacional en mayúsculas, que se ha convertido, dice, en un medio más de Occidente para controlar y acceder a materias primas. “No hay más que ver los países que se eligen como prioritarios en cooperación. En el caso de España no son los más necesitados, sino aquellos donde operan empresas españolas y es necesaria una actuación policial para frenar la llegada de inmigrantes subsaharianos a la península”.

Les duele, y rechazan la acusación de neutralidad política (algo que sí mantienen Unicef y ONG asistenciales como Cruz Roja o Médicos Sin Fronteras): “Forma parte de nuestro quehacer diario. Prueba de ello es que algunas ONG han sido expulsadas de países por denunciar violaciones de derechos” (Polo). Otros ejemplos, cita: campañas exitosas sobre el control de armas, la Tasa Tobin, la especulación alimentaria o el acaparamiento de tierras. “Llevamos años denunciando la incoherencia de políticas de subvenciones agrícolas, aranceles comerciales, ayudas a la exportación… Años lanzándole al sistema sus propias contradicciones”, dice González en Médicos del Mundo.

“Esos héroes modernos”, ironiza Nerín sobre los cooperantes. Y esto ha gustado menos aún que los chistes sobre pozos y fuentes. “No son santos laicos, ni mercenarios. Pero afirmar que ganan 10.000 dólares [7.400 euros] al mes… es falso e irresponsable”, opina. Mucho más tratándose de personas que ponen, muchas veces, en peligro sus vidas. “Los expatriados son pocos y cada vez menos. Las ONG que trabajan bien lo hacen con locales. Sin negar que pueda haber gente impresentable, Nerín es injusto al no distinguir entre cooperantes (blancos) de organismos oficiales internacionales y cooperantes (blancos) de ONG”, opina Santolino. Solo en condiciones laborales, la diferencia entre ellos es un mundo. “He conocido a muchos que no responden a lo que se describe en ese libro”, afirma Caballero. Nerín asegura que no pretende criticarlos y que algunos han colaborado en la redacción de su obra desde Camerún o Zanzíbar. Pero preguntado, no identifica a nadie. “No quise personalizar, sino plantear problemas generales, qué persigue la COD y qué es el desarrollo mismo”. Para Save The Children, la seguridad de su personal es fundamental, eso supone, por ejemplo, que deban vivir en barrios determinados, que se respeten los derechos laborales del país de origen. Y existe un estatuto del cooperante que las ONG deben cumplir.

Respecto a imágenes, campañas y transparencia, en las ONG Plan o Save the Children se suman a las opiniones de la Coordinadora y a lo que indica su Código de Conducta con pautas de comunicación y uso de imágenes. “Nos esforzamos por presentar a las personas con dignidad, evitando imágenes catastrofistas, idílicas o discriminatorias”. “Desde las ONG se envía a los donantes y en las memorias anuales el uso exacto de los fondos y qué proyectos concretos han financiado. Nuestros informes de campañas recogen la medición de impacto de las acciones. No hablamos de una África pasiva y menos aún de que el africano sea incapaz de desarrollarse por sí mismo”. Y acerca de los medios aseguran que es tema permanente de reflexión interna. Existe, aseguran, un imaginario sobre la cooperación que está a años luz de las prácticas reales del trabajo. En Plan concluyen: “Los ciudadanos exigen a los medios que informen y que aporten su parte en la difusión de temas de derechos. Si no lo hicieran les criticaríamos por lo contrario”.

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